Cobra, de Severo Sarduy: metamorfosis, barroquismo y subversión.

Portada de Cobra, de Severo Sarduy

Aunque hoy en día Severo Sarduy es un escritor del que casi nadie se acuerda, resulta indudable que es una de las figuras clave en la literatura cubana e hispanoamericana. Prueba de ello es que su novela Cobra, escrita en 1972, mereció el Premio Médicis para escritores en lengua no francesa. Pese a este reconocimiento, el tiempo no ha tratado justamente a Severo Sarduy, posiblemente debido a su coincidencia temporal con los numerosos autores del archiconocido “boom” de la literatura hispanoamericana que sin duda eclipsaron la obra del cubano.

En cuanto a su novela Cobra, es una obra inclasificable y de difícil lectura que trata temáticas como la homosexualidad y el travestismo, algo que, contextualizando en la época en la que fue escrito, resultaba una auténtica revolución.

Argumento

A pesar de que los estudiosos contemplan que Cobra como obra literariaes un medio más que un fin, y aunque su lectura es compleja y resulta complicado hablar de un argumento para esta novela, lo cierto es que Severo Sarduy nos cuenta una historia, muy extraña, eso sí, pero con un argumento.

Cobra nos narra la vida de un travesti que trabaja en un lupanar que se hace llamar el Teatro Lírico de las Muñecas, donde las mujeres bailan y prestan sus servicios sexuales a los clientes. La dueña del lugar, quien recibe distintos apelativos a lo largo de la obra (Señora, Buscona, Alcahueta, Madre, Decana, Venerable, etc.) sabe que, entre todas sus ninfas, Cobra es la estrella del lugar. Sarduy la describe como un ser bellísimo que seduce a todos con sus “pestañas postizas, corona, lentes de contactos amarillos, polvos en el cuerpo, arabescos en las tetas, alas de mariposas, pigmentos en el vientre y las nalgas, olores de azafrán, una palmada en el glúteo y una pastilla de librium” que convierten a la protagonista en el centro de atención.

Pese a su envidiable belleza, Cobra tiene un problema que rompe su armonía femenina y es el tamaño de sus pies, que aparecen simbolizados como una extensión de su miembro viril. Cobra siente que mientras conserve esos rasgos tan poco femeninos será incapaz de representar una función en la que debe interpretar a una especie de geisha oriental. Cobra tiene ya el espíritu necesario y ha poseído al personaje, pero su cuerpo no le acompaña por mucho que se maquille.

Con ayuda de la Señora, Cobra trata de reducir sus pies sometiéndolos a diversos tormentos como meterlos en hormas minúsculas, mojarlos alternativamente con agua caliente y fría, embalsamándolos, o sometiéndolos a todo tipo de mejunjes repulsivos. Todo ello no hace sino empeorar el estado de sus pies de una forma terrible que Severo Sarduy describe así:

De las uñas brotó una violeta vascular que tiraba a orquídea congelada, a manto de obispo asmático, bajo un refectorio que se derrumba, comiéndose una piña. A ese morazo lezamesco sucedieron grietas en los tobillos, urticaria y luego abscesos subiendo de entre los dedos, llagas verdinegras en la planta”.

De las heridas y emanaciones del cuerpo de Cobra surge Pup, una enana blanca, muy sórdida y sucia. Pup es una especie de homúnculo a quien Cobra trata como un juguete. Primero la llama Poupée, luego Pupa y finalmente Pup. La enana representa la parte residual y grosera de Cobra, el ser que absorbe todo el dolor que Cobra transfiere cada vez que avanza hacia su transformación.

Con la ayuda de la Señora y un ayudante indio apodado el Maestro, la protagonista inicia una peregrinación en busca de un doctor que pueda obrar el milagro de su metamorfosis. Viajan a Oriente para intentar culminar su travestismo. Sin embargo, fracasan. Alguien les dice entonces que en España hay un tal doctor Ktazob, que es capaz de hacer la operación. De este modo, Cobra, Pup y la Señora se van a España para dar con el paradero del doctor.

La transformación de Cobra requiere no solo sufrimiento y dolor, algo a lo que Cobra ya parece haberse resignado. Su metamorfosis requiere la muerte de la enana Pup. Y ese es el único modo en que se completaría el ciclo de su transformismo: para que un cuerpo renazca, el otro debe perecer.

Estilo

Se incluye esta obra de los 70 en el estilo llamado «neobarroco sudamericano«. No es un estilo creado por el propio Severo Sarduy, pero sí ha aportado muchísimo a él mediante su propia progresión como escritor. El neobarroco no es solamente un estilo de renacimiento del barroco, sino unas pautas para analizar lo que viene después de la modernidad. El prisma utilizado pasa a ser una visión latinoamericana de la realidad. Uno de los máximos exponentes de ese neobarroco fue Lezama Lima, a quien Severo Sarduy admiraba profundamente, y también, por supuesto, Alejo Carpentier o Guillermo Cabrera Infante, todos ellos cubanos. Severo Sarduy completaría este grupo admirable de escritores neobarrocos.

A medida que Severo Sarduy visita Asia, obras como Cobra pasan a interpretarse como guías del budismo, a pesar de las referencias a inmoralidades y el tono jocoso. La visión de Severo Sarduy es pesimista hasta en el lenguaje, es decir, debe emplear un lenguaje diferente porque ni siquiera el lenguaje es capaz de transmitir la realidad.

El neobarroco para Severo Sarduy puede suponer una acumulación derrochadora de elementos y expresiones que se equipara al consumismo propuesto por el neoliberalismo. La salida es anular las ansias de participar en la rueda imparable mediante el erotismo, que no es otra cosa que un elemento concreto del hedonismo.

Este barroquismo llena la obra de Severo Sarduy de color, burla, sensualidad, personajes impredecibles y emociones muy profundas. Los elementos más formales son brillantes, ya que, incluso, mezcla idiomas como el francés, el inglés y el castellano para crear una jerga propia. Una jerga que es un medio de comunicación, lo que supone descubrir el valor real de la obra.

Cobra es una historia perturbadora y transgresora sobre el travestismo, un tema muy poco tratado en la literatura. La verdadera importancia de esta novela no es el argumento en sí mismo, ni si quiera los personajes, sino el triángulo amoroso formado entre el escritor, sus personajes y el lector a través de una prosa compleja y elaborada que a veces, con todo su barroquismo y exageración, parece un auténtico monumento a la fealdad. Prueba de esa subversión es la burla que el propio Severo Sarduy hace en un momento de la novela con este párrafo memorable:

Tarado lector: abandona esta novela y dedícate a leer las del boom, que son mucho más claras.

Cobra. Severo Sarduy. Edhasa.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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