Un hombre exiliado hace cinco años camina nuevamente por las calles de Santa María. Unas ansias de hacerse notar, de avisar de manera sutil que ha vuelto, llenan a Larsen. Un regreso que se anuncia en frases como esta:
Larsen veía la casa como la forma vacía de un cielo ambicionado, prometido; como las puertas de una ciudad en la que deseaba entrar, definitivamente, para usar el tiempo restante en el ejercicio de venganza sin trascendencia, de sensualidad sin vigor, de un dominio narcisista y desatento.
Santa María es una metáfora de todo aquello que molesta e incomoda. En el pueblo la sordidez se representa en un ambiente frío, húmedo y desolador. En este escenario Larsen llega al astillero de Petrus. Una vieja finca llena de instrumentos oxidados e inútiles. En el astillero nada puede ser reparado. El dueño aferrado al deseo de volverlo a echar a andar se niega, por un lado, a la idea de cerrar. Por el otro, Petrus sabe que no hay nada más que hacer.
A pesar de las condiciones y las finanzas de la finca, Petrus contrata a Larsen, que se ha propuesto hacerse con el puesto de gerente general. Además de estos dos, en el astillero también trabajan Gálvez como administrador y Kunz como gerente técnico.
Tal vez el empeño de Larsen por trabajar en el astillero es el reflejo de un ansia por encontrarle sentido a la vida. Tal vez Petrus se miente a sí mismo con la esperanza de volver a a poner en marcha el negocio por negarse a aceptar que esa etapa de su vida se acaba y el trabajo al que dedicó su vida no ha dejado ningún fruto. Onetti lo expresa así:
Todos sabiendo que nuestra manera de vivir es una farsa, capaces de admitirlo, pero no haciéndolo porque cada uno necesita, además, proteger una farsa personal.
La única certeza que se tiene al leer El astillero es que no hay certeza de nada. Por un lado, los empleados sobreviven vendiendo y robando las herramientas totalmente oxidadas e inútiles. Resulta difícil de creer que alguien pueda comprar un montón de basura y fierro viejo. Esta novela, en el más puro estilo de Onetti, se convierte poco a poco en una maraña de mentiras encubiertas, de deseos imposibles y de esperanzas desahuciadas.
El estilo Onetti
Onetti hace uso de un narrador omnisciente que le permite contar una misma realidad desde distintos puntos de vista. No solo en la literatura sino también en la vida diaria, uno cree tener la versión definitiva y el único punto de vista válido. Todos somos de alguna manera una narración. Cuando se hace uso de un narrador que lo ve todo, es posible apreciar distintas perspectivas. La realidad es tan rica que permite tener varias versiones de un mismo hecho y de una misma realidad sin ser necesariamente contradictorias.
Esto es lo que sucede en El astillero. Cada uno de sus personajes ve por sí mismo y persigue objetivos diferentes haciendo uso de los mismos medios. Larsen busca reencontrar sentido y al mismo tiempo encontrar el amor. Pero ¿qué es eso del amor? Onetti escribe:
Siempre es difícil hablar del amor y es imposible explicarlo.
En su romántica búsqueda se enamora de Angélica Inés, la hija de Petrus. Ella, impedida para amar, no puede corresponder a los sentimientos de Larsen. Nuevamente, se encuentra sin amor y sin un trabajo real, pues el taller es una ficción de algo que ya está muerto pero se aferra a permanecer. El astillero está impregnado de un existencialismo devastador y en general incómodo que da la pauta para replantear aquello más íntimo y esencial para cada lector. Valga esta cita como ejemplo de ese estilo:
Solitario en el mostrador, volviendo la cabeza hacia la tormenta y el río, hacia el origen impreciso del olor a podredumbre, a profundidades excavadas, a recuerdos muertos que se habían filtrado en el salón del Belgrano, Larsen pensó en la vida, en mujeres, en el ronquido del viento a través de las ramas peladas de los plátanos, sobre la casilla de perro gigante de los fondos del astillero.
Una vez que se acaba de leer una obra del uruguayo es preciso un momento de reflexión pues la pluma y la profundidad de su contenido no deja indiferente al lector. Los expertos coinciden en que el estilo de Juan Carlos Onetti está fuertemente influido por escritores como William Faulkner, Franz Kafka o James Joyce. El astillero y en especial Santa María es en algún sentido el reflejo de la naturaleza humana, bondadosa y vil al mismo tiempo. En otro sentido puede ser el reflejo de una sociedad sometida al yugo de la dictadura que exilió a Onetti así como el pueblo exilió a Larsen.
No se me ocurre mejor forma de terminar que citando a Onetti, o a su alter ego Larsen, en el fondo tanto da quién sea el que hable de los dos:
Esto ya se acabó o se está acabando; lo único que puede hacerse es elegir que se acabe de una manera o de otra.
El astillero. Juan Carlos Onetti. Cátedra.