Juan Liscano (1915–2001). Venezuela
Crítico literario, ensayista y poeta, Juan Liscano fue una figura central de la cultura venezolana del siglo XX. A través de su obra poética, profundamente reflexiva y espiritual, Liscano indagó en las grietas del alma contemporánea, en el sentido de la existencia y en los vínculos secretos entre lo humano y lo trascendente.
Aunque más conocido por su labor como editor y pensador —dirigió revistas fundamentales como Letras y trabajó intensamente en la promoción de la literatura indígena y popular venezolana—, su poesía, marcada por una austeridad expresiva y una exigente hondura, constituye un legado silencioso pero imprescindible. Poesía para leer despacio, con la mente abierta y el corazón alerta.
El poema “Carencia” es un claro ejemplo de su búsqueda esencial: una reflexión sobre la ausencia que se siente como plenitud a la vez que como urgencia vital. Una sed que no se sacia, pero que define el vivir.
CARENCIA
¡Sí! es necesidad, por eso tan real,
surtiendo adentro,
recreando lo creado,
persistencia indefinible juntando
expectación y carencia,
algo abstracto, fuera de consumo,
inconsumible, llamada confundida
con la costumbre de respirar.
Tan sólo cuando un hecho en bruto
altera la perfecta maquinaria del soplo
se oye, de pronto, la respuesta.
La respiración del deseo
El poema comienza con una afirmación que parece contradictoria:
¡Sí! es necesidad, por eso tan real…
La carencia, lejos de ser una ilusión o un defecto, se nos presenta como algo “real”, incluso más real que lo tangible. Es una necesidad que nos constituye, que brota desde dentro, que “surte” y “recrea” la vida misma.
persistencia indefinible juntando
expectación y carencia,
La idea de persistencia indefinible es central. No se trata de una falta pasajera ni de un deseo puntual: es una espera constitutiva, una tensión constante que configura la conciencia. Expectación y carencia no se oponen, se alimentan mutuamente.
algo abstracto, fuera de consumo,
inconsumible,
En una época marcada por la urgencia de consumir, Liscano se atreve a hablar de lo que no puede ser poseído, de lo que no se agota ni se convierte en objeto. Esta carencia no es defecto, sino fuente inagotable de sentido.
llamada confundida
con la costumbre de respirar.
Aquí aparece la imagen más poderosa del poema. Esa llamada, ese anhelo constante, se confunde con el propio hecho de respirar. No sentimos su presencia hasta que algo altera el equilibrio. La carencia es tan constante que no la notamos… hasta que duele.
Tan sólo cuando un hecho en bruto
altera la perfecta maquinaria del soplo
se oye, de pronto, la respuesta.
Es en el quiebre, en la irrupción de lo inesperado, cuando se revela lo que estaba latiendo en silencio. La respuesta aparece, pero no como solución, sino como revelación del vacío que nos habita.
Con un lenguaje preciso, casi clínico, Carencia consigue explorar el vértigo de una necesidad espiritual que no puede satisfacerse con objetos, palabras o gestos. Es una meditación sobre el misterio del vivir, donde el deseo se confunde con la vida misma y la ausencia se convierte en fundamento.
Liscano no ofrece respuestas, pero nos deja con una certeza inquietante: lo que llamamos plenitud quizás no sea más que la forma en que aceptamos —con lucidez y temblor— nuestra inevitable incompletud.