En la cama con el hombre inapropiado. José María Guelbenzu: El machismo ibérico

En la cama con el hombre inapropiado. José María Guelbenzu. Reseña Cicutadry

Más de 50 años separan esta obra de la publicación de El mercurio, la novela que en 1968 escribiera un joven José María Guelbenzu influido por Joyce y Cortázar. Ahora Guelbenzu sigue siendo un joven de experiencia acumulada, tal como lo demuestra En la cama con el hombre inapropiado, una novela tan fresca, dinámica e irreverente como también lo fueron aquellas dos obras inolvidables que escribiera a finales de los años 70 y principios de los 80, La noche en casa y El río de la luna.

Un escritor irreverente

José María Guelbenzu siempre ha ido contracorriente. Acaso este hecho explique que no haya obtenido la repercusión que merece. Después de 50 años sigue haciendo la radiografía de una España que nunca ha terminado de despegar por una serie de comportamientos atávicos que parece inagotable.

En el caso de En la cama con el hombre inapropiado sus mandobles se dirigen hacia dos direcciones: el mundo editorial y ese machismo tan arraigado en España que no deja de estar ahí flotando en el ambiente, aunque se haya avanzado algo.

Guelbenzu es un escritor de su tiempo, y él sabe muy bien que los grandes autores de la historia estuvieron más apegados a los acontecimientos de su época de lo que parece. Como decía Borges, no se puede dejar de ser contemporáneo de uno mismo, y esta afirmación la lleva Guelbenzu hasta sus últimas consecuencias.

Naturalmente, ser contemporáneo en literatura significa conocer de primera mano los resortes de la sociedad que se retrata y se ve que Guelbenzu se mueve como pez en el agua en los primeros momentos de la transición democrática, cuando él actuó en la avanzadilla de la vida cultural española.

El mundo editorial según Guelbenzu

El escritor madrileño asumió la dirección de la prestigiosa editorial Taunus en 1977, y poco más tarde, en 1982, haría lo propio con Alfaguara, editorial que levantó a pulso gracias a crear un catálogo de obras y una presentación de los libros que la hizo atractiva al público.

De aquella experiencia que acabó en 1988 entendemos que le quedó a Guelbenzu un poso amargo, del que ha tratado de desquitarse con la suficiente ironía y buen humor en En la cama con el hombre inapropiado.

Escritores que deambulan por las sedes de las editoriales a la caza de chicas guapas, intelectuales que en la vida diaria no pasan de ser personas mediocres, autoras de bestsellers más pendientes de la cifra de ventas que de la calidad literaria, biblíofilos impotentes o ejecutivos que no tienen ni puñetera idea del negocio editorial son personajes casposos que protagonizan estas páginas en una forma de reivindicar que no es oro todo lo que reluce, y que detrás de las páginas de un libro hay personas tan miserables como en cualquier oficio, por mucho autobombo que se quieran dar.

Una España diferente

Pero entiendo que el plato fuerte de la novela es su protagonista, una mujer llamada María del Alma. Que los personajes principales de las últimas novelas de Guelbenzu sean mujeres no es, naturalmente, casualidad.

España es la verdadera protagonista en la mayor parte de la producción literaria de Guelbenzu, y si se quiere conocer cómo ha evolucionado el país en las últimas décadas, se hace necesario enfocar la vista sobre las mujeres.

En la cama con el hombre inapropiado es una novela imprescindible para comprobar esta evolución. Guelbenzu es un hombre muy inteligente y un escritor dotado, y en ese aspecto ha conseguido el efecto deseado ya que en esta obra muestra en la figura de María del Alma una mujer muy de su tiempo, los primeros años de la década de los 80.

Criada en Jerez de la Frontera por una madre manchega, auténtica superviviente de la posguerra, que gracias a su intuición y a ciertas maldades veniales ha conseguido dar a su hija unos estudios, María del Alma es la prototípica joven que en los 60 se casa con un típico aspirante señorito andaluz, flojo y sinvergüenza, llevada por un ideario sentimental mamado en los colegios de monjas y en las novelas románticas.

Madrid anclada en el pasado

Con esto Guelbenzu quiere decir que nuestra personalidad es producto de nuestra época. María del Alma es posiblemente una mujer inteligente que no la dejan serlo porque el ambiente en el que vive es más fuerte que cualquier iniciativa que quiera llevar a cabo.

Sí lleva una iniciativa a cabo, la de separarse de su vago marido cuando ni siquiera se ha aprobado la ley del divorcio en España, e irse a Madrid en un momento en el que la capital de España parecía el colmo de la modernidad.

Por supuesto, el sabio Guelbenzu no nos vende la moto de la movida y otras periferias que tuvieron mucho menor impacto del que nos ha hecho creer. Más bien lo contrario: lo que se encuentra María del Alma a su llegada a Madrid es una ciudad anclada en el pasado, y eso que ella, por una serie de motivos, se mueve en ciertos ambientes distinguidos.

Pero eso no basta. Somos lo que somos porque somos lo que nos han hecho pensar y también lo que nos permiten pensar. Aquí es donde entra de lleno la crítica al mundo editorial, porque se podría sobreentender que los intelectuales –o los escritores, si se quiere- deberían estar al margen del pensamiento reinante, más aún cuando, por lo general, suelen ser críticos con él. Pero también por lo general no deja de ser una pose.

El machismo en España

La cuestión es que esos presuntos intelectuales son unos machistas redomados. Como hombres de aquella época –referirme a la actual no vendría al caso-, recién salidos del franquismo, miraban a las mujeres como objetos, bien sexuales, bien como dotados de una seguridad o una posición, siempre para ellos.

Solo las mujeres en ciertas circunstancias podían evitar –en parte- este acoso y derribo. Un personaje clave en esta novela es la amiga de María del Alma, principal impulsora de su emancipación, que navega entre hombre y hombre por la sencilla razón de que se lo puede permitir, ya que proviene de familia de dinero.

España de nuevo en primer plano: aquí solo son las excepciones aquellos que tienen dinero, aunque sean los primeros en dar lecciones de lo que sea olvidando que no hay nada como una abultada cuenta corriente o un papá o una mamá rica para ir de ejemplo por el mundo.

Lo cierto es que una buena parte de la novela la forman las constantes decepciones que María del Alma tiene que vivir por culpa de ese pensamiento heredado de un régimen edulcorado e impráctico, que dejaba a las mujeres en un lugar bastante más bajo que el del hombre.

La ironía bien servida

Decía más arriba que la sabiduría de Guelbenzu está en mostrar ese acoso y derribo continuo de los hombres hacia María del Alma como una forma de contrastarla con la situación actual del lector, ya que éste leerá la novela en el siglo XXI y en una situación algo distinta a aquellos años ochenta.

Si a cualquier persona que viviera esa época se le preguntara si en España ya se había instalado la modernidad (como sinónimo de civilización), creo que contestaría inmediatamente de forma afirmativa. Aquellos ochenta, los años de la libertad…

Pues bien, Guelbenzu siente decir al lector (y creo que sobre todo a la lectora) que no, que la idea de igualdad entre mujeres y hombres es algo que ha arraigado hace menos tiempo del que parece en este país gracias a la tenacidad y la intolerancia de las mujeres y algún que otro cargo de conciencia masculino.

Lo que sí llama la atención, y creo que es un gran acierto literario de Guelbenzu, es no haber quitado ningún hierro a aquel machismo imperante, mostrarlo tal cual era, y eso en el lector actual rechina mucho porque asistimos a escenas, o a comportamientos de los personajes, verdaderamente vergonzantes.

Un gran personaje femenino

María del Alma es una mujer madura que conserva un buen cuerpo y una cierta belleza graciosa en el rostro, pero no es nada del otro mundo. A los hombres esto les daba –y creo que les sigue dando- igual. Buscaban el trofeo, y si por mor de su posición en la sociedad (fuera por dinero, trabajo o prestigio) podían aprovecharse para levantarse una pieza, lo hacían sin el mayor miramiento.

Sin embargo el gran atractivo de María del Alma es su compasión. Le desagrada cada cosa que hace en Madrid para poder vivir, los trabajos que tiene que aceptar, las rendiciones a las que se ve obligada por diversos motivos. Ha llegado a Madrid con una mano delante y otra detrás, es tenaz, es inteligente, sabe que puede salir adelante, sabe también lo que ha dejado atrás, algo a lo que no quiere volver, y se agarra a un clavo ardiendo.

Lo malo es que ese clavo ardiendo le aparece siempre en forma de hombre baboso, por la sencilla razón de que en aquella época los hombres copaban absolutamente todos los puestos de poder y todas las tomas de decisiones. Había que pasar por sus manos, y si estas manos eran honradas o estaban limpias, no había problema; el problema en que aquellos hombres españoles no eran honrados porque habían mamado la corrupción moral de un régimen que se lo habían permitido todo.

María del Alma comprende esta situación; sabe cuál es su lugar en el mundo, y aunque no se resigna a lo que le va sucediendo, acepta que es el punto de partida para mejorar su existencia.

De hecho, Guelbenzu no cae en la tentación de contarnos al final de la novela qué fue de ella con el tiempo. La deja en aquel Madrid de los ochenta y, para que la ironía sea mayor, nos planta dos finales posibles, a elegir por parte del lector.

En mi caso no he elegido ninguno de los finales propuestos por el autor porque ya el título En la cama con el hombre inapropiado me sugiere que, mientras no cambiaran los hombres y también las estructuras de poder machistas, María del Alma seguiría acostándose con el hombre inapropiado hasta que ella misma se diera cuenta, tal vez, de que no es necesario acostarse con ningún hombre, como así lo mandaba la Santa Madre Iglesia.

En la cama con el hombre inapropiado. José María Guelbenzu. Siruela

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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