Así termina la democracia, de David Runciman: ¿puede haber un sistema mejor?

Así termina la democracia, de David Runciman

«¿Cuánto podemos persistir con unos elementos institucionales en los que nos hemos acostumbrado a confiar sin darnos cuenta de que ya han dejado de funcionar?» Esa es la pregunta que se hace David Runciman en su ensayo Así termina la democracia, que nos lleva a reflexionar sobre cuestiones que, al menos hasta ahora, nos podían parecer sumamente improbables. La evidente pérdida de confianza de los votantes incita a hacernos pensar que ese final de la democracia está cerca. Pero, ¿cómo encajaría la sociedad el fin del sistema democrático en pleno siglo XXI? Y en caso de que eso sucediera: ¿podría haber un sistema mejor cuando la democracia se acabe?

David Runciman cita la frase de Churchill que afirmaba que «la democracia es la peor forma de gobierno a excepción de todas las demás». Pero, obviamente, conformarse con esa frase como una justificación irrefutable parece un argumento demasiado endeble. ¿Qué pasaría si resulta que nadie está dispuesto a defender ese mal menor? Hasta cierto punto, ni siquiera parece atractivo luchar por una mala solución aunque sea calificada de “mal menor”. Luego entonces, se pregunta David Runciman: ¿Existe alguna alternativa? ¿Podemos probar otro sistema? ¿Alguien tiene algo mejor?

Alternativas al modelo democrático

Pese a este comienzo, el ensayo de David Runciman no es del todo pesimista, sino más bien todo lo contrario. Así termina la democracia explora distintas alternativas que el autor va desmontando hasta refutarlas por el sistema de reducción al absurdo: el Estado Corporación, el Autoritarismo Pragmático, la Epistocracia, la Robotcracia y la Anarquía son las posibilidades que este politólogo explica con sencillez y claridad.

El Estado Corporación funcionaría como una gran empresa dirigida por un consejo que, al igual que sucede en la mayoría de las empresas, no es elegido por la ciudadanía. En este modelo los ciudadanos son meros clientes y, como tales, más que inmiscuirse en política, solo quieren que la “empresa” con la que mantienen relación funcione correctamente. Este modelo está caduco y supondría un retroceso considerable, por lo que el autor lo desecha.

El Autoritarismo Pragmático es el actual modelo chino. En apariencia es un modelo que funciona: la economía china crece sin parar. Sin embargo, los ciudadanos no gozan de todas las libertades. Eso sí, esa falta de libertad el Estado la suple dándoles todo lo que puedan necesitar. Es el modelo que cada vez se extiende subrepticiamente a un mayor número de países: un rápido crecimiento económico y un fuerte sentimiento nacional que refuerza los beneficios colectivos sobre la libertad individual.

La Epistocracia es el gobierno de “los que saben”. Se trataría de de establecer un sistema ponderado del voto, discriminando a aquellos ciudadanos que estén peor informados sobre temas políticos, económicos o sociales que afecten a un determinado gobierno. El problema obvio de este método es cómo se puede establecer quiénes son los ciudadanos que más saben y quiénes son los que menos.

La Robotcracia consistiría en un planteamiento meramente tecnocrático: dejar que sean las máquinas las que sustituyan a los humanos en la toma de decisiones políticas. Como muestra de esto, David Runciman menciona el caso de una empresa tecnológica anunció que estaba trabajando en un sistema de inteligencia artificial capaz de mostrar a los votantes qué debían votar antes de que ellos mismos lo supieran. Con la cantidad de datos que se guardan ahora mismo de todo el mundo, sería perfectamente posible saber por adelantado qué opción política conviene más a sus gustos y a sus necesidades.

La Nueva Anarquía este último enfoque plantea que por encima de todo está la necesidad de libertad absoluta para el ser humano. Los avances tecnológicos pueden hacer realidad este sistema. Pero, para el autor, este sistema no deja de ser una utopía irrealizable.

Tras analizar todas estas soluciones alternativas a la democracia, David Runciman concluye que la democracia occidental está pasando por lo que en las personas es la típica crisis de los cuarenta o de los cincuenta: una crisis de madurez. Y la compara con el caso de un hombre de  mediana edad que se compra una moto llevado de un impulso repentino. No cabe duda de que puede estar cometiendo una temeridad: si la suerte no le acompaña, tal vez acabe estrellado o envuelto en una bola de fuego. Pero la peligrosidad de tal acción no es ni remotamente similar a la que esta tiene cuando es un adolescente de diecisiete años. Lo más normal, según el autor, es que «lo máximo a lo que nuestro hombre maduro se arriesgue sea a hacer un poco el ridículo«.

El final de la democracia: un largo camino por recorrer

En su ensayo Así termina la democracia (2018), David Runciman hace un extenso recorrido a través del tiempo para analizar distintos despropósitos históricos, desde Grecia hasta hoy, recorriendo a vista de pájaro los desastres de la guerra y sus nefastas consecuencias para toda la humanidad. En este viaje replantea la validez de la democracia, pero no solo como sistema, sino como principio de una nueva forma de pensar, sin miedo a la guerra, a la crisis o al desastre.

Así termina la democracia analiza también las causas que pueden poner fin a la democracia como un golpe de estado, un desastre causado por una guerra o por la naturaleza y la tecnología.

David Runciman deja una puerta abierta a la acción política como acto colectivo, proponiendo una tesis que va más allá de la pura especulación sobre la validez del sistema democrático, en contraposición a otras visiones personales más catastrofistas ante el hundimiento de la democracia como sistema político.

Según el analista británico ahora se trata de traspasar la trampa de la confianza, esa percepción de una realidad social impuesta que nos avoca a pensar que el sistema no es válido coyunturalmente, siendo precisamente todo lo contrario: el gobierno del pueblo (demo, ‘pueblo’; cracia, ‘gobierno’) debe ser proactivo y vocacional, procurando su acercamiento a las necesidades sociales y no distanciándose de ellas.

Se trata de un análisis político desprovisto de los tecnicismos habituales del discurso intelectual, escrito con un estilo limpio y claro, que va mucho más allá de la simple apostura, lejos de otras lecturas políticas más técnicas, ortodoxas o clásicas. Aquí la espesura del bosque no existe, la realidad se cuenta desnuda, tal cual es. No hay árboles entre el observador y lo observado.

El autor frente a su obra 

La obra ensayística de David Runciman parte de una evidente pérdida de confianza en el sistema griego de representación política llamado democracia, así como de la necesidad de buscar respuestas para evitar su declive. En conjunto la bibliografía de David Ruciman es un paradigma de la política de nuestro tiempo, un excelente ejercicio de análisis global de la realidad.

Más allá de su A.D.N. político, el análisis de la sociedad democrática de David Runciman viene definido por su visión sobre el paulatino alejamiento de la clase política de los problemas reales de nuestra sociedad.

Su visión de una crisis de la democracia fagocitada por sí misma es sencillamente brillante. Interpela a la inherente capacidad del pueblo (demos) para elegir a su gobierno (cracia) y exigir de ellos soluciones prácticas, asequibles y equitativas a los grandes enigmas aún por resolver.

Varios son los grandes retos que las sociedades democráticas habrán de superar en los próximos años para la continuidad de la democracia, según el profesor de Cambridge David Runciman: el enigma de una China totalitaria y opaca en cuanto al respeto a los derechos humanos, la descarbonización del mundo, el terror congénito a una próxima crisis económica, la gestión inteligente de los recursos naturales y la movilidad universal de las personas.

Así termina la democracia. David Runciman. Ediciones Paidós.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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