Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald: un viaje real a la ficción

Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald. Reseña de Cicutadry

Los anillos de Saturno fue una novela publicada en 1995 por el escritor alemán W. G. Sebald. Aunque el autor tenía 51 años cuando la escribió, era su segunda novela y su cuarta obra de ficción. Los que la leímos en ese momento no podíamos saber que pocos años después, en 2001, el autor iba a morir en un accidente de tráfico.

Con una carrera literaria muy corta, cuando falleció W.G. Sebald era un escritor aclamado en todo el mundo. Sus seguidores esperábamos cada obra nueva como una promesa de felicidad, como una manera distinta y sorprendente de abordar la ficción. Su extraordinaria forma de narrar, como las expectativas que creó, acabaron con su temprana muerte.

Los límites de la ficción

El argumento de Los anillos de Saturno no se puede contar porque no existe. Las novelas de W. G. Sebald carecían de trama, o de argumento, a la manera tradicional. Sus obras eran todo historia, o más podríamos decir que eran una sucesión de historias, como si el escritor nos estuviera contando una experiencia propia a la luz de una chimenea. W. G. Sebald tenía el encanto de los narradores natos.

Tanto es así que, desde el comienzo de su trayectoria literaria, se debatió hasta qué punto sus obras eran de ficción. Desde luego, en ninguna parte se señala en el libro que se trate de una novela, y solo una lectura detenida nos hace ver que el texto contiene tanto de realidad biográfica como de invención pura, sin que los límites sean nunca claros.

A este respecto, una atenta e incisiva lectora como era Susan Sontag reflexionó de la siguiente manera sobre este asunto:

Estos libros reclaman con justicia ser considerados como ficción. Y son ficción, no sólo porque hay buenas razones para creer que mucho ha sido inventado o alterado sino porque, seguramente, algo de lo que Sebald narra sucedió en efecto: nombres, lugares, fechas y demás. La ficción y la objetividad, desde luego, no se oponen. Uno de los reclamos fundadores de la novela inglesa es que la historia sea verdadera. Lo característico de una obra de ficción no es que la historia no sea verdadera —bien puede ser verdadera, en parte o en su integridad—, sino su uso o expansión de una variedad de recursos (aun documentos falsos o fraguados) que producen lo que los críticos literarios llaman «el efecto de lo real». Las ficciones de Sebald —y la ilustración visual que las acompaña— proyectan el efecto de lo real a un extremo fulgurante.

La invención de la realidad

La historia que recoge Los anillos de Saturno se resume en un viaje a pie que el propio W. G. Sebald realiza por el condado de Suffolk, en la costa este de Gran Bretaña. El escritor nos irá describiendo, de manera magistral, lo que ve: paisajes, ciudades, habitaciones, personas. Al hilo de estas descripciones, incluirá sus propios recuerdos, pensamientos, apreciaciones.

Muchas veces lo que ve lo lleva a invocar a un personaje histórico, normalmente un escritor. Sin solución de continuidad, la contemplación de un paisaje rocoso reaviva el recuerdo del escritor Thomas Browne, que fue médico por las tierras que recorre W. G. Sebald. Curiosamente, no se detiene en sus obras literarias, sino en su vertiente científica, religiosa y esotérica.

En esos momentos, el lector se queda enganchado a la atractiva rememoración de Thomas Browne, que lee como si de una novela se tratara. Nosotros, además, recordamos entonces que Jorge Luis Borges decía que Thomas Browne era el mayor prosista de la lengua inglesa. Como si W. G. Sebald adivinara nuestros pensamientos, incluye unos comentarios a algunos cuentos de Borges, como si el paisaje natural que tiene ante sus ojos fuera también un paisaje interior, un paisaje moral que quiere compartir con los lectores a través de las ficciones de Borges.

El viaje interno

En este sentido, Los anillos de Saturno no es diferente al resto de las obras de W. G. Sebald. Toda su literatura tiene un aire común, una forma única de abordar la narración. De nuevo Susan Sontag nos puede ayudar a comprender el peculiar estilo del escritor alemán:

En los libros de W. G. Sebald, un narrador que lleva el nombre de W. G. Sebald —según se nos recuerda en forma ocasional— viaja para rendir cuenta de la evidencia de una moral en la naturaleza, retrocede ante las devastaciones de la modernidad, medita en torno a los secretos de vidas oscuras. En alguna jornada de investigación, lanzado por algún recuerdo o noticia de un mundo perdido sin remedio, él recuerda, invoca, alucina, lamenta.

¿Por qué decimos entonces que un libro como Los anillos de Saturno es ficción? Precisamente por ese viaje al interior que está en la raíz de las narraciones de W. G. Sebald. De nuevo una atenta lectura de cualquiera de sus obras nos descubre que al escritor le ocurren demasiadas cosas, que se encuentra con demasiadas personas, que sus recuerdos personales son excesivamente ricos. El lector comienza a sospechar que hay mucho de imaginación en los aparentemente insulsos viajes del escritor. Pero, igualmente, no es capaz de distinguir la verdad de lo meramente inventado.

Un escritor romántico

Podríamos decir que el hilo conductor de Los anillos de Saturno es el propio W. G. Sebald. Ni siquiera lo es el camino, o los acontecimientos que se va encontrando a su paso. La verdadera fuerza expresiva de la novela parte de la intención del autor por entretener al lector con sus recuerdos y experiencias, reales o imaginarios. De ahí que, en sus alusiones a recordados escritores, siempre se detenga en la parte más fantástica o extravagante de sus obras o sus vidas, al igual que hacían los escritores románticos en su época.

De Borges extrae comentarios sobre algunos de sus cuentos, justamente de los más fantásticos. Tampoco nos extraña sus alusiones al Libro de los seres imaginarios, una obra menor de Borges pero muy significativa en el contexto de la novela.

Igualmente le ocurre con su recuerdo de Joseph Conrad. Se detiene, no en su literatura, sino en sus orígenes familiares, muy mitificados por el escritor polaco, y también se recrea en su alucinante aventura en el Congo, que lo llevó a escribir El corazón de las tinieblas. Pero de esta novela W. G. Sebald no dice absolutamente nada. La rememoración de un escritor como Algernon Charles Swinburne tampoco debe extrañarnos: fue un raro entre los raros, una especie de invención de sí mismo. Como posible lo fue también W. G. Sebald.

Historia natural de la devastación

En Los anillos de Saturno, W. G. Sebald mantiene un tono narrativo, que será habitual en él: entre la melancolía y la evocación desoladora. A W. G. Sebald no le gusta el mundo en el que le ha tocado vivir pero, curiosamente, es la realidad la que utiliza para construir su mundo literario. En su estilo hay una medida resignación, una púdica protesta, una sentida perplejidad frente a la realidad y a la vida:

Desde la primera antorcha hasta los reverberos del siglo XVIII, y desde el brillo de los reverberos hasta el resplandor macilento de las farolas de arco sobre las autopistas belgas, todo es combustión, y combustión es el principio inherente a cada uno de los objetos que producimos.

La confección de un anzuelo, la manufactura de una taza de porcelana y la producción de un programa televisivo se basan, en definitiva, en el principio de combustión. Las máquinas que hemos inventado tienen, al igual que nuestro cuerpo y nuestra nostalgia, un corazón que se consume con lentitud. Toda la civilización de la humanidad, desde sus comienzos, no ha sido más que un ascua que con el paso de las horas se torna más intensa, y de la que nadie sabe hasta qué punto se va a avivar y cuándo se va a extinguir.

Hay una especial atención de W. G. Sebald por la extinción de las cosas. Los anillos de Saturno refleja la devastación del mundo por la simple erosión del tiempo. Y es que el tiempo es uno de los grandes personajes de las creaciones de W. G. Sebald: su paso irremisible, su agotamiento. Años después de fallecer apareció un libro póstumo llamado Sobre la historia natural de la destrucción, un título que resume toda una obra.

Los anillos de Saturno. W. G. Sebald. Anagrama.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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