La escena en cuestión de Infiltrados se produce en el funeral de Billy Costigan (Leonardo DiCaprio). A dicho funeral asiste Madolyn Madden (la psiquiatra de Costigan, interpretada por Vera Farmiga) y el exnovio de ésta, Collin Sullivan (interpretado por Matt Damon) a quien Madolyn ha descubierto por casualidad que se trata del topo de Costello (el mafioso interpretado por el genial Jack Nicholson). Al final del funeral, Sullivan se acerca a su exnovia y le pregunta por el hijo que ella espera. Pero Madden ni siquiera lo mira y se aleja caminando por el cementerio, dejando a Sullivan plantado, sin capacidad de reacción.
Aunque esta escena dura unos pocos segundos, me recordó ligeramente a la que sin duda es una extraordinaria escena final del estupendo filme El tercer hombre. Debo decir que ésta es una de las pocas películas que definiría como perfectas, pues no le sobra ni le falta nada, y todo en ella es absolutamente prodigioso, desde la presentación de Harry Lime (Orson Welles) con un foco de luz que ilumina su cara después de que un gato le delate acariciando sus piernas, pasando por la escena en que Holly Martins (Joseph Cotten) es acusado por un niño de ser el asesino de su padre, o la no menos memorable escena del alcantarillado de Viena, por no hablar de la magnífica música, presente y envolvente, de Anton Karas. La escena final, por si no la recuerdan, se produce, al igual que en el caso de la mencionada escena de Infiltrados, en un cementerio, durante el entierro de Harry Lime. Holly Martins abandona el cementerio en coche con el Mayor Calloway (Trevor Howard) y le pide que pare el coche porque quiere esperar a Anna (Alida Valli). Por medio de un plano fijo vemos a Anna acercarse por una alameda mientras Holly la espera pacientemente. La escena completa dura algo más de un minuto, y el único acompañamiento sonoro es la música de Anton Karas. Cuando Anna llega a la altura de Holly ni siquiera vuelve la vista y continúa su caminata hasta pasar junto a la cámara y salir del encuadre, dejando a Joseph Cotten solo, y antes del fundido en negro llegamos a sentir todo su fracaso con un sólo gesto sencillo como el de sacar un cigarrillo de la pitillera y encenderlo, como colofón a un plano que expresa como pocos el sentimiento de desprecio, de traición y de soledad. Compruébenlo ustedes mismos si lo desean: