Bomarzo, de Manuel Mujica Láinez: la monstruosidad de la belleza

Portada de Bomarzo, de Manuel Mujica Láinez

Al norte de Roma, cerca de la localidad de Viterbo, se encuentra el Bosque sagrado de Bomarzo, más conocido como el Parque de los Monstruos, un extraño lugar con esculturas directamente talladas en la roca que representan a seres monstruosos, mitológicos y deformes y que fue construido siguiendo un diseño caprichoso, tal y como, al parecer, lo concibió el duque Pier Francesco Orsini. Abandonado durante muchos años, Manuel Mujica Láinez lo visitó en 1958 y quedó inmediatamente deslumbrado. No sabemos el instante preciso en que el novelista imaginó, o tal vez soñó, con una novela que recrearía la inquietante y fascinante vida de Pier Francesco Orsini. Lo cierto es que cuatro años después de aquella visita, vio la luz Bomarzo, una de las novelas más fascinantes que se han concebido nunca.

La historia de Bomarzo se centra en la figura del Duque de Orsini, personaje histórico que vivió en el siglo XVI. En el palacio del mismo nombre, en medio de un ambiente trágico, se desarrolla la trama, que ofrece un estupendo fresco de buena parte de la historia del Renacimiento italiano.

El principal rasgo del personaje principal es su joroba. Pese a la riqueza, al título y a la fama, Pier Francesco Orsini no puede disfrutar de ninguna de estas mieles, y es un renegado de su propia gente, incluso de sus padres, que lo desprecian. Rápidamente, la simpatía del lector recae sobre este personaje que se encuentra tan aislado del mundo y que se siente excluido. Toda la belleza de la época, el paisaje, el arte y el ambiente intelectual que se respiraba en Italia contrasta trágicamente con un personaje marcado por la deformidad y que, pese a que tiene una innegable sensibilidad artística, se ve traicionado, precisamente, por ese mismo tiempo que le tocó vivir, que no parece juzgar adecuadamente una deformidad que no tiene cabida en ese mundo bello y elegante.

Estos elementos, junto con los espacios que envuelven la novela, todos ellos mágicos y especiales, son los que ofrecen un paisaje natural de las luces y las sombras de la época. El arte, la guerra, la belleza y el misterio son las líneas de fondo de una de las mejores novelas escritas nunca en habla hispana.

Bomarzo traza un completo recorrido biográfico de la vida del duque, utilizando su figura como eje central a través del cual Manuel Mujica Láinez analiza el periodo del Renacimiento y la Italia de la época, a la vez que allana el camino para expresar, de un modo vedado, reflexiones acerca del propio género humano. En esta novela Pier Francesco Orsini es quien ejerce de narrador, presentando en primera persona, desde su posición marginada como ser deforme, una visión crítica de un mundo cruel, superficial y sin amor, un mundo en el que la soledad y el aislamiento son algunos de los elementos más presentes y en donde nos presenta sus conflictos internos y revelaciones que surgieron en su vida como, por ejemplo, la filosofía. La traición, los actos abominables, el uso de una doble moral en una época de revolución a la vez que de desamparo, son algunos de los elementos que encontrará el lector en esta obra.

Pese a tratarse Bomarzo de una novela histórica muy bien documentada, no por ello el autor llega a abrumar ni a agotar en ningún momento al lector con un exceso de erudición. Con una narrativa magistral, Manuel Mujica Láinez perfila un extraño retrato de soledad, miedo e intriga, pero también de libertad. Utilizando una ambientación mágica, la novela muestra las desigualdades de poder existentes en la sociedad que trata y describe momentos históricos claves como la coronación de Carlos I de España o la Batalla de Lepanto.

El Duque de Orsini, tras la muerte de su esposa, se dedica principalmente a retratar monstruos en el jardín de su ciudad, junto a su palacio. Dispone de una amplia cantidad de personajes ilustres en los que fijarse, muchos de ellos de su noble familia. En la que se incluyen desde papas hasta caballeros medievales. El momento de la novela en el que Pier Francesco Orsini concibe por primera vez la idea de construir el Parque de los monstruos se produce cuando el Duque está supervisando las obras de un grupo de pintores que tienen el encargo de ilustrar la vida de sus antepasados. Es entonces cuando uno de los pintores le sugiere al duque:

-La vida de Su Excelencia es tan hermosa… tan rica.., que pienso que en lugar de mandar que pintemos la historia de sus antepasados, debería ordenarnos que pintásemos su propia historia, en el castillo.

Permanecía en suspenso, como quien acaba de ser testigo de una revelación. Al muchacho se le había ocurrido lo obvio. Quizás porque era demasiado obvio, porque lo tenía excesivamente cerca y me faltaba la perspectiva para apreciarlo, necesité que otro me lo dijera. Eso, que me había rondado en vano, esforzándose para que lo comprendiera, salía de pronto a la transparencia de la tarde. Me puse de pie, como si me cegara la brusca claridad, y me apoyé en un tronco. Veía por fin lo que debía hacer. Mi tema y yo nos habíamos encontrado y formábamos desde ese segundo una indestructible unidad. Mi vida… mi vida transfigurada en símbolos.., salvada para las centurias.., eterna… imperecedera… He ahí lo que debía relatar en Bomarzo, pero, no a través de los frescos efímeros de Jacopo del Luca, cuya posibilidad quedaría abandonada para siempre en el entrecruzamiento de los andamios, en una desierta galería del castillo, sino utilizando las rocas perennes del bosque. El bosque sería el Sacro Bosque de Bomarzo, el bosque de las alegorías, de los monstruos. Cada piedra encerraría un símbolo y, juntas, escalonadas en las elevaciones donde las habían arrojado y afirmado milenarios cataclismos, formarían el inmenso monumento arcano de Pier Francesco Orsini. Nadie, ningún pontífice, ningún emperador, tendría un monumento semejante. Mi pobre existencia se redimiría así, y yo la redimiría a ella, mudado en un ejemplo de gloria. Hasta los acontecimientos más pequeños cobrarían la trascendencia de testimonios inmortales, cuando los descifrasen las generaciones por venir. El amor, el arte, la guerra, la amistad, las esperanzas y desesperanzas… todo brotaría de esas rocas en las que mis antecesores, por siglos y siglos, no habían visto más que desórdenes de la naturaleza. Rodeado por ellas, no podría morir, no moriría. Habría escrito un libro de piedra y yo sería la materia de ese libro impar.Fue tan intensa, tan deslumbrante la impresión, que me olvidé de Zanobbi. Me encaminé hacia la fortaleza, dejándolos a Andrea y a él a la vera del arroyo. ¡Qué estupenda sensación me embargaba y qué lejos quedaban de su euforia las tentativas estéticas que hasta entonces había ensayado, el retórico poema vacío, las pinturas destinadas a repetir la gesta redundante de los Orsini! Esto sería mío, sólo mío, único. Sería mi justificación, mi explicación, la proeza excepcional, el rasgo de inspirado genio que ubicaría perpetuamente a Vicino Orsini en ese largo cortejo de los suyos que tanto le costaba seguir, arrastrando su pierna y su joroba, y que lo humillaba con su fastuosa violencia. Un libro de rocas. El bien y el mal en un libro de rocas. Lo mísero y lo opulento, en un libro de rocas. Lo que me había estremecido de dolor, de ansiedad, la poesía y la aberración, el amor y el crimen, lo grotesco y lo exquisito. Yo. En un libro de rocas. Para siempre. Y en Bomarzo, en mi Bomarzo. Las lágrimas me mojaban las mejillas. Sentí en los labios su salado sabor. Anchas nubes pasaban, desflecándose, esculpiéndose, sobra la masa ocre del castillo.

Bomarzo. Manuel Mujica Láinez. Seix Barral

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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