Magic Kingdom, de Stanley Elkin: lo grotesco como experiencia

Magic Kingdom, de Stanley Elkin. Reseña de Cicutadry

Magic Kingdom es una novela publicada en 1985 por el escritor estadounidense Stanley Elkin. El título hace referencia al reino mágico de Disney World, en Orlando, y no deja de ser más que el primer toque irónico de un autor caracterizado por el profundo sarcasmo de sus textos. Aunque poco conocido en los países de habla hispana, Stanley Elkin formó parte de lo que se vino en llamar la literatura postmoderna norteamericana, formada por un puñado de escritores que hicieron de la libertad narrativa su bandera. Tal vez Stanley Elkin fue el más mordaz de ellos, el que se tomó más en serio la descripción pesimista de una existencia que, como su propia vida, tendía hacia la ruina y la destrucción.

Los antecedentes

Leer a Stanley Elkin es un ejercicio arriesgado. Sus novelas no son fáciles de entender ni de digerir. Su inteligencia, de una gran brillantez, se afila ante situaciones incómodas o desagradables para el lector. Magic Kingdom es uno de los mejores ejemplos de su ácida narrativa, no apta para almas timoratas.

Stanley Elkin comenzó su carrera literaria en 1964. A lo largo de su vida obtuvo varios premios importantes y quedó tres veces finalista del prestigioso National Book Award. Sin embargo, el éxito de público le fue esquivo. Esa invisibilidad fue una fuente de desgracia para él, a la que se unió un infarto sufrido en su juventud y una esclerosis múltiple contra la que luchó la mayor parte de su vida.

Sin duda estos infortunios afectaron a su modo de entender las historias que narraba. De estilo era claro y preciso, los protagonistas de sus novelas tienden a llenar el vacío de su existencia de cualquier manera, con resultados generalmente catastróficos. Y nada escapaba de su negativa percepción de la realidad. En su novela El no va más, el mismísimo Dios Padre termina destruyendo el mundo porque nunca ha encontrado a su público. El talento de Stanley Elkin fue caminar por la delgada línea que separa la comedia de la tragedia sin salirse de su camino.

El inconcebible argumento

Lo primero que piensa el lector que recorre las páginas de Magic Kingdom es cómo alguien es capaz de concebir un argumento tan retorcido. La novela trata de un inglés, Eddy Bale, que destrozado por la pérdida de su hijo de doce años por una rara enfermedad, decide llevar a siete niños con patologías incurables a Orlando para que disfruten de Disney World.

La propuesta de Stanley Elkin en Magic Kingdom es contraponer el mundo de fantasía de los personajes de dibujos animados con la brutal realidad que viven esos niños. Naturalmente, los niños son plenamente conscientes de su enfermedad y del poco tiempo de vida que les queda por delante. Son una especie de niños viejos, de niños que tienen presente la muerte todos los días, que conviven con la aplastante conciencia de la finitud.

Por otro lado, el protagonista Eddy Bale es un hombre maduro que se comporta como un niño. Hizo de la enfermedad de su hijo un espectáculo público. Ha convivido con equipos de cámaras, ha ido a la radio, ha llorado delante de los fotógrafos de la prensa, ha participado en centenares de trucos publicitarios, se ha convertido en el mendigo más visible del Reino Unido, reuniendo dinero para vencer la enfermedad. Vendió exclusivas inconcebibles, cada vez más humillantes, acerca de la evolución de su hijo. No sabemos si es un farsante o un héroe. Tras la muerte de su hijo, su mujer se separa de él. Es entonces cuando concibe la extraordinaria idea que narra Magic Kingdom.

Lo grotesco como experiencia

Las peripecias de esos siete niños en Disney World son esperpénticas. Junto a ellos, Eddy Bale ha reclutado a un médico, un enfermero y una niñera, personajes que no tienen desperdicio. Como tampoco se arredra el autor cuando elige las siete enfermedades raras de su pequeños protagonistas: una niña con un mal coronario que hace que su piel esté pigmentada de azul; un chico con osteosarcoma maligno que se va quedando sin huesos en el cuerpo; una muchacha con mucosidades fibroquísticas que tiene que ir acompañada de una gran bolsa llena de pañuelos; un chaval de 8 años con envejecimiento prematuro que parece tener 80 años…

Hay que imaginarse el desfile de estos siete niños por las mágicas avenidas de Disney World. Pero incluso así, como lectores nunca podremos alcanzar la cruda imaginación de Staley Elkin en Magic Kingdom. Porque el escritor norteamericano adoba ese elenco trágico de enfermos terminales con la extravagante personalidad de sus cuidadores, con resultados que rozan el absurdo.

Y es que el joven enfermero –un buen enfermero que cuidó del hijo del protagonista hasta su muerte- tiene debilidad por los chicos, y en Disney World hay muchos jóvenes apuestos que también quieren acostarse con él. Al contrario que la niñera, una mujer soltera por decisión propia, cuya tendencia a la ansiedad resuelve masturbándose en cualquier momento y lugar. El médico de la expedición está obsesionado con los judíos, con los judíos exterminados por los nazis. La continua rumiación del protagonista y artífice del viaje cierra el círculo de esta especie de viaje a ninguna parte.

Comedia y tragedia

A pesar de este grotesco planteamiento, Magic Kingdom es una profunda reflexión acerca de la existencia. No hay un momento para lo puramente trágico y en ningún momento deja de existir el humor, un humor negro y mordaz, una sarcástica risa sobre las peculiaridades de la vida.

Stanley Elkin lleva a sus personajes hasta el límite, como también lleva hasta el límite las situaciones que viven. Es cierto que Magic Kingdom representa el reino de la magia, pero el escritor norteamericano nos descubre que esa magia tiene truco, y que ese truco es muy visible. Sus siete niños enfermos no se distinguen en nada de la decrepitud que se observa en el parque de atracciones: a él acuden –como es de suponer- centenares de jubilados americanos, enfermos de niñez contagiosa, de ingenuidad estúpida, de mal gusto y ordinariez, cuyo desfile ante los ojos de los niños dejan a estos en un buen lugar dentro de la realidad de la vida.

La fantasía no vale de nada ante la conciencia de la mortalidad. No hay nada en qué fantasear, no hay porvenir que nos salve. Y ante esta situación, Magic Kingdom nos regala una receta, no por evidente muy practicada: el presente es lo único que realmente nos salva. Desde luego que no es una moraleja que pueda extraerse de la novela: Stanley Elkin no se permite este tipo de estupideces. La realidad es la que es y él, cómo escritor, lo único que hace es concentrarla en una historia, llevarla al extremo. Lo que siempre pretendió Stanley Elkin con su literatura fue presentar la vida como un inmenso espectáculo.

Magic Kingdom. Stanley Elkin. La Fuga Ediciones.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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