Ni puedo ni quiero, de Lydia Davis: la palabra justa

Portada de Ni puedo ni quiero-Lydia Davis

Escrito por quien es considerada como una de las cuentistas más importantes de la literatura contemporánea, Ni puedo ni quiero reúne diversas historias que hacen hincapié en eso que algunos críticos literarios, entre ellos Julio Cortázar, argumentan así: “Si las novelas vencen por decisión de los jueces, los cuentos lo hacen por nocaut”.

Lydia Davis, Flaubert y la palabra justa

Lydia Davis es cuentista y, como tal, se apropia de la realidad con pocas palabras, con la cantidad necesaria y justa para describir aquello que intenta mostrar y para compartir la experiencia vívida de cuanto describe. Por lo tanto, este libro, compuesto por una serie de relatos de estas particularidades, podríamos decir que se estructura alrededor de un argumento al mismo tiempo multidimensional y de unicidad patente: la vida misma.

Partiendo de lo que ha leído u observado, así como de las lecturas y observaciones ajenas, de las cosas, etcétera (por ejemplo: un salame, sus peculiaridades de escritora, las correspondencias que sostuviera Flaubert con su amante, las vicisitudes de los vendedores de caramelos o las cuestiones relativas a la venta de arvejas), Davis reconstruye la realidad a modo de construcción de esta; es decir, desdobla la cotidianeidad para dar paso a su reconstrucción.

Es en el proceso de recreación en donde encontramos el toque mágico de sus letras y es ahí en donde navegamos, como lectores, a través de unas páginas por las que Lydia Davis nos lleva, a veces con un breve párrafo y otras de un modo más sinuoso y largo, en busca de es perfección que es la búsqueda de la palabra justa.

El estilo de Lydia Davis en Ni puedo ni quiero

De acuerdo con diversos especialistas literarios, la prosa de Lydia Davis conjuga la realidad con la ficción, la ironía con el absurdo y la inmediatez con los presupuestos. No obstante, el juego de caracterizaciones y esquemas que acostumbra plantear en sus obras se reconfigura en esta en particular, sobre todo porque fue redactada después que recibiera un suficiente número de galardones en medio de una posición vital bastante desahogada como para despreocuparse por todo aquello más allá del mero gusto por plantear ideas e historias.

Siendo así, los textos presentados por la autora tienen el título, dado por ella misma, de ensueños, ensoñaciones y sueños como tal, lo que no indica que el fenómeno onírico es parte fundamental de cada uno, aunque ello no descarta la presencia de una que otra pincelada de realidad (consumada o posible). Y es que no podría ser de otra manera si atendemos lo que ella misma nos dice acerca del origen de cada relato: personales y ajenos, propios y de familiares o amigos.

Siendo historias portadoras de las características citadas, la extensión es su compañera. Algunas tienen un par de líneas de desarrollo, mientras que otras son mucho más extensas. En ellas podemos apreciar la transformación de los elementos de la cotidianeidad, los cuales se convierten en instrumentos de reflexión, imaginación, incluso ansiedad y regocijo. Son como espejos que devuelven imágenes que describen originales más amplios de los que aparecen a simple vista.

Lo anterior también presupone dos asuntos estilísticamente importantes: la vivacidad e impulso de cada relato es única y deben entenderse como tal; y en algunos casos parecerá que presenciamos prosas con tintes de poesía o poesía con tintes de ensayo (o alguna otra mezcla imaginable dentro de la amplia gama de géneros literarios). Por ello es necesario especificar que el estilo de los relatos es único y que ellos, bajo ese nombre, se deben leer como oras unidas por la complejidad de la realidad que representan, pero también por la complejidad que representa la escritura que devuelve las imágenes de dicha realidad.

Con una buena dosis de humor y osadía, sin dejar de lado la constante estructuración literaria característica de su prosa, Ni puedo ni quiero deviene en una afirmación cuando se ha iniciado el texto, pues ni se puede ni se quiere dejar.

Ni puedo ni quiero. Lydia Davis. Eterna Cadencia.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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