Convendrán conmigo en que a muy pocas personas les agradaría la idea de pasar unas vacaciones de verano en soledad, sin la compañía de la familia o de los amigos. El cineasta francés Eric Rohmer, que se caracteriza por la sencillez de sus tramas, parte justamente de esa línea argumental y con El rayo verde nos presenta una película que podría definirse como sus cuentos estacionales, en este caso se trata claramente de un cuento de verano, como puede serlo Pauline en la playa. En El rayo verde la protagonista es Delphine, una secretaria de oficina que, poco antes de las vacaciones veraniegas, rompe con su pareja y, para colmo, el viaje que tenía planeado hacer con una amiga se cancela inesperadamente. Con gran frustración, Delphine no acepta tener que pasar el verano sola pero no encuentra nadie que la acompañe. Sus padres le ofrecen irse con ellos a Irlanda, pero ella se opone y cae en una espiral de frustración y tristeza cada vez mayor. Pese a que mantiene varios encuentros con sus amigos y estos le presentan a posibles parejas, de un modo u otro, ella siempre termina rechazándolos.
Llega el mes de agosto y su amiga Françoise la llama para que pasen un día de playa. Allí Delphine escucha una conversación en la que mencionan la novela de Julio Verne que da título a esta película: El rayo verde. Según la leyenda, dicho rayo sólo puede verse a la puesta de sol, por aquellas personas que están enamoradas. La misma leyenda asegura que si dos personas contemplan este rayo a la vez, se enamoran al instante la una de la otra. Además, según se refiere en la novela de Julio Verne, quien ve el rayo verde, es capaz de comprender sus propios sentimientos y los de los demás.
El rayo verde es una película que aborda el tema de la soledad, materializada en una mujer que parece incapaz de relacionarse de una forma íntima con los hombres, lo que la hace caer en una tristeza y una frustración asoladoras. Esta película contiene una importante carga simbólica y un ejemplo de este simbolismo son las tres escenas en las que Delphine encuentra un naipe en la calle. Las cartas representan símbolos del destino y del azar, que son elementos recurrentes en el cine de Rohmer. En dichas figuras Delphine creerá estar viendo su propio destino reflejado, un destino en el que su mundo se desploma y ella, incapaz de amar y ser amada, pierde el control de su vida.
Cuando Delphine regresa de su estancia en la playa a París, conocerá a otro hombre con el que, esta vez sí, logra un mayor acercamiento. Deciden ir a la playa y allí él le propondrá a Delphine realizar un viaje juntos. Ambos contemplan la puesta de sol y, justo en ese momento, se produce ese efecto óptico conocido como el rayo verde y Delphine llora, pero esta vez es de felicidad.
Sin duda El rayo verde es una de las películas más sobresalientes de Rohmer, de las más maduras y refinadas en muchos aspectos. Rohmer filmó esta película en el verano de 1984, aunque tardó dos años más en estrenarla pues el director persiguió incansablemente rodar el efecto del rayo verde que sólo se produce en unas condiciones climáticas muy especiales. Al final, tras multitud de intentos fallidos consiguió grabarlo en las Islas Canarias en diciembre de 1985.
La sencillez de las tramas de Rohmer no hace que su películas carezcan de interés ni de introspección psicológica. Al contrario, el director parece extraer hasta la última gota de jugo a una historia aparentemente mundana. Como los mejores perfumes, Rohmer parece centrarse en recoger la esencia más pura de las cosas lo que, desde un punto de vista estilístico se traduce en una austeridad formal que, sin embargo, está dotada de un lirismo poético aunque rehúya deliberadamente del barroquismo y los efectos ornamentales.
El rayo verde, de Rohmer, es el retrato analítico más que de un comportamiento, de un estado de ánimo mediante un lenguaje visual ligero, casi etéreo, pero nada imperfecto. De hecho, Rohmer era un perfeccionista y prueba de ello es que pasó dos años sin estrenar la película hasta que no consiguió filmar la última escena.
Desde Cicutadry queremos desear a los lectores que comiencen ahora sus vacaciones estivales que pasen un buen verano. No sé si alguno de ustedes tendrá ocasión de viajar cerca del mar y pasarán por alguna playa. Si es así y se quedan un atardecer a contemplar la puesta de sol, sigan el ejemplo de esta película y procuren hacerlo siempre en compañía. Tal vez alcancen a ver uno de esos rayos verdes y, además del goce visual, si la leyenda fuese cierta, alcanzarían a comprender sus propios sentimientos, lo ajenos, o incluso acabarían enamorándose. Quién sabe.