Summersoft / Covering End / La gran oferta. Henry James: Historia de una obsesión

SummersoftUn hecho insólito pone en evidencia la obsesión de Henry James por triunfar en los escenarios: en 1895, poco después del fracaso personal que supuso el estreno de Guy Domville, recibió un encargo de la entonces famosa actriz Ellen Terry, a la sazón en el momento cumbre de su carrera. Quería una pieza de un solo acto para su próxima gira americana. James, rompiendo su promesa de no volver a dedicarse al teatro, tiró de un viejo apunte, escrito en su cuaderno de notas tres años antes, para dar vida a una dama americana que habría de representar la idea del apego al pasado, a lo novelesco, a la historia y el conservadurismo. En otras palabras, una mujer de temperamento americano —con sus libertades y su inmunidad a las tradiciones- pero con una imaginación proclive a cultivar un espíritu conservador entre un puñado de personas que ya comienzan a decaer, a vulgarizarse y -en su propia opinión- a americanizarse. Naturalmente, viniendo la idea de Henry James, esta irónica reversión de las costumbres obligaba a situar la acción en Gran Bretaña, es decir, debía “americanizar” a los ingleses. Así nació Summersoft, la obra de un solo acto con la que el autor finalizaría su primer periplo teatral.

Para invocar el pasado más decadente, sitúa la acción en una vieja pero bellísima mansión que el capitán Yule acaba de heredar, aunque con una penosa carga: la propiedad está completamente hipotecada y el capitán no tiene dinero para recuperarla. Tal vez por eso no se ha acercado a la casa desde que tres meses antes la heredara. De hecho acude a ella porque así se lo ha pedido el señor Prodmore, agente inmobiliario que se ha hecho con la hipoteca.

La intención de éste es quedarse con la mansión de manera interpuesta; se la cederá al capitán con dos condiciones; la primera es que se presente como candidato del partido conservador por el distrito y así adquiera un cierto prestigio. Yule es un hombre de ideas avanzadas que abomina de todo lo que suene a conservadurismo, pero ésta no es la más cínica de las condiciones: la otra condición es que se case con su hija Cora.

Cora Prodmore es una joven que, como corresponde a una comedia de James, ya está previamente enamorada de un muchacho sin recursos económicos. La renuncia que le pide su padre es más de lo que podría esperar. Cora, cuya presencia también ha sido requerida en la casa, llega en tren junto a una viuda americana a la que se encuentra por casualidad, la señora Gracedew, una mujer culta y encantadora que desde su Minnesota natal está haciendo un recorrido por las mansiones más hermosas de Inglaterra, las cuales conoce al dedillo gracias a los libros.

La llegada de la señora Gracedew, cuando ya el drama entre el desvergonzado Prodmore, su hija y el capitán Yule se ha puesto en marcha, romperá en pedazos todas las expectativas acerca de cómo debe comportarse una dama americana. Como decíamos, esta mujer representa todo lo que se entiende que no tiene un país nuevo como Estados Unidos: historia, tradición, belleza, prejuicios, supersticiones. Llega a una nación donde se supone que hay de todo esto, ¿y qué se encuentra? A un hombre haciendo viles negocios con sus semejantes.

Henry James de nuevo echa mano a la vivacidad que caracteriza buena parte de sus mujeres americanas y con decisión pone patas arriba el tinglado del señor Prodmore haciéndose con la casa por un precio ciertamente alto, con lo que libera de cualquier obligación a Cora y al capitán Yule, y de camino, le hace a éste una oferta que no puede rechazar, todo ello dentro de la mejor tradición de la comedia inglesa, ligera e irónica. Naturalmente no puede faltar el mayordomo perfecto y los turistas que van a visitar la hermosa mansión.

La unidad de tiempo y espacio, inevitable en una pieza de un solo acto, requiere que las situaciones se produzcan a gran velocidad, circunstancia de la que James sale airoso con un tono amable y unos diálogos llenos de frescura. Lo que en principio puede tomarse como un drama convencional termina convirtiéndose en una pequeña comedia de costumbres al revés, con escenas francamente divertidas. Por ejemplo, la resuelta dama decide sustituir durante un momento al estirado mayordomo con motivo de la visita de los turistas con unas explicaciones estimulantes –muy a la americana– que son una delicia: parece la dueña de la casa, orgullosa de pertenecer a una vieja estirpe, mientras que en esos momentos el capitán Yule decide sobre su futuro político y Mr. Prodmore trata de hacer negocios; es decir, una situación planteada con el paso cambiado.

Lamentablemente, la actriz Ellen Terry pagó un anticipo de 100 libras a James y después se desentendió del texto. La perspectiva de ver de nuevo una obra sobre los escenarios se volatilizó al cabo de un año.

El escritor, entonces, decidió utilizar el argumento para un relato. Desconocemos qué lo llevó a semejante torpeza, pero la cuestión es que cambió el nombre de la casa, Summersoft, por otro, Covering End, y lo publicó en un libro tres años después. Covering End tiene el dudoso honor de ser el cuento que acompañó a Otra vuelta de tuerca, cuando decidió incluir los dos en el volumen titulado The Two Magics, en octubre de 1898.

Digo esto porque el relato es una transcripción casi exacta de la obra teatral, e ineludiblemente, lo que funciona en el teatro no funciona en la narrativa. Nos parece asombroso que un escritor con la perspicacia de Henry James no se diera cuenta de este hecho insoslayable. En prosa, la acumulación de situaciones cambiantes en muy corto espacio de tiempo es completamente inverosímil, la sutileza y la ironía se pierden, los diálogos parecen encabalgarse unos sobre otros, el tono de comedia pasa de agradable a chusco y, en definitiva, si el lector que no está avisado del origen del cuento queda estupefacto ante un argumento tan descabellado. Que además acompañara a uno de los mejores relatos de James –en un volumen que, para más inri, aludía a la magia– nos viene a dar la medida de la pérdida del sentido común del insigne escritor cuando se trataba de asuntos teatrales.

No obstante, cuando parecía que el tema ya estaría olvidado, James volvió a superarse a sí mismo: en 1907, a pedido de Johnston Forbes-Robertson -que estimó que el cuento era atractivo desde el punto de vista teatral, un vehículo ideal para él y su esposa norteamericana- el escritor convirtió Covering End en La gran oferta (The High Bid), una obra de teatro que esta vez tendría tres actos, según los deseos de lucimiento del actor y director inglés.

La idea de aumentar en vez de acortar la obra le gustó a James, que trató de incidir en los puntos más irónicos de la comedia: le dio más espacio al mayordomo y a los turistas. “Acepté, por la ambición de un posible poco de oro”, le escribió a una amiga. “Suceda lo que suceda, The High Bid es una pequeña invención muy segura, prolija y grata (en el sentido ortodoxo), que ningún destino monstruoso puede superar”, recalcó refiriéndose sin duda al fiasco que le significó Guy Domville.

Pero una vez más se equivocaba. En sus biografías se pasa caritativamente por encima del estreno de esta obra en Edimburgo, en 1908. Aunque ese día fue bien recibida, Forbes-Robertson decidió retirarla de cartel: simplemente, estaba anticuada. El público de principios de siglo ya estaba más preocupado por los dramas sociales y las inquietudes políticas de autores como George Bernand Shaw que por ingenuas estampas sentimentales en la campiña inglesa. Por puro compromiso La gran oferta se representó durante cinco matinés en Londres y recibió piadosas críticas de algunos admiradores de la obra de James, como el escritor Max Beerbohm:

Por poco que pueda darnos el señor James en el escenario de su gran arte, aun ese poco tiene una calidad que ningún otro hombre puede darnos. Una magia inalienable.

Lo cierto es que La gran oferta había llevado hasta el extremo el desesperado celo del escritor por triunfar en el teatro. Había alargado innecesariamente una obra, Summersoft, que era deliciosa en su longitud, pero no daba para más. Fue una lástima que Henry James no utilizara un argumento tan divertido para debutar en Londres en 1895, en lugar del farragoso Guy Domville. Aún en aquel tiempo se podían escribir comedias ingeniosas como lo demostró Oscar Wilde. Pero en 1908, Wilde y James estaban igual de muertos para el público.

Summersoft. Henry James. Complete Works of Henry James. Delphi Classic.

Reseñas sobre Henry James en Cicutadry:

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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