Bearn o La sala de las muñecas, de Llorenç Villalonga: la lucidez de la decadencia

Bearn o La sala de las muñecas, del escritor mallorquín Llorenç Villalonga, es una de las novelas más desconocidas de literatura española, aun siendo una indudable obra maestra. Quizás esto se deba a la extraña forma de publicación que tuvo el libro en su día, que explicaremos a continuación.

Llorenç Villalonga fue un escritor en lengua catalana, que comenzó su andadura literaria con relativo éxito gracias a la novela Mort de dama, de 1931. Acaso el hecho de ser (o parecer) un escritor amateur pesó en su carrera, ya que su profesión era la de psiquiatra, a la que no renunció durante toda su vida. La pertenencia a una clase social elitista, además en una isla, tampoco ayudó a su difusión literaria, pese a la calidad de sus textos.

Bearn o La sala de las muñecas fue publicada por primera vez en 1956 en una pequeña editorial mallorquina. La publicación fue en castellano y apenas tuvo difusión. Unos años más tarde, en 1961, lo haría en catalán (bajo el título de Bearn o La sala de les nines) y, esta vez sí, obtuvo el Premio de la crítica catalana, con su consecuente repercusión pública. Aún hoy continúa el debate acerca de si Llorenç Villalonga escribió originariamente la novela en castellano o en catalán, puesto que existen dos manuscritos originales en cada uno de estos idiomas. Este galimatías editorial no hizo sino perjudicar la fluida difusión de la novela, más aún bajo un régimen dictatorial que ninguneaba la lengua catalana.

Centrándonos en lo estrictamente literario, Bearn o La sala de las muñecas es un ejemplo perfecto de la decadencia de una sociedad que, en el momento de la publicación de la obra, aún mantenía cierta vigencia. A través de un personaje memorable, don Antonio de Bearn, asistimos a la intrahistoria de la aristocracia mallorquina de finales de siglo XIX. El planteamiento de Llorenç Villalonga no es inocuo: aun a mitad del siglo XX, la sociedad española más elitista no andaba lejos –en sus privilegios- de lo retratado por el escritor mallorquín en la novela.

La gran diferencia entre don Antonio de Bearn y los señoritos y la clase pudiente franquista radicaba en su grado de cultura: estos últimos eran zafios y gárrulos, en contraposición al aristócrata mallorquín, un modelo de hombre culto, educado y discreto.

La comparación entre ambos períodos se enfatiza con la omnipresencia de la Iglesia española. En el caso de la novela que nos ocupa, además, ofrece una visión privilegiada: Llorenç Villalonga  tiene el acierto de elegir como narrador a un joven seminarista, Juan Mayol, posible hijo bastardo de don Antonio de Bearn, cuyo destino quedará unido desde su nacimiento y para siempre al otro gran protagonista de la obra: la propiedad y las tierras de Bearn, de las que terminará siendo administrador ante la desidia y el desinterés de sus propietarios.

La novela toma la forma de una larga carta escrita por Juan Mayol, ya capellán de Bearn, al secretario del señor cardenal primado de España, y abarca un período de 30 años, desde que llega a Bearn como joven seminarista hasta la muerte de don Antonio y su mujer. Este período supondrá, a ojos del lector, la paulatina desintegración total de todo un mundo construido durante siglos por señores y aristócratas alrededor de la posesión de las tierras y el poder político y económico, engalanado por su propia doble moral interna, muy diferente a la expresada en público:

Bearn supo sonreír por espacio de veintidós años: casi una eternidad. Hoy, cuando lo miro ya desde lejos, es cuando comprendo que se trataba de un paraíso, porque en este mundo no existen más paraísos que los perdidos.

El lector asiste a la ruina, no solo de unos personajes, sino de una forma de entender el mundo. En este sentido, la figura de don Antonio de Bearn y su construcción por parte de Llorenç Villalonga es magistral: el viejo aristócrata no vive como una tragedia la ruina de sus posesiones y sus privilegios, sino que, de una forma sabia, comprende que los nuevos tiempos ya no admiten la existencia de una sociedad que aún mantenía muchas costumbres feudales. Recordemos que estamos a finales del siglo XIX: el marxismo empieza a influir en la actitud y el pensamiento de los trabajadores; la revolución industrial impone la ciudad sobre el campo; comienza a hablarse de los derechos sociales. En un mundo así -y de esta forma lo comprende don Antonio- la aristocracia rural, vaga y autocomplaciente, ya no tiene razón de ser.

A pesar de ello, al comienzo de la novela, cuando don Antonio aún conserva cierta frescura de edad, protagoniza una pequeña aventura en París con su sobrina, doña Xima, de dieciocho años. Digamos que es un último capricho de maduro, una última reminiscencia del poder de los señoritos rurales, ese “hacer lo que me da la gana” al que estaba acostumbrada una determinada clase social en España, sin temor a que la Iglesia, siempre indulgente con las clases ricas, los anatemizara.

¿Por qué creemos que hay que leer Bearn o La sala de las muñecas?

Porque, para el lector exigente, presenta varios puntos de interés: por un lado, la decadencia de un mundo que parecía sólido, heredado de siglos, decadencia descrita con una profunda sensibilidad por Llorenç Villalonga mediante pequeños episodios de gran calado ideológico.

Por otro lado, la relación de un hombre maduro con un joven ingenuo que además muestra el conflicto entre la razón y la fe, la autocomplacencia y la rigidez de juicio.

Y finalmente por la genial construcción de los cuatro personajes principales de la obra: el culto y misterioso don Antonio; su esposa, doña María Antonia; la cínica sobrina doña Xima y el narrador, Juan Mayol, cuyos juicios y puntos de vista veremos ir variando a lo largo de la historia conforme vaya madurando.

Llorenç Villalonga construyó en Bearn o La sala de las muñecas un fresco histórico y humano, un complejo mundo de ruina y deseos insatisfechos, de lujos perdidos y falsas resignaciones, de personajes navegando entre dos mares. Porque esta obra maestra de la literatura catalana está reservada a paladares exquisitos que disfruten con la novela de personajes y las tramas lentas y bien construidas, llevadas hacia un final sabio y sorprendente.

Bearn o La sala de las muñecas. Llorenç Villalonga. Alfabia.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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