Ávidas pretensiones. Fernando Aramburu: en casa del poeta, cuchara de prosa

ávidas pretensiones aramburuQue Fernando Aramburu es capaz de extraer de su pluma una vena humorística y socarrona es algo que ya conocía desde hace tiempo. Todavía recuerdo cuánto disfruté y cómo me reí por momentos, a carcajadas, con su primer libro: Fuegos con limón. Casi veinte años han pasado desde que publicó aquella magnífica novela, y entre medias, Aramburu ha ido publicando otras muchas obras de diferentes géneros: novelas, libros de viajes, relatos y también poesía. Aunque ninguno de los libros de Aramburu me haya dejado tan buen recuerdo como el ya mencionado Fuegos con limón, reconozco que Ávidas pretensiones es una novela que logra divertir como pocas y que mantiene esa mordacidad que tanto asocio a su primera novela.

El libro ya comienza con una observación que me hizo sospechar que me iba a encontrar con unas páginas que prometían polémica y que seguro que no me iban a dejar indiferente. Textualmente, Aramburu dice lo siguiente:

A fin de preservar su vida y la integridad de sus modestos bienes, el autor ha tenido la cautela de asignar nombres ficticios a los actores de la presente crónica. Lo mismo y por la misma razón ha hecho con algunos lugares que pudieran resultar fácilmente reconocibles. El resto es todo verdad.

No sé si habrá algo de verdad en alguna de las muchas y descacharrantes anécdotas que se van contando a lo largo de esta novela, estructurada en tres partes: argumento, nudo y desenlace. Lo cierto es que, sean ciertas o no las historias, los personajes se nos muestran como caricaturas grotescas y feroces que ridiculizan al prototipo de artista tan fácilmente reconocible por muchos: un ser vanidoso, engreído y egoísta, con pocos escrúpulos cuando se trata de destacar por encima de los demás, aun a costa de pisotear al prójimo.

En el caso de Ávidas pretensiones, la trama se desarrolla en un pueblo imaginario llamado Morilla del Pinar, donde un grupo de poetas nacionales se reúnen para acudir a un congreso de poesía, alojándose para ello en un convento a cargo de las hermanas espinosas. Lope, maestro de ceremonias y organizador del congreso, se encuentra con la difícil tarea de tratar de poner un poco de orden y concierto entre los diferentes artistas que han acudido el evento y que, a su vez, se agrupan en facciones poéticas: los metafísicos, o metafas, usando la denominación jocosa de sus enemigos declarados, esto es, los realistas, o realitas, como los apodan despectivamente en el otro lado. Ambas facciones son uno de los muchos guiños que, en ocasiones, resultan fáciles de identificar con facciones y con poetas concretos de la época actual.

Desde el comienzo, se nos desvela el escaso interés que los poetas tienen por el congreso. Para ellos el objetivo de acudir al evento es siempre una cuestión personal alejada del interés académico. Así por ejemplo, para algunos lo primordial es convencer a Lope, como influyente crítico, que puedan aparecer en la antología de poesía contemporánea que está preparando; para otros, se trata de una cuestión donde el lucimiento personal es su única meta, aunque dicho lucimiento consista, por ejemplo, en presentarse al congreso acompañado de una guapa mujer cuarenta años más joven; los más han acudido hasta aquel pueblo perdido en busca de un fin de semana de juerga en el que sus perspectivas pasan por emborracharse y tratar de conseguir como sea, a toda costa, la posibilidad de un revolcón que satisfaga sus apetitos sexuales. Así, además de la envidia y el desprecio que sienten unos por otros, entran en juego los instintos más básicos de los asistentes, a los que Aramburu va haciendo pasar por situaciones surrealistas, completamente intolerables pero de una comicidad tal que desatan la risa de un modo inevitable. Al igual que resulta fácil identificar a ciertos personajes como caricaturas de ciertos poetas, también distinguimos la crítica ácida que el autor hace de la sociedad a través de unos caracteres esperpénticos, sin duda exagerados, pero no por ello menos realistas (que no realitas). La historia culmina con un concurso en el que cada poeta debe declamar algunos de sus poemas y posteriormente se someten a votación para elegir el poeta que saldrá laureado de las jornadas. Desde el momento que se anuncia el concurso, los poetas se enfrascan en una lucha interna en la que pugnan por conseguir los votos de sus supuestos amigos, con un resultado verdaderamente sorprendente e hilarante.

La trama inevitablemente parece conducir al fracaso de un congreso con poco fuste y menos clase, bajo la mirada casi compasiva de unas monjas que soportan estoicamente a un grupo de gamberros impenitentes, pese a estar algo pasaditos de edad, maleducados y vulgares a más no poder, y que deambulan, entre cogorza y cogorza, como animales en celo, correteando por los pasillos de un convento, tratando de disimular sus últimas barrabasadas. Ese comportamiento es el espejo deformado que Aramburu pinta de una sociedad que presume de ser culta y exquisita y que, bajo la falsa apariencia del gusto estético y refinado, muestra la cara oculta de la ordinariez y la ramplonería más flagrantes. Prácticamente no hay un solo personaje que se escape a la mirada mordaz de Aramburu, salvo contados momentos en los que el autor contrapone su socarronería con una mirada algo más tierna y compasiva cuando ciertos personajes recuerdan sus pérdidas: una esposa, una hija. Y todo ello narrado con una prosa muy trabajada, precisa e innovadora a un tiempo, con algunas comparaciones y giros cuya originalidad e ingenio ya nos hacen sonreír, como por ejemplo: “vigilancia ventanil”, “chavalillos cortapantalonados”, “simios afutbolados y teleimbéciles”, “cuerpos descinturados”, “en casa del poeta, cuchara de prosa”, o esta que dice “no abrigaba nociones sólidas, líquidas ni gaseosas de fútbol”. En definitiva, un libro que les recomiendo a todos ustedes para divertirse y pasar un buen rato, a menos, eso sí, que sus pretensiones lectoras sean algo más ambiciosas y ávidas.

Ávidas pretensiones. Fernando Aramburu. Seix Barral

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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