Poetas de Bolivia: Ricardo Jaimes Freyre

Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933). Bolivia

Ricardo Jaimes Freyre fue un poeta boliviano nacido en Perú y naturalizado argentino. Tal vez esa plurinacionalidad fue la que le llevó a ejercer como diplomático, y además de su labor como escritor, también fue un importante historiador y político.

Considerado una referencia en la poesía modernista hipanoamericana, Ricardo Jaimes Freyre conoció al gran Rubén Darío durante su estancia en Buenos Aires y con él trabó una gran amistad, además de que fundó, junto al insigne poeta nicaragüense la Revista de América. Conocido como el «príncipe de los poetas bolivianos», se le suele encuadran en un cuarteto de poetas conocidos como «los cuatro delfines», que eran, nada más y nada menos que Leopoldo Lugones, Amado Nervo y Julio Herrera y Reissig.

Su poesía está llena de símbolos y referencias mitológicas que contraponen los ritos paganos con el cristianismo. Sus versos están llenos de ritmo y sonoridad y les imprime además una carga de profundidad con un lenguaje retórico y reflexivo que resulta verdaderamente admirable. No en vano, este Ricardo Jaimes Freyre fue un notable intelectual que, además de la poesía, cultivó el ensayo sobre temas tanto de Literatura como de Historia.

SIEMPRE

¡Tú no sabes cuánto sufro! ¡Tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!
Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor…
Como sigue el ritmo oculto de los astros el Océano‚
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

¡Oh, me llamas y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor…
¡Tú no sabes cuánto sufro! Cómo aumenta mi martirio
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

¡Oh, el olvido! El fondo oscuro de la noche del olvido,
donde guardan los cipreses el sepulcro del Dolor!
Yo he buscado el fondo oscuro de la noche del olvido,
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz…

Poema de amor doliente éste que nos ofrece Ricardo Jaimes Freyre. Si el amor y el dolor juegan simultáneamente siempre, como las dos caras de una misma moneda, aquí especialmente el amor del poeta se proclama embajador del sufrir.

Sufrimiento en secreto por las cosas pequeñas, o quizás no tan pequeñas. Así el halago es más que eso,
es una queja que escuece en la herida horadada. Obsérvese que la herida del amor es una caricia, pero una caricia dolorosa. ¡Otro legado romántico!

Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído, la caricia de tu voz.

Aparece la voz como entidad no solo física, sino también metafísica. La voz aquí es la causante del placer y del daño, es el motor inmóvil que, al modo de Aristóteles, mueve el mundo del poeta.

Es un mover sin ser movido, diríamos al modo del filosofo griego, que mueve en tanto que Amada. Por lo tanto, la fuerza móvil es el sentimiento y no la física.

Como sigue el ritmo oculto de los astros el Océano,
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

La voz en la historia, posee connotaciones absolutamente religiosas o metafísicas. Recordemos que en la biblia Yahvé se comunica con su pueblo a través de la voz, a través del sueño en el que la voz de Dios proclama su mensaje. Este podría ser el caso en el que Ricardo Jaimes Freyre otorga a la voz una categoría de Ser, con mayúscula.

Por ultimo resaltar los últimos versos en los que el poeta, buscando en el Olvido, en el mismo fondo profundo del olvido, no encuentra allí, como sería lo normal, la nada o el vacío, sino que lo que encuentra son los ecos de la voz. Ni siquiera en el olvido puede librarse de esa voz.

Muy bien por Ricardo Jaimes Freyre que nos hace cómplices del amor dichoso y doloroso a la vez.