Estas “Trece fábulas y media” son una rareza literaria, primero porque su estilo sencillo no cuadra con la habitual prosa de Benet, difícil de leer, con párrafos larguísimos y escritos como a borbotones; en segundo lugar resulta extraña su brevedad, aunque en el fondo intuimos que precisamente ésa debe ser una de las cualidades de una fábula. Como reza en la solapa del libro, una fábula es un relato del que normalmente se desprende alguna enseñanza. No necesariamente tiene que estar protagonizado por animales, pero resulta esencial que haya en todas las historias un cierto componente alegórico. En ese sentido, resulta evidente que Benet consigue este propósito. Las fábulas de Benet son como bombones que uno puede paladear sin empacharse, pequeñas joyas que, sin ser ostentosas, demuestran el talento que era capaz de desplegar este narrador.
Para quienes estén habituados a las novelas de Benet y al lenguaje utilizado en obras como “Volverás a Región”, “Una meditación” o “Herrumbrosas lanzas”, supongo que este libro les deberá de parecer una nadería, un entretenimiento superfluo, algo que Benet escribió en unas pocas horas, para matar el aburrimiento de las sobremesas, o mientras leía el periódico, como quien hace un crucigrama. Pero esto es un error. Si nos fijamos atentamente, descubriremos que cada frase está cincelada, remachada y pulida con esmero. “Trece fábulas y media” es una de esas obras que merecen ser desempolvadas y rescatadas del olvido. La edición que yo he leído es de 1981 y cada fábula está maravillosamente ilustrada por Emma Cohen. Si bien no todos los relatos guardan el mismo nivel de calidad, todos narran historias bastante sugerentes, a veces abiertas a diferentes interpretaciones, y a veces con finales alternativos, como le sucede a la fábula décima, que se desdobla en dos finales y que es el motivo del “medio” añadido al título. Tras el estilo sobrio, preciso y pulido de cada narración subyace un lenguaje no exento de lirismo y, por supuesto, como marca el título de “fábula”, existe una anécdota que busca la reflexión del lector, todo ello con una increíble economía de medios.
Las temáticas que abordan estas fábulas sin moraleja son principalmente el destino, Dios, o la muerte, conceptos que, en cierta forma van ligados y de los que Benet parece ironizar, pese a que en las historias el destino se muestre implacable y la muerte, inexorable.
Por una cuestión personal, yo siempre he preferido al Benet de las narraciones cortas que al de las novelas largas. Tal vez por eso sea un admirador de este libro, tan desconocido dentro de su obra. Por desgracia, parece que en la actualidad no es éste el único libro de Benet que parece estar esfumándose en el olvido, quizá de forma demasiado rápida. Si esta pequeña reseña sirve para avivar la curiosidad de algunos lectores que aún no hayan leído a Benet, les recomendaría sin dudar estas fábulas. Creo que no se arrepentirán.
Trece fábulas y media. Juan Benet. Alfaguara, 1981.