A veces la literatura rescata personajes que, en su aparente mediocridad, contienen toda la grandeza y la fragilidad humanas. El diario de Hamlet García, publicado en 1944, es una de esas novelas que, con humor, ironía y melancolía, nos ofrece el retrato de un hombre que, queriendo ser héroe de su propia vida, termina siendo apenas un actor secundario de su tiempo. Paulino Masip, escritor español exiliado en México tras la Guerra Civil, construye en esta obra una tragicomedia entrañable, en la que el lector se debate entre la risa y la compasión.
Hamlet García, el protagonista, lleva un nombre que parece destinado a la grandeza: no puede evitar sentirse predestinado a un destino trágico o, al menos, extraordinario. Pero la realidad que lo rodea, en un Madrid de provincias lleno de rutinas, frustraciones y pequeñas mezquindades, no parece dispuesto a concederle ese honor. Hamlet es un soñador de medio pelo, un hombre de aspiraciones desmedidas y capacidades más bien escasas, que intenta convertir su existencia anodina en una obra digna de ser contada. Su herramienta para conseguirlo es el diario personal que da título a la novela, donde narra su vida con un dramatismo exagerado, aderezándola con reflexiones grandilocuentes, aspiraciones literarias y lamentos cómicos sobre su falta de éxito.
La estructura de la novela se apoya en las entradas del diario, lo que permite a Masip jugar con la subjetividad del narrador. Hamlet García no es un narrador confiable: sus descripciones de los hechos siempre están teñidas de su necesidad de sentirse importante, de su convencimiento de que el mundo le debe algo. Pero es precisamente en esa distancia entre la realidad y su percepción donde radica buena parte del humor y la ternura del libro. El lector ve claramente las limitaciones, los ridículos y las caídas de Hamlet, pero no puede evitar empatizar con él, porque en el fondo todos, alguna vez, hemos querido ser algo más de lo que somos.
El estilo de Masip combina la agilidad narrativa con una ironía constante pero nunca cruel. Hay en su tratamiento de Hamlet García una especie de compasión burlona, un reconocimiento de que, aunque su protagonista es un bufón, también es un espejo deformante de las aspiraciones frustradas que forman parte de la condición humana. La prosa es ágil, con un ritmo rápido y un tono ligero que no excluye momentos de melancolía y profundidad.
El diario de Hamlet García es también una novela sobre el exilio interior. Aunque Masip escribió desde el exilio literal, tras su salida de España, aquí se centra más en la sensación de desubicación que puede asaltar a cualquier ser humano, esté donde esté. Hamlet García es un extranjero en su propia vida: no termina de encajar en el mundo que le ha tocado, no comprende del todo las reglas que rigen su entorno, y sus gestos de rebelión son, a menudo, patéticos o ineficaces. Pero en esa lucha inútil hay algo profundamente digno, algo que trasciende la comicidad y convierte su figura en la de un pequeño héroe cotidiano.
La novela se mueve entre la sátira de las pretensiones literarias, la crítica social de una clase media mediocre y la exploración de los sueños como tabla de salvación frente a la grisura de la existencia. No hay grandes gestas en la vida de Hamlet García, no hay revoluciones ni amores legendarios: solo hay el afán de dejar huella, aunque sea en las páginas de un diario que probablemente nadie leerá.
Leer El diario de Hamlet García es asistir a una representación donde lo trágico y lo cómico se mezclan sin solución de continuidad. Es, también, recordar que la literatura tiene la capacidad de dar voz a los perdedores, a los olvidados, a esos seres anónimos que, a pesar de sus fracasos, siguen soñando, siguen escribiendo, siguen luchando por dotar de sentido a su paso por el mundo.
Paulino Masip, con esta obra, nos regala un personaje inolvidable y una lección que sigue vigente: no importa cuán pequeño sea nuestro escenario ni cuán torpes sean nuestras palabras; mientras existan sueños —y mientras haya quien los escriba, aunque sea en un diario secreto—, la vida conserva su dignidad tragicómica.
El diario de Hamlet García. Paulino Masip. Visor.