Todos los libros de Jorge Luis Borges. Primeros textos (II): La traducción de «El príncipe feliz» de Oscar Wilde

Jorge Luis Borges fue bilingüe desde sus primeras palabras. Su abuela paterna, Fanny Haslam, nació en el condado de Staffordshire, en Inglaterra. El escritor recordó toda su vida que su abuela inglesa sabía la Biblia metodista de memoria y posiblemente fue el miembro adulto de la familia con quien más tiempo pasó conversando, en inglés, puesto que Fanny nunca llegó a dominar bien el castellano. Este hecho unido a esa ilimitada biblioteca de libros ingleses, propiedad de su padre, que fue su verdadero hogar, llevó al pequeño Borges a impregnarse de la literatura en lengua inglesa de tal manera que posteriormente sería fundamental para su carrera literaria. Su traducción de El Príncipe Feliz de Oscar Wilde fue el primer acercamiento a este su segundo idioma.

Huérfana de madre desde muy temprana edad, Fanny Haslam llegó a la Argentina por mera casualidad: su hermana Caroline se casó con un ingeniero judío-italiano, Jorge Suárez, que a pesar de su nombre era súbdito británico. En la década de 1860 emigró a una provincia de Argentina y allí emprendió varios trabajos: agente de la compañía Siemens o inversor en construcciones de puentes y viaductos, hasta que finalmente obtuvo una licencia para instalar un tranvía con tracción a sangre, el primero que se utilizó en Argentina.

Por causas que son desconocidas, Fanny y su padre Edward Haslam emigraron al país sudamericano para vivir junto a Caroline. Este Edward Haslam, maestro de escuela, había obtenido un doctorado en la Universidad de Heidelberg, en Alemania, y mientras vivió en Argentina enseñó inglés en diversas escuelas de Buenos Aires y escribió para periódicos en inglés como The Buenos Aires Herald y River Plate Times.

Fanny Anne Haslam, con sus dos hijos: Francisco Eduardo Borges y Jorge Guillermo Borges -padre de Jorge Luis- sentado con un libro

Estamos, por tanto, ante una mujer acostumbrada al mundo de la cultura y de clase media baja. En 1871 haría un excelente casamiento con el coronel Francisco Borges, apreciado comandante en jefe de la frontera cuya misión era contener las incursiones indias dentro de los territorios incorporados a la república argentina. Sus perspectivas profesionales eran inmejorables, pues se embarcó en la Conquista del Desierto, campaña que expulsó a los indios de la pampa por completo. La recompensa económica que recibiría iba a ser sustanciosa pero un movimiento extraño y fallido (en realidad, una traición) contra el presidente Sarmiento lo llevó a la muerte, una muerte pretendidamente heroica que Borges conseguiría glorificar a partir de una leyenda romántica apócrifa de la que se hablará en su momento, ya que dedicó varios poemas a este hecho.

Así podemos imaginar al pequeño Jorge Luis inmerso en las conversaciones de su abuela inglesa, que le hablaba en inglés de sus nostálgicos recuerdos de Inglaterra y de las múltiples batallas ganadas por su marido, muerto gloriosamente en combate.

El hecho de que a Jorge Luis Borges, desde que nació, lo llamaran Georgie en el ámbito familiar, delata la importancia del origen inglés de esta rama de sus antepasados. Borges fue siempre Georgie para su madre y su hermana, y resulta extraño que a un hombre de 60 años, cuando comenzó a alcanzar fama internacional, su madre se dirigiera a él en público con un apelativo, más que cariñoso, infantil.

Ese niño, Georgie, decidió un día acercarse a la lengua inglesa de un modo literario, y lo hizo tangencialmente, puesto que como él confesaba, su idioma para la escritura siempre fue el castellano (aunque la mayoría de los libros que leía eran en inglés) y, a lo largo de su carrera literaria escribió escasísimos textos en lengua inglesa; eso sí: sus Two English Poems pueden considerarse una de las cimas poéticas del idioma inglés, aun escritos por un argentino.

Que se acercara a la lengua inglesa desde su infancia no es de extrañar; lo curioso es que lo hiciera a través de la traducción (al fin y al cabo, una interpretación de un texto), y con 9 años. Al contrario de otros escritos infantiles más legendarios que otra cosa, la traducción de El príncipe feliz de Oscar Wilde fue el primer texto impreso de Jorge Luis Borges, en este caso, en un periódico.

Como si prefigurara lo que posteriormente sería el mundo borgiano, lleno de apócrifos, simulacros, equívocos y juegos de espejos, la publicación del texto tuvo su punto truculento. Así lo explicó en su Autobiografía:

“A los nueve años traduje El príncipe feliz de Oscar Wilde, que fue publicado en El País, uno de los diarios de Buenos Aires. Como la traducción estaba firmada simplemente “Jorge Borges”, la gente supuso que era obra de mi padre.”

En realidad, el nombre del autor de la traducción rezaba como “Jorge Borges (hijo)”. Recordemos que el padre de Borges se llamaba Jorge Guillermo, y que Jorge Luis -o Jorge Borges (hijo)- contaba con 9 años de edad, de ahí que la confusión fuera razonable. Además, Jorge Guillermo hablaba perfectamente el inglés, había realizado traducciones con anterioridad y queremos suponer que fue él el que envió el texto al periódico.

El Príncipe Feliz, de Oscar Wilde, traducido por Jorge Borges (hijo), publicado en el diario «El País» de Buenos Aires el 25 de junio de 1910

¿Por qué El príncipe feliz de Oscar Wilde? Borges, en su prólogo a El Crimen de Lord Arthur Saville para la colección de la Biblioteca de Babel, escribió:

“El príncipe feliz, El ruiseñor y la rosa y El gigante egoísta son cuentos de hadas, no concebidos a la manera genuina de Grimm, sino de un modo sentimental, que recuerda a Hans Christian Andersen, pero imbuidos de esa ironía melancólica que es atributo peculiar de Oscar Wilde.”

Efectivamente hay una melancolía muy acentuada en este cuento, a la manera de Andersen, así como fragmentos irónicos y una denuncia de las condiciones económicas de la sociedad británica de la época, cuestiones que, a la vista de la traducción, no parecieron serle indiferentes a este niño de 9 años.

También hay que recordar, para rebajar un poco el tono de genial precocidad, que Oscar Wilde es el primer autor recomendado a los hispanohablantes para iniciarse en la lectura de textos ingleses, ya que el estilo del autor irlandés es de una sintaxis sencilla y un uso llano y habitual del vocabulario.

Sin embargo quiso la historia mostrarnos que el pequeño Georgie no se conformaba con la facilidad del inglés de Oscar Wilde, y si –como hemos señalado- el estilo y el vocabulario de éste es bastante asequible, Georgie lo complicó e interpretó la sintaxis con una infidelidad creadora que, esta vez sí, anunciaban no solo al creador que después fue sino también a esa tendencia borgiana a “embellecer” las historias ajenas y a buscar la emoción estética por encima de la estricta realidad.

Pensemos en un niño de 9 años delante de un cuento en inglés que se dispone a traducir (ya este hecho es de por sí casi monstruoso), y veamos el asombroso resultado.

En el original de Wilde podemos leer:

“…far away in a little street there is a poor house. One of the windows is open, and through it I can see a woman seated at a table. Her face is thin and worn…”,

lo que el pequeño Georgie traduce como:

“…allá abajo, en una callejuela, hay una casuca miserable. Una de las ventanas está abierta, y a través de ella, veo a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está demacrado y marchito…”

Para quienes conocen, aunque sea de forma somera, la lengua inglesa, comprobarán que en castellano hay un aliento poético del que carece absolutamente el texto de Oscar Wilde, prosaico y estrictamente descriptivo. Traducir “casuca miserable” en lugar del evidente “pobre casa” ya revela no solo una actitud poética sino también una traición flagrante al original: el diminutivo usado por Georgie no existe en inglés, y “poor” significa pobre, no miserable, término para el que el inglés utiliza otra palabra bien distinta.

Lo mismo podríamos decir de la frase «Her face is thin and worn«, que literalmente –pero es que el autor irlandés no creemos que quisiera que se leyera de otra manera- se traduciría como Su cara es delgada y desgastada, mientras que Borges utiliza adjetivos más hiperbólicos: «Su rostro está demacrado y marchito«.

La tendencia del primer Borges a los cultismos podemos observarla en la siguiente línea:

“At noon the yellow lions come down to the áter’s edge to drink.”

traducido como:

“A mediodía los leones fulvos bajan a beber a la orilla del río”

Aparte de que la palabra yellow no tiene más traducción que amarillo, Borges lo sustituye por el vocablo “fulvo”, no solo desconocido por la mayoría de los hispanohablantes sino que ni siquiera aparece en el Diccionario de la RAE y que en el María Moliner (diccionario de uso publicado muy posteriormente a 1910) se recoge con el significado de leonado, lo que añadiría un pleonasmo (“leones leonados”) al registro más culto del adjetivo amarillo.

Ante un lenguaje de tal riqueza (y –dicho sea de paso- una traición al texto original de considerable envergadura siguiendo el conocido traduttore traditore) no es extraño que los conocidos atribuyeran al padre esta traducción, confusión que fue fomentada por la –tal vez deliberada- omisión del segundo nombre del autor, fuera Jorge Guillermo o fuera Jorge Luis.

Borges y su hermana Norah en el Jardín Zoológico (ca. 1908)

Borges tradujo durante su vida poemas de autores expresionistas alemanes como Klemm y Heynicke, a Schopenhauer, así como a Faulkner y Virginia Woolf. Como nota curiosa (y muy borgiana) diremos que algunas traducciones de estos dos últimos autores se las atribuyó posteriormente, según reconoce en su Autobiografía, a su madre Leonor Acevedo, cuestión más que discutible puesto que ella no dominaba del todo bien el inglés (era el idioma de su marido y de su suegra, y no se utilizaba apenas en casa más que por parte de la abuela muchos años antes de que supuestamente doña Leonor tradujera a estos escritores) y si bien Virginia Woolf podemos considerarla una autora difícil, William Faulkner es de los escritores más complicados de traducir que existen, dado su alambicado estilo y su sintaxis imposible.

Esa “generosidad” prodigiosa de Borges para con sus seres más queridos y sus numerosas novias, a las que ayudó y promocionó colocando su reconocido nombre de escritor famoso junto al nombre femenino de turno, ya es otro tema del que se hablará en su momento y que, de una forma bastante patente, nos introducirá en la compleja personalidad de Jorge Luis Borges, siempre vertida en su obra.

El príncipe feliz. Oscar Wilde. Traducción de Jorge Luis Borges. Editorial Gadir.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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