Estoy en Puertomarte sin Hilda, de Isaac Asimov: ciencia-ficción policial

Asimov En este libro Asimov recopiló varios de sus relatos cortos que tenían un cierto contenido policial o de investigación y cuya idea surgió porque, según explica el propio Asimov en el prólogo, quería desmitificar la idea de que la ciencia-ficción no era susceptible de mezclarse con otros géneros, especialmente con el policial, debido a que el narrador siempre podría recurrir a una trampa científica para desvelar un determinado enigma, por ejemplo, viajar en el tiempo hasta el lugar del crimen para descubrir al culpable, o utilizar cualquier otra tecnología que le permitiera al investigador descubrir al culpable sin mayor esfuerzo. Ese tipo de “trampa narrativa” desluciría sin lugar a dudas cualquier elemento de suspense, y no generaría el menor interés en el lector.

Isaac Asimov nos demuestra en estas narraciones breves que eso no es cierto, y que la ciencia-ficción puede compaginarse perfectamente con el relato policial sin que decaiga el interés. Quizá literariamente hablando Asimov no sea mi escritor preferido del género, pero si algo hay que reconocerle era el entusiasmo que ponía en cada página. Cada uno de estos relatos recopilados por el autor tiene un pequeño prólogo o epílogo en los que Asimov explica su origen y basta con leer esas breves líneas para darnos cuenta de cómo estaba disfrutando el autor con su creación y, lo que es más importante, que se divertía haciéndolo.

Esta recopilación se compone de once relatos con una estructura narrativa muy sencilla y que encajan a la perfección en el patrón más clásico del esquema policial: se plantea un misterio y alguien resuelve el dilema, sin más complicaciones ni artificios. Estos son los relatos en cuestión:

La campana armoniosa: en este relato un criminal planea el robo de unas campanas armoniosas en la Luna para lo que cuenta con un cómplice a quien posteriormente engaña y asesina. Aunque el crimen ha sido minuciosamente preparado y cuenta con una coartada, un comisario de policía llamado Davenport recurre a un famoso científico llamado Wendell Urth (ambos personajes aparecerán en varios relatos de este libro) quien se encargará finalmente de desmontar la coartada del ladrón y asesino.

La piedra viviente: en este relato aparecerán de nuevo Davenport y Urth, aunque en esta ocasión tratarán de ayudar a un amigo común que se ve involucrado en un caso al tratarse del técnico que ha revisado la nave Robert Q. en la que además de material radioactivo de contrabando llevaba una extraña criatura, una siliconia gigante, mitad animal mitad piedra.

Qué importa el nombre: en este relato una joven bibliotecaria de la Universidad de Carmody es envenenada con cianuro. En la investigación se descubre que el acceso a los laboratorios en donde se almacenan los componentes químicos es extremadamente sencillo, por lo que prácticamente cualquiera habría podido tomar el cianuro para envenenar a la bibliotecaria. Pero la aparición de un personaje de nacionalidad alemana en la biblioteca da un giro inesperado a la investigación. Asimov juega con el léxico para demostrranos que el nombre sí que importa y sorprendernos con un final muy original.

Cuando muere la noche: Un grupo de antiguos colegas se reúnen en un congreso de astrofísica y uno de ellos, que padece ciertos problemas de salud, se muestra bastante amargado pues su enfermedad no le permitió viajar al espacio para realizar sus investigaciones, al igual que hicieron sus colegas. Sin embargo, mientras estuvo en la Tierra, investigó en el principio de la teletransportación de materia. Al poco de encontrarse, este científico aparece asesinado en la habitación de su hotel y de nuevo será el científico Urth quien se encargue de desentrañar el misterio.

Paté de foie gras: este es uno de los pocos relatos que no son estrictamente policiales y en él Asimov recurre a la ironía, empleando un tono satírico y casi humorístico, para narrarnos la historia de un granjero que posee una oca que da huevos de oro.

Polvo mortal: en este relato aparece el comisario Davenport, pero en vez del científico Urth, esta vez el personaje central es un químico. El relato se centra en el plan de este científico para asesinar a otro sin dejar ninguna pista, es decir, un crimen perfecto en el que, lógicamente, cometerá un error que permitirá al inspector Davenport resolver el misterio.

Una estratagema inédita: se trata del relato más breve de todos y en él Asimov nos plantea las posibilidades que pueden proporcionar las máquinas del tiempo a la hora de eludir la justicia en un crimen.

Estoy en Puertomarte sin Hilda: este relato, según nos explica el propio autor surge de una apuesta que hizo con su editor en la que éste le dijo que era absolutamente incapaz de escribir un relato con cierto contenido erótico. El experimento le quedó bastante logrado a Asimov, quien además hace uso del humor y escribe así uno de los relatos más destacados de todo el libro. La trama es sobre un funcionario del gobierno que está unos días de permiso en Puertomarte, con su mujer Hilda muy lejos, de modo que decide echar una cana al aire y contratar los servicios de una acompañante. Pero la cita se le complica cuando sus servicios son requeridos para resolver un extraño caso en el que debe desenmascarar a un criminal. La dificultad estriba en que hay tres personas detenidas y, auqnue se tiene la certeza de que una de esas tres es la culpable, sólo la destreza del protagonista puede lograr dar con el auténtico culpable. Entretanto, la cita con su amante tiene que demorarse…

Nota necrológica: tiene como protagonista a la esposa de un científico, que pese a su brillantez no ha obtenido el reconocimiento que cree merecer lo que le convierte en una persona colérica y amargada que trata de forma ruda a su mujer. El científico descubre un mecanismo para transportarse en el tiempo e idea un plan para atribuirse la autoría de ciertas invenciones, pero entonces su mujer interviene trastocando todos sus planes…

Luz estelar: de nuevo el elemento tecnológico usado como herramienta para esconderse de la justicia es el leitmotiv de este relato en el que un criminal trata de utilizar los descubrimientos de un científico sobre navegación espacial y el cálculo de rutas para escapar de la justicia.

Bola de billar: es el relato que cierra este volumen, y posiblemente sea uno de los mejores. La relación entre dos científicos que compiten por el prestigio personal, a costa de quedar por encima del otro y tratar de humillarse mutuamente, es lo que mueve la trama de este relato, en el que uno de los científicos convoca una rueda de prensa para mostrar su último descubrimiento sobre la antigravedad en el que tratará de demostrar los errores de las teorías científicas de su colega. Pero el día en que presenta su invento este parece volverse en su contra y sufre un terrible accidente que acaba con su vida… Aunque tal vez el otro científico tuviese algo que ver con ese accidente…

En definitiva, este libro de relatos es una muy buena forma de iniciarse en la lectura de este autor tan prolífico e imaginativo que fue Isaac Asimov. Con unos relatos de corte muy científico, dentro de lo que se conoce como ciencia-ficción dura, creo que este libro consigue su objetivo primordial que es el de deleitar al lector y hacerle pasar un rato muy agradable, sin más expectativas que las del más puro entretenimiento, aunque eso lo consigue Asimov de forma más que notable.

Estoy en Puertomarte sin Hilda. Isaac Asimov. Alianza Editorial.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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