Scott Fitzgerald: el ocaso de un dios

Francis Scott FitzgeraldLos anti héroes que pueblan relatos como Al este del paraíso y El gran Gatsby pueden converger sin duda en la figura de su autor, Scott Fitzgerald, el escritor más emblemático de la nostálgica “era del jazz” y trágico personaje en cuya vida, gloria y ruina puede decirse que se disputaron eternamente el rol protagonista. Miembro de la conocida como la  Generación perdida o también de la Era del jazz, Scott Fitzgerald, pese a haber malogrado su talento o, precisamente debido a ello, sigue considerándose como un icono literario que perdura en la historia de la literatura contemporánea, aunque la parte de su vida que más se recuerda y que dio lugar al mito que hoy en día es sea, en cierta manera, la triste historia del ocaso de un dios.

Francis Scott Key Fitzgerald llegó al mundo en una comunidad de Minnesota en 1896. Durante los años de su infancia se crió en Buffalo, Nueva York, recibiendo una formación católica dictada por su padre, un inmigrante de origen irlandés que trabajó buena parte de su vida para las modernas industrias que comenzaban a surgir en torno a la gran ciudad. La estabilidad laboral del cabeza de familia duranete aquellos años le permitió disfrutar al joven Fiztgerald de un periodo de educación básica constante y esmerada en el que pronto sobresaldrían sus dotes para el lenguaje y la narrativa. Ya en la adolescencia comenzó a desarrollarse el interés por la escritura profesional que, de un modo portentoso, no tardó en cuajar.

Scott Fitzgerald, el niño de oro

El pequeño genio comenzó a publicar a los doce años, convencido de tener las dotes necesarias para convertirse en un autor acaudalado y de respeto. Este anhelo tan temprano por alcanzar el éxito literario, en condiciones normales habría sido ignorado y tratado como una quimera. Sin embargo, la demostración patente de su talento fue apoyada por su entorno familiar, comenzando por sus padres, que no dudaron un segundo en hacer lo necesario para foemtar ese talento, para lo cual no dudaron en matricularlo en una escuela secundaria de prestigio y, más tarde, en la Universidad de Princeton. Allí se convirtió en un joven atractivo y vivaz que frecuentaba sociedades culturales y clubes literarios locales con avidez. Pero su entusiasmo le cobró cara la factura. Su dedicación a la escritura libre le hizo descuidar sus estudios hasta el punto de llevarlo a renunciar a ellos para enrolarse en el ejército esperando encontrar en él una fuente de inspiración y sustento para seguir escribiendo sin limitaciones.

Amores en puerta

Tras dejar Princeton, el amor le había golpeado con una pasión inclemente generada por una joven de la alta sociedad con la que nunca llegó a concretar no formalizar una relación estable. Este enamoramiento casi secreto le inspiró lo que vendría a ser su primera obra de importancia, Al este del paraíso, la primera gran novela que publicó en 1920, con tan solo veinticuatro años, en un momento en que terminaba de mudarse a Nueva York tras haber abandonado el ejército y vagar batallando con empleos duros y mal pagados.

En ese momento el objeto de su afecto era Zelda Sayre, la guapa y rica hija de un juez de la Corte Suprema de Alabama, a quien se había propuesto conquistar incluso a costa de reestructurar sus escritos con tal de publicar de inmediato y vender a lo grande. Al este del paraíso tuvo un éxito avasallador que le hizo ganar, en tan sólo unas semanas, lo que no hubo ganado durante años y le permitió al fin convertir a Zelda en su flamante esposa.

Aquellos años dorados

En 1925 Fitzgerald tuvo una hija y gozó de una vida de ensueño plagada de fiestas, de viajes y lujo por doquier. Su segunda y tercera novela, Hermosos y malditos (1922) El Gran Gatsby (1925) respectivamente fueron publicadas pero no lograron el éxito mediático y de ventas que obtuvo con su primera novela. Debido al costoso y elaborado estilo de sus narraciones, cada vez más exigente consigo mismo, la escritura comenzó a hacerse una tarea cada vez más ardua complicada y, para lograr mantener su ritmo de vida, a menudo se vio obligado a publicar historias cortas y trabajar como guionista en Hollywood para poder pagar las cuentas, trabajos que Fitzgerald despreciaba y que tildaba como “prostitución”. Sin embargo, no cabe duda de que los relatos de Scott Fitzgerald son un elemento clave de su obra, siendo los más conocidos los que publicó bajo el título de Cuentos de la era del jazz. Precisamente en los años que publicó esos relatos conoció a Ernest Hemingway en París, con quien tuvo una amistad que se vería rota, sobre todo, por culpa de su esposa Zelda, a quien Hemingway veía como una rémora que impedía que todo el talento de su colega y amigo aflorase, no solo por la locura incontrolada de Zelda sino porque, según relata Hemingway en su excelente libro París era una fiesta, fue ella quien le indujo al alcoholismo y frustró su carrera. Llegado el año de 1930, la salud mental de Zelda estaba cada vez más castigada por la esquizofrenia y el autor batallaba por publicar la cuarta novela que preparaba desde casi una década antes. El alcoholismo frenaba su trabajo a pasos agigantados y minaba velozmente su salud. Tuvieron que ingresarlo repetidas veces en un hospital para tratar su adicción. Todos sus amigos observaban esta decadencia de un modo preocupante y todos estaban horrorizados al ver cómo se consumía bebiendo de un modo desenfrenado.

Finalmente, en el año 1934, su nueva novela Suave es la noche es lanzada con grandes dificultades. Apenas seis años después, Scott Fitzgerald, que hubo fascinado a propios y extraños con su prosa directa pero elegante y sus apasionantes relatos de brillo y decadencia, fallecía en Los Ángeles por complicaciones cardíacas. Su esposa Zelda perdería la vida ocho años más tarde en un trágico incendio en la clínica psiquiátrica donde permanecía interna. Su última obra, The love of the last tycoon, se publicó póstumamente en 1941.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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