Cecilia Valdés o La Loma del Ángel. Cirilo Villaverde: Retrato de una sociedad enferma

Portada de Cecilia Valdés o la loma del ángel

Hay novelas que atesoran la extraña virtud de estar construidas con la misma materia que la sociedad que retratan. Este es el caso de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel (1882) del cubano Cirilo Villaverde, una de las novelas cumbres de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. Decimos esto porque la obra refleja con exactitud en su propia estructura uno de los rasgos fundamentales de la sociedad cubana: el mestizaje. La evolución social desde unos comienzos podridos y vergonzantes hasta la “normalización” de la presencia de las personas de color en la vida de la isla vertebra la narración, mezclando en ella diferentes aspectos como si el mismo mestizaje se fundiera con la intención del autor.

No obstante, la idea primera de Cirilo Villaverde al abordar este texto anduvo por otros derroteros. Abogado y más tarde periodista, controvertido conspirador contra el colonialismo español, hijo de un médico propietario de un ingenio azucarero donde vivió de primera mano las angustiosas penalidades de los esclavos negros, Villaverde comenzó su carrera literaria en 1838 escribiendo folletines románticos muy alejados de sus ideas políticas.

Un año después publicaría el “Tomo primero” de Cecilia Valdés, cuyo tema central era la truculenta historia de amor entre una mulata y el hijo de un hacendado español. Esta narración, a pesar de ser el germen de la novela que ahora nos ocupa, no diseccionaba en ningún momento la sociedad cubana de la época, perdiendo así el autor la ocasión de escribir la primera novela abolicionista en favor de su compatriota Gertrudis Gómez de Avellaneda, cuya obra Sab (1841) reseñamos en estas páginas. Suponemos que la evolución de sus ideas políticas, el conocimiento de las novelas naturalistas en su exilio de París, y sobre todo, el éxito de La cabaña del Tío Tom, llevó al escritor a abordar el tema de la esclavitud, sin perder, eso sí, la trama romántica que le servía de armazón argumental.

Finalmente, en 1882 publica en Nueva York la versión definitiva de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, arrastrando en su estructura, por acumulación, características propias de los estilos romántico, naturalista, historicista y realista, para festín de los estudiosos y críticos literarios. Afortunadamente, el talento narrativo de Cirilo Villaverde trasciende todas estas peripecias temporales y estilísticas para ofrecernos un impresionante fresco de la Cuba colonial tras el período independentista del resto de los países hispanoamericanos.

Retrato de Cirilo Villaverde
Cirilo Villaverde (1812-1894)

Para ello debemos situarnos en la época histórica que retrata la novela: un tiempo en que la sociedad cubana, bajo el gobierno español, se hallaba corrompida por la ambición económica derivada del cultivo del azúcar y la trata de esclavos. Aunque, como su título indica, la protagonista es Cecilia Valdés, una bella mulata nacida la relación extramatrimonial entre un hacendado español y una mujer “de color canela”, la trama pronto se centra en las corruptas maquinaciones de dicho español, Cándido Gamboa, y la sociedad que representa.

En la casa de Gamboa vamos a entrar de la mano de la propia Cecilia, una joven de 17 años, llamada la Virgencita de Bronce, bellísima, criada en la calle y con una libertad de pensamientos y movimientos que la convierten en una especie de femme fatale para los bienpensantes ciudadanos blancos, y más en concreto, para el hijo de Gamboa, Leonardo, que es –tal como habrá sospechado el sagaz lector- su hermano, el cual cae locamente enamorado de la hermosa Cecilia aun estando comprometido con una rica criolla blanca.

Hasta aquí podríamos decir que llega la parte folletinesca de la novela, aparte de otros sucesos poco interesantes relacionados con celos y amoríos. No obstante, el hecho de que Cecilia sea mulata va a tener una importancia decisiva en el interesante devenir de la historia, puesto que las mulatas en Cuba, a medio camino entre las esclavas de raza negra y las muy católicas y recatadas mujeres blancas, representaban la sensualidad y el ardor femenino, estando “permitido” a los españoles y criollos mantenerlas como concubinas, bien parapetados por un matrimonio de raza blanca.

Esta situación de la mujer como objeto –en este caso, como objeto de deseo- está excelentemente reflejada por Cirilo Villaverde. La parte más pervertida de esta historia es que las mulatas también aspiraban a casarse con un hombre blanco, con la idea de liberarse del estigma de la ausencia de “pureza de sangre”, requisito imprescindible para ser algo en la sociedad cubana. Por tanto, las familias mulatas trataban de acercarse a las de origen español por el único método posible: el sexo con sus mujeres.

El tratamiento del ser humano como objeto se amplía en esta novela a todo el género a través de la esclavitud, puesto que en este caso, el esclavo ni siquiera tenía la consideración de res del Derecho romano, sino que tenía el mismo valor que una saca de tabaco. En este sentido, el español Cándido Gamboa representa el tratante de esclavos que se enriquece más por la venta de esclavos llegados de Guinea que por el mismo negocio azucarero, al cual redunda la trata ya que los esclavos sobrantes iban a parar a los ingenios para trabajar hasta que caían muertos de agotamiento.

Recordemos que la trata de esclavos fue prohibida en Cuba en virtud del tratado suscrito por España y Gran Bretaña en 1817. Pero la realidad en la isla era otra. Los barcos que zarpaban de Guinea trataban de esquivar la vigilancia de los barcos ingleses, y cuando esto no era posible, se valían de la proverbial picaresca española para hacerlos desembarcar en Puerto Rico, y debidamente vestidos los esclavos como ciudadanos “libres”, pasar a Cuba para ser posteriormente subastados.

Las peripecias sentimentales de la novela nos llevarán a los ingenios azucareros donde Cirilo Villaverde no ahorra en describirnos sobrecogedoras escenas de los mayorales con los esclavos que él mismo vivió en su infancia. Como contraste, también visitaremos un cafetal propiedad de los Gamboa, donde el mestizaje es mayor y por tanto la relajación de las costumbres esclavistas dan pie a otra tipología típicamente cubana: la de los mulatos artistas: músicas, sastres, bailarines, que llevan en la sangre los ritmos africanos y la creatividad de una raza, que a falta forzosa de ambiciones económicas, hacían de la artesanía y la música su medio de vida.

Como el lector podrá observar, ese mestizaje propio de Cuba se traslada a la novela en forma de una acumulación ordenada de diversos temas: la esclavitud, el dinero, el incesto, el sexo, la descripción detallada de la riqueza natural de la isla, las condiciones sociales de una época y su corrupción moral.

Este último aspecto se centra en dos curiosas cuestiones: por un lado, si bien los matrimonios mixtos estaban prohibidos, eran los propios varones blancos los que, mediante supuestos derechos de raza superior, se mezclaban con las mujeres de raza negra, aumentando así la población mulata, cada vez más numerosa en Cuba y cuyos oficios ya distaban mucho de los realizados por los esclavos; y por otro lado, la actitud de una sociedad enferma por la ambición, que entendía que no podía abolirse la esclavitud puesto que de ello se derivaría el fin del porvenir de la agricultura cubana. Es en este cínico argumento económico donde Cirilo Villaverde pone el dedo en la llaga, con tal acierto que aún en la actualidad se mantiene dicho argumento con igual cinismo: pensar que el bienestar económico de un país es inimaginable sin que quede supeditado a él la mano de obra que lo hace posible.

Como toda obra de arte, Cecilia Valdés es hija de su tiempo. Reconocemos en ella momentos folletinescos que tal vez resulten ya superados para el lector del siglo XXI –aunque dados los argumentos de nuestras actuales novelas de éxito, nos quepa la duda- así como numerosas digresiones del propio escritor en favor de la abolición de la esclavitud y la corrupción de la sociedad, por lo demás absolutamente inútiles ya que la novela contiene los suficientes argumentos narrativos como para que se deduzca su tesis sin necesidad de discursos adicionales. Posiblemente, esta obstinada retórica de Cirilo Villaverde no era más que el fruto de la inseguridad de un autor que no era consciente de estar escribiendo una obra maestra.

Cecilia Valdés o La Loma del Ángel. Cirilo Villaverde. Editorial Verbum.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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