“…El enorme rosetón de la catedral parecía el ojo divino que todo lo ve. Entonces he sentido vergüenza por todo lo perpretado a espaldas de Sophie. Habría deseado que una de las gárgolas de la fachada emprendiese el vuelo hacia el puente y me llevara en sus garras directamente al infierno.
-Te querré siempre -me ha dicho Sophie.
Y yo he llorado.
Por dentro.
Como una nube empachada.”
Eso me bastó. A veces me vienen corazonadas, y ésta fue una. Hablé con los encargados del expositor y me enteré de que ambos eran de la propia editorial. Creo que fue ella quien me aseguró que me iba a gustar. “A mí me recuerda mucho a Baricco”, me comentó. Recordé entonces dos novelas cortas de Baricco. Las leí hace mucho tiempo, pero las recuerdo bien: una se titulaba Novecento y la otra, la más conocida, Seda. Pensé que si todavía las recordaba era porque me habían gustado. Me fui a casa extrañamente feliz por mi compra, como si estuviera ante un hallazgo, un descubrimiento inesperado, como esa fórmula científica que Boris, el narrador de esta historia, busca con denuedo.
Leí la novela de Anselmo Gómez no sólo con interés, sino con deleite. La historia de un amor difícil, el de Boris y Sophie, su mujer, se complementa con un sutilísimo erotismo y, también, con un interesante repaso histórico a través de los principales acontecimientos culturales y científicos que marcaron el impactante comienzo de un siglo XX convulso, pero también pleno de creatividad. El lenguaje de Anselmo Gómez es sencillo, directo, preciso, sin adornos superficiales. Está claro que lo que al autor le interesa es la historia en sí misma y rehúye de artificios innecesarios. El resultado se traduce en personajes creíbles, en una historia que suscita interés, que atrapa y envuelve, una trama de la que no contaré casi nada salvo lo que ya he insinuado: que se trata de una historia de amor (¿qué historia no lo es, en el fondo?), de pasión, de envidia, de fracaso y de un afán desmedido. Todo ello narrado desde una aparente sencillez, pero créanme si les digo que las historias sencillas a veces son las más difíciles de escribir. En este caso el autor se centra en dos líneas argumentales: un científico que busca pasar a la posteridad y el amor por su mujer enferma son los dos leitmotiv de esta bella historia. Un libro en el que el propio título –Blanca– es un enigma, una incitación, una pista cuya clave sólo se entiende hacia el final. Creo que no me equivoco si afirmo que Anselmo Gómez debe de ser un excelente cuentista porque se mueve bien en las distancias cortas, maneja con estilo los recursos del relato y, en este caso, de la novela corta, con notable precisión, habilidad y acierto. Un escritor al que creo que merece la pena leer y a quien invito que conozcan a través de la que -según creo- es hasta el momento su única obra publicada.
Blanca. Anselmo Gómez. Editorial Autores Premiados