James Crumley (Texas, 1939-2008) es para muchos una leyenda del género de la novela negra. Con su obra El último buen beso (1978) consigue crear un libro de cabecera para millones de personas y una de las novelas negras con más influencia de todos los tiempos. Ha dado pie a la renovación del género negro norteamericano, influyendo en autores posteriores que han visto en Crumley una referencia a tener muy en cuenta para sus creaciones literarias.
El último buen beso nos sumerge en el Oeste norteamericano de los años 70 de la mano de un tipo sin escrúpulos, C. W. Sughrue. Exmilitar, aficionado al alcohol y a las mujeres, es el perfecto prototipo de detective privado en un Estados Unidos posterior a la Guerra de Vietnam. Un personaje emblemático e inolvidable que nos arrastra hacia lugares escabrosos, pero también hacia el interior de la condición humana. Con el doble matiz de despiadado y divertido, Sughrue lleva al lector a un viaje trepidante, con emociones encontradas.
El personaje de Sughrue se presenta como un detective privado de una población del estado de Montana. Él es uno de esos detectives obstinados que se resisten a abandonar un trabajo una vez que lo ha empezado, aunque no le vaya nada en ello, y sin que él mismo sepa explicar qué motivos le conducen a actuar como lo hace. Combina esta ocupación con el trabajo en un bar de alterne durante largas temporadas. Un día, sus servicios son requeridos para seguir la pista de un escritor de bestsellers que ha desaparecido, Trahaerne. Para ello, debe moverse hasta la Costa Oeste estadounidense, donde lo encuentra en un antro de mala muerte sin mucha dificultad.
Si creemos que la premisa de la novela es esta, nada más lejos de la realidad. El argumento da un giro cuando detective y escritor se hacen compañeros de viaje para continuar con el siguiente encargo que le llega a Sughrue: hallar a Betty Sue Flowers. Esta es una joven enigmática que desapareció hace diez años y de la que apenas quedan pistas. Ambos se embarcan en un periplo que les llevará tras la pista de la muchacha, que cada vez provocará una mayor fascinación en el detective.
Qué podemos esperar de El último buen beso
La trama de El último buen beso avanza entre la frustración y el delirio. Sughrue y Trahaerne deberán enfrentarse a infinitas ramificaciones de un caso que se vuelve en su contra según avanzan las páginas. A la par de la trama principal, como lectores, vislumbraremos cuál es el estado psicológico de una nación que ha vivido de cerca las pérdidas de una guerra, con las pesadillas y sombras que eso conlleva, a través de la aparición de soldados traumatizados o de buscavidas.
El último buen beso destaca por presentarnos a un protagonista rico en matices, con un perfil muy interesante del que analizar sus sombras y sus luces. Es políticamente incorrecto y mordaz, lo caracteriza un evidente cinismo. Los giros de la trama están muy bien trazados, ideados para mantener el interés del lector en todo momento sin perder un ápice de calidad.
La novela negra se funde en ciertos instantes con el más puro estilo de road movie, ya que en su búsqueda los protagonistas recorren buena parte de Estados Unidos. El último buen beso es una novela idónea para los aficionados al género negro más clásico, una vuelta a la tradición a través de una historia que mantiene al lector permanentemente en vilo.
Sin embargo, tiene algunos puntos negros que hacen que pueda no ser del gusto de todos. Como novela tradicional del género negro que es, debe ser ubicada en su contexto para entender el aura machista predominante en sus páginas. Si bien los hombres tampoco salen bien parados, la imagen de la mujer se corresponde con una época en la que no se cuestionaba el statu quo. Por otro lado, el desarrollo de los villanos es escaso en comparación con el complejo y completo perfil de Sughrue.
Pero pese a esos factores que quizá no sean del agrado de todos los lectores, El último buen beso es, posiblemente, una de las mejores novelas negras que se han escrito nunca. A lo largo de la novela, el talento narrativo James Crumley, digno heredero de los clásicos como Raymond Chandler o Ross MacDonald, da varias vueltas de tuerca, hasta cuatro, con sendos giros que sorprenderán al lector más avezado en este tipo de narraciones. Y no solo por la trama policial en sí misma, sino por las complejas relaciones establecidas entre los personajes, todos con múltiples aristas, matices y claroscuros, y que suman un enorme interés a esta novela, de factura impecable y con un ritmo impresionante.
El último buen beso. James Crumley. RBA.