Considerada por muchos un género menor o un pasatiempo literario, las novelas policiacas siempre han tenido sus defensores y sus detractores. En cualquier caso, resulta indiscutible que su lectura siempre ha fascinado a un público amplio por lo que tienen de reto o rompecabezas literario para el lector. Uno de sus principales atractivos, además del suspense de las tramas que las conforman, es que las novelas policiales plantean un acertijo en el que el lector, lo quiera o no, se ve implicado a resolver.
No es casual que escritores de la talla de Jorge Luis Borges o Adolfo Bioy Casares dedicaran una buena parte de sus lecturas a este tipo de novelas e incluso elaboraran una antología de los mejores relatos policiales.
Conscientes de que existen muchísimas novelas policiacas de altísima calidad, en este artículo nosotros hemos querido centrarnos en las que de alguna forma asentaron las bases del género, esto es, las que pueden ser consideradas más clásicas dentro de un catálogo que, de otro modo, sería muy complicado de elaborar.
Antes de comenzar con las novelas propiamente dichas, dado que en esta selección vamos a centrarnos en las obras clásicas, me gustaría comenzar con el relato que se considera el origen del género policiaco:
Los crímenes de la calle Morgue, de Edgar Allan Poe (1841)
Publicado por primera vez en diciembre de 1841, este relato se considera el primer cuento policial en la historia de la literatura y su protagonista, Auguste Dupin, es el primer detective de ficción y claro referente de otros detectives ficticios como Sherlock Holmes, por su empleo del análisis lógico y el método deductivo para la resolución de los casos. Poe creó a Dupin antes el término detective fuera conocido.
La historia gira en torno al brutal asesinato de una señora y su hija en su propia casa, ubicada en la rue Morgue, con signos brutales de violencia. La policía es incapaz de encontrar una solución al caso después de analizar el escenario del crimen e interrogar a múltiples personas del vecindario.
Desesperados por encontrar un culpable, la policía detendrá al que parece ser el único sospechoso, aun cuando las pruebas contra él son meramente circunstanciales. Cuando todo parece perdido para esta persona que se declara inocente, un detective aficionado llamado Auguste Dupin será quien descifre el enigma de este caso logrando de este modo exculpar al acusado, la última persona en ver a las víctimas con vida.
Edgar Allan Poe escribió otros dos relatos policiales protagonizados por Auguste Dupin: El misterio de Marie Rogêt (1842) y La carta robada (1845).
Y ahora sí, pasamos a enumerar las diez novelas escogidas para este artículo:
La dama de blanco, de Wilkie Collins (1860)
Está considerada como la primera novela policial de la historia. El protagonista, Walter Hartright, emplea muchas de las técnicas propias de los detectives privados. El uso de múltiples voces narradoras y puntos de vista fue toda una innovación en su época y proporciona un interés adicional a la lectura.
El joven profesor de dibujo Walter Hartright viaja a Cumberland para dar clases a dos jóvenes y ricas herederas, las hermanas Laura y Marian Fairlie. Laura se enamora de él aunque ya se encuentra prometida con Sir Percival Glyde. Las Verdaderas intenciones de Sir Percival son las de arrebatarle a su prometida su herencia, y para ello cuenta con la ayuda del conde Fosco. Sin embargo, en sus planes se interpone una misteriosa dama vestida de blanco que, al parecer, ha escapado de un sanatorio mental.
La dama de blanco es todo un prodigio de destreza narrativa por parte de Wilkie Collins quien sabe mantener las dosis adecuadas de suspense a través de una interesante trama cuyos misterios se van desvelando poco a poco.
T. S. Eliot dijo que La dama de blanco era “La primera, la más larga y la mejor de las novelas británicas contemporáneas de detectives”. Jorge Luis Borges, que admiraba a Wilkie Collins dijo de este libro que: “Pertenece a la estirpe de los libros inolvidables”.
Estudio en escarlata, de Sir Arthur Conan Doyle (1887)
El nombre de Arthur Conan Doyle es inevitable en cualquier antología policial. Estudio en escarlata fue la primera novela en la que aparecen los personajes de Sherlock Holmes y su inseparable amigo el doctor Watson. De hecho, en esta novela es donde los dos personajes se conocen por un hecho circunstancial: Watson y Holmes están buscando un apartamento y quieren compartir los gastos del alquiler, en el mítico 221B de Baker Street.
Estudio en escarlata inaugura una serie de novelas en las que conocemos el método deductivo de Holmes a través de la narración del doctor Watson en sus memorias. Quizá sea esta la novela donde Conan Doyle describe de una forma más detallada la compleja personalidad de Holmes y de Watson.
Los cuatro hombres justos, de Edgar Wallace, 1906
Edgar Wallace fue un prolífico novelista conocido sobre todo por sus novelas de misterio. Con Los cuatro hombres justos inauguró su serie de novelas policiales. Concretamente esta novela se considera, por su concepción y estilo, como la primera del género conocido como thriller. Esto es así porque, a diferencia de autores como Agatha Christie o Conan Doyle, las novelas de Wallace priorizan la acción sobre la investigación detectivesca y el análisis de los hechos.
La trama es intrigante: Un ministro británico recibe una carta firmada por cuatro hombres que se autoproclaman justos en la que lo amenazan con matarlo si no retira un proyecto de ley que regula la extradición de extranjeros. El ministro no quiere ceder y se encierra en una habitación con fuertes medidas de seguridad hasta que pase la fecha de aprobación de la ley. La novela nos ofrece el clásico misterio del crimen en la habitación cerrada.
Como curiosidad, cuando Edgar Wallace publicó esta novela dejó este misterio sin solución y prometió una recompensa a los lectores que la encontraran.
El misterio del cuarto amarillo, de Gaston Leroux (1907)
Muchos lectores piensan que esta novela de Gaston Leroux es la primera en la que se ofrece al lector un misterio de un crimen en una habitación cerrada por dentro, aunque Edgar Wallace ya lo había hecho un año antes.
La trama es la siguiente: en una habitación del castillo Glandier se escuchan los golpes, gritos y disparos que apuntan a que se está cometiendo un crimen. Cuando fuerzan la puerta, encuentran medio muerta a Matilde, en una habitación cerrada con llave por dentro y con solo una ventana con barrotes. El detective amateur y periodista Rouletabille se encargará del caso y, por supuesto, resolverá el misterio.
El detective del ferrocarril, de Victor L. Whitechurch (1912)
La novela policiaca está plagada de ejemplos en los que los crímenes relatados suceden en un tren. Lo que ya no es tan habitual es que el detective que resuelva dichos casos sea un experto en ferrocarriles.
Este es el caso de Thorpe Hazell, que solo resuelve los crímenes que guardan relación con el ferrocarril. Thorpe Hazell lo sabe todo sobre horarios, trayectos, tipología de trenes y vagones, procedimientos, etc. Y esa sabiduría ferroviaria le ayuda sobremanera a dar con la solución a los casos ya que es capaz de detectar detalles que se salen de la normalidad en la rutina ferroviaria, y son esos detalles los que le dan la clave para resolver un caso.
El último caso de Philip Trent, de E. C. Bentley (1913)
Philip Trent no un detective profesional, sino un pintor ocioso con una posición social acomodada. Sin embargo, la inteligencia de Trent y su amistad con algunos miembros de Scotland Yard, propician que les ayude en casos como el de esta novela.
En este caso el dueño del periódico Record le pide a Trent que trate de resolver para el periódico el crimen de un magnate americano que ha sido asesinado en los jardines de su mansión en Inglaterra. Trent comienza a interrogar a algunos testigos, así como al servicio de la mansión. Todos describen al magnate como a un hombre odioso y odiado por muchos. Cuando hacia mitad de la novela Trent termina sus pesquisas, afirma haber resuelto el caso y se marcha de viaje. En la segunda mitad es cuando comienza el verdadero interés de la narración y se esclarece el misterio.
Como curiosidad, aunque esta novela se llama El último caso de Philip Trent, fue la primera de la serie en la que aparece este personaje.
El asesinato de Roger Ackroyd, de Agatha Christie (1926)
El asesinato de Roger Ackroyd es sin duda una de las novelas policíacas más originales que se han escrito. Con el mítico detective Poirot al frente del caso, su estructura es diferente de las novelas que hasta entonces había escrito Agatha Christie y contiene uno de los finales más sorprendentes de la literatura policial.
El asesinato de Roger Ackroyd nos cuenta la historia de un doble crimen: el de la esposa de Roger Acroyd, que supuestamente se ha quitado la vida con una sobredosis de drogas porque estaba siendo chantajeada, y el de Roger Acroyd, cuando está a punto de recibir una información que podría descubrir al chantajista de su mujer.
Contada en primera persona por el médico de la familia, el doctor Sheppard, serán este y el mítico detective Hércules Poirot los que indaguen sobre el misterioso asesinato del señor Acroyd.
El caso de las garras de terciopelo, de Erle Stanley Gardner (1933)
El abogado estadounidense Erle Stanley Gardner empezó a escribir para salir de la rutina de su trabajo en los juzgados. Prolífico autor de novelas de misterio, tiene en su haber distintas series de personajes de los que, sin duda alguna, el más conocido fue Perry Mason, abogado e investigador cuya popularidad trascendió las novelas y pasó al cine y la televisión.
En El caso de las garras de terciopelo, un fotógrafo consigue una instantánea de un conocido político con una mujer casada, Eva Belter, cuando salen de un local de juego. El político teme que la fotografía pueda afectar a su carrera, mientras que Eva Belter tiene miedo de la reacción de su marido.
Eva visita a Perry Mason en busca de ayuda, pues está siendo chantajeada por una revista de la prensa amarilla y cree que su marido tiene algo que ver. Perry Mason tiene un interés personal en ver cerrada esa revista porque un amigo suyo se suicidó a causa de un reportaje aparecido en ella.
Esa noche Perry Mason recibe una llamada de Eva diciéndole que su marido ha sido asesinado. También le insinúa que la noche anterior oyó cómo el propio Perry Mason discutía con su marido. De este modo, Perry Mason, además de investigador, se convierte en sospechoso de asesinato.
Los nueve sastres – Dorothy L. Sayers, 1934
Protagonizada por Lord Peter Wimsey, un hombre elegante y mundano, acompañado de su sirviente Bunter. En Los nueve sastres, la noche de fin de año, Peter Wimsey sufre un accidente de coche y se ve obligado a pernoctar en una pequeña localidad. El sacerdote local le ofrece alojamiento. Muchos de los aldeanos han enfermado a causa de una fuerte gripe, entre ellos el campanero, de modo que Wimsey se ofrece a cubrir su puesto esa noche. Meses después, fallece el marido de una de las víctimas de la epidemia. Durante el entierro, descubren un cadáver sin identificar y Wimsey se verá implicado en la investigación de este desconcertante hallazgo, que oculta mucho más de lo que en principio aparenta.
Los nueve sastres es una de las novelas policiales más inteligentes y curiosas que se han escrito nunca, pues en ella el lector encontrará múltiples tramas de las cuales, la resolución del crimen no es necesariamente la más interesante. Peter Winsey se desenvuelve a lo largo de varias situaciones en las que la resolución del crimen no parece ir mucho más allá de un pasatiempo, lo que le confiere un toque de originalidad indudable.
La máscara de Dimitrios – Eric Ambler, 1939
La aparición de un cadáver flotando en aguas del Bósforo de un tal Dimitrios, con el rostro desfigurado y un documento de identidad cosido en la chaqueta, dan lugar a la investigación por parte de un escritor de novelas policiales llamado Charles Latimer para averiguar quién era esa persona y por qué acabó muerta de aquella horrible manera. Así comienza La máscara de Dimitrios.
Eric Ambler retrata la turbia Europa de entreguerras, en donde a cada paso, en cada país visitado por Latimer, surge una nueva sorpresa acerca de la personalidad de Dimitrios.
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