El hombre tranquilo. John Ford

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Orson Welles dijo de Ford que era un poeta y un comediante, dos calificativos que encajan a la perfección con esta obra de arte cinematográfica.

El lirismo y el tono de comedia que impera en toda la película mezclado con la nostalgia, tan presente en muchas de sus obras, refleja como ninguna otra la verdadera alma de este cineasta.

Durante veinte años, tuvo en sus manos el relato de Maurice Walsh intentando adaptarlo al cine aunque nadie excepto él creía en sus posibilidades, ¿a quién podía interesar una historia costumbrista en un pueblecito irlandés? A pesar de la categoría tan reconocida de Ford en Hollywood solo consiguió, gracias a la intervención de John Wayne, la financiación de una pequeña productora, Republic Pictures y así es como pudo trasladarse en 1951 con toda su compañía a Cong, el pueblo que haría las veces de Innisfree.

El maravilloso technicolor de esta película es un verdadero goce para los sentidos, pero el color que queda impreso en la memoria después de verla es el verde, ese verde irlandés que ya aparece desde la misma llegada del tren que trae a un forastero, Sean Thornton, en busca de Innisfree, en realidad, su lugar de nacimiento al que vuelve después de muchos años para instalarse definitivamente tras haber tenido una experiencia traumática que le hará abandonar América y volver a sus raíces.

Pronto vislumbrará entre los árboles a la mujer de la que se enamorará a primera vista, Mary Kate Danaher, y conocerá a los personajes que habitan la localidad, la mayoría tremendamente acogedores, exceptuando al fortachón Danaher que se declarará enemigo de él nada más verlo por considerarlo un yanki, un intruso que viene a inmiscuirse en las costumbres de aquella comunidad irlandesa.

Nadie como John Wayne y Maureen O`Hara podrían haber sido la pareja protagonista. La relación explosiva y cargada de sensualidad que consiguen expresar en cada una de sus escenas, ya sean en los momentos más románticos y pasionales que puedan verse en una pareja, como en los enfrentamientos de sus dos fuertes caracteres luchando por sus principios y sus costumbres, engrandecen de forma brillante esta obra maestra hasta el punto de encontrarnos con momentos sublimes que nunca podremos olvidar como la primera visión de Sean Thornton a Mary Kate en el prado, el primer beso robado por Sean luchando contra el viento o su primera salida, ya prometidos, cuando llegados hasta un antiguo cementerio se abrazarán, se besarán y se desearán bajo la lluvia y el viento que desencadena una tormenta.

Igualmente de inolvidable resulta el resto del reparto. Qué decir de Barry Fitzgerald, aquel Michaleen Flynn siempre sediento y cuyo caballo conoce a la perfección la puerta de la taberna donde debe parar para que su amo sacie la sed. Aquel párroco católico (Ward Bond) amante de la pesca, a ratos casamentero aunque para ello deba mentir y rezar dos Aves Marías y que disfruta al contemplar una buena pelea. Y Will Danaher (Victor McLaglen) el furibundo hermano de Mary Kate responsable de la triste noche de boda entre Sean y su hermana al negarse a entregar a ésta su dote y que desencadenará la gran pelea final entre cuñados, tan esperada por todo el pueblo.

La aparente sencillez con la que Ford dotó la narración de este cuento irlandés convierte en mágico cada uno de sus planos aunando como pocas veces se ha visto el paisaje, el viento, la lluvia y los personajes convirtiéndolos en un todo. Las bellas canciones tradicionales irlandesas junto con la partitura original de Victor Young unida a esas secuencias magistrales consiguen que el espectador, se conmueva, se divierta, se complazca a cada minuto de visión hasta el punto de hacernos soñar con Innisfree y desear siempre volver a él, a aquel paraíso perdido de Ford.

Cuando  se conmemoró en el pueblo de Cong el 60 aniversario del rodaje de El Hombre Tranquilo, allí acudió Maureen O´Hara, única integrante del equipo que permanecía viva. Era emocionante ver en su hermosa ancianidad los destellos que aun quedaban en sus enormes ojos y su amplia sonrisa de aquella belleza y bravura que dejaron sin habla a Sean Thornton y cuando el público la vitoreaba y le aplaudía no podía por menos pensarse que lo estaban haciendo a la reina de Innisfree, la pelirroja Mary Kate Danaher.

 

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