Todos los libros de Jorge Luis Borges. Primeros textos (III): El drama «Bernardo del Carpio»

Para entender el motivo por el que un niño de 11 años escribió una pequeña obra de teatro basada en el legendario y oscuro personaje Bernardo del Carpio acaso haya que hacer lo contrario de lo que es normal en estos casos, como suele ocurrir cuando hablamos de Borges: en lugar de buscar los antecedentes, las razones se explican muchos años después y casi siempre de una forma cifrada.

En un extraño relato que da nombre a una obra de 1960, El hacedor, Borges –como en tantas ocasiones- comienza la historia de una forma netamente autobiográfica: Borges casi siempre fue el principal protagonista de los cuentos de Borges. Un hombre ciego siente una revelación, le sobreviene de repente la memoria de su infancia y escribe:

El recuerdo era así. Lo había injuriado otro muchacho y él había acudido a su padre y le había contado la historia. Éste lo dejó hablar como si no escuchara o no comprendiera y descolgó de la pared un puñal de bronce, bello y cargado de poder, que el chico había codiciado furtivamente. Ahora lo tenía en las manos y la sorpresa de la posesión anuló la injuria padecida, pero la voz del padre estaba diciendo: Que alguien sepa que eres un hombre, y había una orden en la voz. La noche cegaba los caminos; abrazado al puñal, en el que presentía una fuerza mágica, descendió la brusca ladera que rodeaba la casa y corrió a la orilla del mar, soñándose Áyax y Perseo y poblando de heridas y de batallas la oscuridad salobre. El sabor preciso de aquel momento era lo que ahora buscaba; no le importaba lo demás: las afrentas del desafío, el torpe combate, el regreso con la hoja sangrienta.

Ese puñal existió en la casa familiar de los Borges y había pertenecido a uno de sus antepasados militares. El honor, inculcado desde la cuna por su madre Leonor y su abuela inglesa Fanny, tuvo una gran importancia en el ideario y después en la obra de Borges. Su casa estaba en lo que se daba en llamar la orilla, es decir, el límite entre el Buenos Aires civilizado y el territorio de los malevos, las prostitutas más miserables y los cuchilleros.

Posiblemente esa fuera la razón de que los padres no matricularan a su hijo Georgie en la escuela hasta los diez años. Según decía Borges, se negaron ante el miedo de que sus hijos contrajeran enfermedades, pero parece un argumento débil cuando no existe constancia de que ese mal se hubiera extendido al resto de los estudiantes con anterioridad.

La realidad bien podría ser otra: Georgie y su hermana Norah crecieron entre algodones, preservados de todo peligro, de todo contagio social, de cualquier cosa que no fuera controlada por los propios padres. De hecho, el pequeño Georgie tuvo como primeros “amigos” a los amigos de su padre, y con el tiempo dos de ellos, el estrafalario escritor Macedonio Fernández, lo reconocería como su maestro en la vida, y a otro, el mediocre poeta Evaristo Carriego, le dedicaría un libro entero, la única biografía que escribió Borges en su vida.

Borges y su hermana Norah en el jardín de la calle Serrano

La estancia de Georgie en la escuela fue muy breve, de marzo de 1911 a abril de 1912. Sus notas fueron malas. Su relación con los compañeros, nefasta. Solo uno de ellos, Roberto Godel, con el que mantendría una amistad de por vida, se acercó a este niño que iba vestido con cuello y corbata al estilo Eton, tartamudeaba, era terriblemente tímido y llevaba unos anteojos gruesos. Podemos imaginar también sus temas de conversación, poco adecuados para hijos de cuchilleros y otras gentes de mal vivir. La prueba de su incomodidad en la escuela es que fue retirado de ella por parte de sus padres un año después de su ingreso alegando que la familia dejaría Buenos Aires en un período indeterminado, hecho absolutamente falso.

Ahora volvamos al texto de El hacedor reproducido más arriba. Por lo que sabemos gracias a alguna de sus amigas exnovias metidas a biógrafas, esa anécdota es cierta, y una vez Georgie llegó de la escuela acosado por sus compañeros y avergonzado por no poder defenderse (Borges padeció lo que ahora sería un flagrante caso de bulling). Entonces, el padre le ofreció el puñal de sus antepasados, es decir, el honor que él podría recuperar haciendo uso del cuchillo.

En un pacifista como el padre Jorge Guillermo Borges parece más un simulacro -manteniendo así la irrealidad en la que vivía su hijo Georgie-, que un deseo -convirtiendo a su hijo en un vulgar matón-, y pudiera ser que nada de esto hubiera sucedido.

En todo caso vendría a cuento porque, como decíamos, alrededor de esa época el joven Borges, con 10 u 11 años, escribió una breve obra de teatro basada en la leyenda de Bernardo del Carpio y de cuya existencia solo tenemos constancia por dos hojas manuscritas que aparecen en el imprescindible Borges. Fotos y manuscritos, de su sobrino Miguel de Torre Borges.

Recordemos al lector que Bernardo del Carpio es una figura del imaginario español, posiblemente creada como réplica local a la épica francesa (se supone que ganó a Carlomagno en Roncesvalles) y cuya historia, conservada en varios romances y canciones, básicamente gira alrededor de la lucha de un hijo por liberar y recuperar a su padre y restaurar el honor de ambos.

Ignoro lo que leerían ustedes con 11 años, si es que leían algo, y aunque perteneciera a una época muy anterior a las modas –que las había- la cuestión es que el pequeño Georgie conocía la truculenta historia de Bernardo del Carpio cuando en esa época eran contemporáneos de él escritores como H. G. Wells o Rudyard Kipling, a los que por cierto también leía, pero no imitaba. Quiero decir: las lecturas de Borges casi siempre fueron marginales, de una manera voluntaria o (en la infancia) involuntaria.

Siguiéndole la pista a esta extraña elección de Bernardo del Carpio como personaje, debemos recordar que el padre de Jorge Luis Borges fue el único miembro masculino de la familia desde tiempo inmemoriales que se negó a hacer la carrera militar. Su hermano fue capitán de navío, pero él eligió los estudios de Derecho. Era hombre culto, pacifista y seguía la doctrina anarquista de Herbert Spencer. Podríamos decir que en el aspecto épico era la oveja negra de la familia, y en aquella casa de la calle Serrano donde vivió Georgie sus primeros años, la épica (o el recuerdo de épicas familiares pasadas) tenía una importancia fundamental; se respiraba en el aire.

Como decimos, para el común de los mortales -y con suerte- de la obrita de Borges niño nos quedan las dos fotografías que aparecen en el libro de Torre. Sin embargo, su muy reputado biógrafo inglés Edwin Williamson, en su biografía titulada Borges, nos cuenta en qué consistía la obra de teatro en estos términos:

Escrita a mano en cinco hojas, consiste de tres escenas muy breves. La primera tiene a Bernardo del Carpio pidiendo su espada rescate por su padre, que es retenido prisionero por un rey malvado. En la escena 2, Bernardo está de acuerdo en rendir el castillo ancestral de Carpio a cambio de la libertad de su padre. En la escena final, Bernardo entrega las llaves de su castillo, ofreciendo al rey todo lo que hay en él salvo un viejo puñal y un trozo de papel amarillo. El rey pregunta qué valor tienen esos objetos; Bernardo contesta que el puñal perteneció a su padre y en el papel amarillo está inscripto lo último que su padre había escrito. El rey invita ahora a Bernardo a encontrar a su padre en la puerta. Bernardo corre a saludarlo, exclamando “¡Padre!” solo para descubrir a dos criados que cargan su cuerpo muerto. Ultrajado por la traición, Bernardo extrae su espada, desafía a duelo al rey, y le da muerte.

No sabemos muy bien si este resumen es fidedigno puesto que las cinco hojas del original no parecen dar para mucho, pero en cualquier caso reproducimos aquí lo que puede leerse en las dos páginas manuscritas publicadas por Guillermo de Torre para que el lector se haga una idea cabal de cómo escribía Borges con 11 años:

“Pág. 1

Una terraza. Bernardo y Jaime. Luz de luna

………………………

Ber. Vé, Jaime, á mi aposento, y traedme mi espada, y mis armas.

Jai. ¿Qué quiere hacer vuesa Merced con ellas?

Ber. ¿Qué os importa á vos? Anda pronto.

Jai. Está bien. (Se va).

Ber. (A si mismo) Estoy creyendo que he de vencer.

Jai. (Entrando) Aquí están vuestras armas (Muestra las armas)

Ber. Id, y ensilla á mi troton.

Jai. Sí (Sale)

Ber. (A si mismo) ¿Me iré a batir con el Rey?

Jai. (Entrando) ¿No manda más, l [final de página]

[…]

Pág. 5

Rey. Te lo podéis guardar.

Está tu padre en la puerta

(Bernardo corre a encontrarle)

Bernardo. ¡Padre!

(Dos servidores traen el cadáver de don Sancho)

Bern. (Al Rey) ¡Desenvaina tu espada, villano, y combate!

(Bernardo desenvaina su espada y mata al Rey)

Telón”

Páginas 1 y 5 del manuscrito del drama Bernardo del Carpio, escrito por Jorge Luis Borges a los 11 años

Como comprobará el lector, hemos reproducido el texto tal y como aparece escrito, con sus incorrecciones y esa estrafalaria mezcla entre arcaísmos y lenguaje vulgar de carretero que utilizó el pequeño Georgie. Hay que hacer notar que en el manuscrito se observa perfectamente que la letra no es de Borges, sino de algún adulto.

El citado biógrafo Edwin Williamson, acaso movido por ciertas veleidades de psicoanalista aficionado, se deja llevar por la posible trampa montada por Borges en su relato El hacedor, y pretende inferir de ello una especie de resentimiento hacia su padre, incapaz -como él- de haber tomado las armas para defender el honor familiar.

Este argumento, además, lo apoya en el hecho de que en el drama Bernardo del Carpio de Lope de Vega, el final es feliz y el padre se salva, al contrario de lo que imaginó Georgie. Desgraciadamente para el biógrafo, la leyenda del imaginario héroe hispano ha sido muy utilizada en la literatura, y en casi todos los casos, la historia termina con la muerte de la figura paterna.

Sea como fuere, estamos ante la única obra de teatro -si se puede llamar así- que Borges escribió en su vida. Mucho más tarde, y más acorde con los tiempos que transcurrían por entonces- sí que escribiría guiones de cine, por cierto poco conocidos por sus seguidores. Pero de ellos ya hablaremos más adelante. Por ahora continuaremos con aquel jovencísimo Georgie que comenzaría bien pronto su carrera de cuentista.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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