Una dama extraviada. Willa Cather

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Resulta manido acudir a la famosa sentencia de Baltasar Gracián según la cual lo bueno, si breve, es dos veces bueno, pero en literatura sí que tiene su importancia, por cuanto la justa medida de una historia viene muchas veces unida a la maestría de la misma. Valga como caso ejemplar Una dama extraviada, la excepcional novela corta que en 1923 escribió la norteamericana Willa Cather (1873-1947). Y es excepcional porque resulta difícil encontrar una obra que muestre una relación tan impecable entre lo que se quiere contar y lo que se cuenta. No hay una palabra superflua, una situación que esté de más y, por otro lado, parece contener los elementos justos para causar en el lector la sensación que la autora sin duda tuvo la intención de causar.

Willa Cather nos presenta en esta novela a unos espíritus muy sensibles, a punto de ser derrotados por lo que la escritora consideraba la estupidez y el mercantilismo de la vida moderna. De cierta manera, Willa Cather pretende reflejar la destrucción de la vida en el medio Oeste y la muerte de la tradición de los pioneros, pero no lo hace desde una visión romántica o convencional del pasado, sino desde la perspectiva de una mujer fuerte y optimista que se va adaptando a los nuevos tiempos sin que por ello eche de menos lo que fue. Ahí reside el complejo equilibrio de este relato: el lector descubre lo que no ve la propia protagonista, es decir, la decadencia de una época y, en particular, de esta mujer singular, sin que ella se dé cuenta.

Este desmoronamiento se observa en la llegada a los vastos territorios conquistados por soñadores y aventureros de corazón pródigo de una pandilla de especuladores, muchos de ellos nacidos en esas mismas tierras, que, sin arriesgar nada, se beberán el espejismo y extirparán el fértil espíritu de la libertad y la vida generosa y fácil de los grandes terratenientes. Uno de esos terratenientes que llevaron la prosperidad y el progreso al medio Oeste a través del ferrocarril será el capitán Daniel Forrester, casado con una de las mujeres más atractivas que puede encontrarse en la literatura, su esposa Marianne Forrester. Esta cautivante mujer es una mujer en la frontera, que no pertenece más que a sí misma, apasionada hasta el error, viva en su poderosa intensidad. Es una mujer adorable y temible cuya dimensión se logra en la contrafigura del hombre que la ama, digno y oscuro. Su esplendor y caída se narrará desde los ojos asombrados de un adolescente que, como el lector, se enamora inmediatamente de la irresistible Marianne.

No será la espectacularidad o el morbo de la historia lo que atraiga sino la capacidad de extraer la intriga de los personajes y su ambiente, lo que Willa Cather consigue componiéndolos al detalle. En muy pocas páginas forma la personalidad de esta apasionada mujer y el atractivo que ejerce sobre el joven Niel Herbert, a través de cuya mirada vemos a Marianne. No podemos decir que se enamore de ella, sino algo más importante: él la idealiza, hace de ella una mujer sin defectos, segura, fuerte, insuperable.

La enfermedad del capitán Forrester será el momento en que se produzca un punto de inflexión en la historia de la familia. Con la enfermedad, además, llegará el desastre económico: los nuevos tiempos no se adaptan a la forma de entender la vida de los pioneros. Marianne se sentirá cada vez más cautiva dentro de su gran casa, olvidada de los grandes amigos de los tiempos felices. Una naturaleza apasionada como la suya se volverá contra sí misma. El joven Niel descubrirá las cartas que le envía un viejo amigo, con fama de crápula, y más tarde, ausente el capitán de la casa, sorprenderá la risa femenina, impaciente y ansiosa de Marianne entremezclada con otra risa muy distinta, de hombre, pegajosa y perezosa.

La maestría de Willa Cather, lo que la hace inconfundible, es su forma de abordar las situaciones más importantes: el joven no ve la escena, sólo la escucha; sospecha y deduce, pero no constata. A partir de ese momento, Niel creerá que está ante el fin de aquella admiración y lealtad que habían sido como un florecer en su existencia. Y cuando parece que la estrella de Marianne se apagará sobre el horizonte de Niel y de sus chismosos vecinos, aparecerá de nuevo, más poderosa que nunca, pujante, admirable.

Una dama extraviada es una mezcla armoniosa y bien medida que no cae en retóricas fáciles ni en sentimentalismos. Hay una finura y una delicadeza de percepción de la realidad en Willa Cather que se corresponden prodigiosamente con la sutil expresividad de su escritura. Donde en otras novelas es necesaria la descripción y el dramatismo, en ésta la mezcla mágica de sugestión y sutileza aportan la suficiente cualidad literaria misteriosa y sustancial para atraer al lector desde la primera página. Willa Cather sabía lo que quería escribir, tenía una concepción noble y profunda de la vida y supo plasmarlo en su obra. Una dama extraviada, por su brevedad, por su concisión y su intensidad, es una joya literaria, una novela redonda.

Una dama extraviada. Willa Cather. Alba Editorial.
  

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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Un comentario

  1. Me gusta mucho Willa Cather. Una autora que escribe inteligente, transmite las emociones que contextualizan la trama sin necesidad de largas descripciones explícitas, trata al lector como alguien con juicio suficiente, y no como a alguien a quien hay que darle todo masticado. Y sobre todo, es capaz de crear un climax emocional sin tener que dramatizar.

    Gracias por la reseña. Un saludo.

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