Simplemente mencionar el nombre de Patricia Highsmith es como adentrarse en un territorio tenebroso: en sus libros se aprecia siempre la lucha entre las fuerzas más siniestras y terribles que conforman nuestra vida, un territorio abrupto cuyo mapa apenas si nos proporciona alguna ayuda. Highsmith siempre confesó su influencia por el psicoanálisis, de hecho, su propia vida aparece marcada por anécdotas terribles, como cuando su madre le contó que había intentado abortar, estando embarazada de ella, bebiendo trementina. Patricia Highsmith cuenta aquella anécdota de la que resalta el comentario final de su madre: “Resulta curioso que adoro el olor a la trementina, Pat”. La relación de Patrcia Highsmith con su madre tiene algo de complejo de Electra en el que, sin embargo, subyace un deseo freudiano por regresar al útero de su madre. En algunas de sus obras esta compleja relación familiar aflora de un modo más o menos intenso. Puede que El juego del escondite, sin ser una de sus novelas más intensas, sí tenga la cualidad de reflejar la aludida y compleja relación de amor y odio entre padres e hijos. En El juego del escondite, Peggy, una mujer joven y recién casada se suicida sin que lleguemos a intuir siquiera cuál fue la causa de su decisión, Tan solo tenemos el testimonio de su marido viudo, que se refiere al luctuoso drama de este modo: «Para ella el mundo no era suficiente.» A menudo se dice que con el fin de comprender una obra de arte necesitamos conocer el contexto histórico en que se hizo. Patricia Highsmith nos demuestra que no es del todo necesario y que ese exceso de conocimiento se puede evitar simplemente con trabajo, de modo que será el trabajo el que nos permita entender el contexto, y no al revés. Por esa razón, leer a Patricia Highsmith no consiste en entender sus novelas a partir de su biografía, sino explicar por medio de sus libros cómo fue capaz de sobrevivir en su vida «real».
Todo el leitmotiv de esta novela, aparentemente sencilla y para muchos aburrida, gira en torno al suicidio de Peggy. Nadie comprende cómo una pareja joven que está pasando su luna de miel en Mallorca puede terminar esta relación apenas empezada de un modo abrupto y dramático. Para Ed Coleman, el padre de Peggy, la explicación del suicidio de su hija no es en absoluto convincente y culpa de la muerte a su marido, Ray. Aunque Ray ha tratado de explicarle en distintas ocasiones que él no ha tenido nada que ver en ese suicidio, el señor Coleman planea vengarse de su yerno y desea fervorosamente verlo muerto. Matar a Ray para él, más que una venganza, es un acto de justicia. Ray intenta una vez más convencer a su suegro de su error y, para ello, viaja a Venecia para ir a su encuentro y entrevistarse con él. Durante uno de los encuentros, el señor Coleman intenta matar a Ray arrojándolo de una lancha motora en un canal veneciano y, de hecho, lo da por muerto. Pero Ray sobrevive a aquel intento de asesinato y, en vez de acudir a la policía para contar lo ocurrido, decide que lo mejor que puede hacer es fingir que está muerto hasta que las cosas se calmen un poco. El juego del escondite comienza entonces realmente para Ray y Coleman que se buscan mutuamente sin encontrarse. Coleman no sabe con certeza si su yerno ha muerto, pero no le preocupa ni le mortifica lo más mínimo la posibilidad de haberlo matado. Es más, si lo descubriera vivo, no dudaría en volver a intentarlo. El juego de Ray es, sin embargo, bastante ambiguo. Se esconde, pero no sabemos si realmente es por miedo o porque esté tramando una sutil venganza contra su suegro.
Para muchos lectores, el problema de El juego del escondite es que carece del suspense que normalmente esperamos encontrar en las novelas de Highsmith. Es el problema que tienen ciertos escritores que parecen tener que resignarse a llevar una etiqueta que los clasifica. Sin embargo, convienen recordar que no todas las novelas de Highsmith son del género negro, ni de suspense. Por citar dos ejemplos, mencionaré El diario de Edith, una extraordinaria novela totalmente alejada del mundo del crimen, o El precio de la sal, adaptada al cine recientemente y reeditada bajo el título de Carol.
Cito a continuación las palabras de la propia autora para referirse a esta “decepción” que produjo el argumento de la novela reseñada:
Mi novela El juego del escondite fue etiquetada en Estados Unidos como una novela de suspenso, aunque no había ningún asesinato, ningún gran crimen, y poca acción violenta. Trata sobre la gente que rodea al presunto asesino y sus actitudes hacia él. El protagonista sufre de ansiedad, aunque esquiva el destino que teme. Estaba interesada en qué clase de juicios emitiría el círculo de amigos del protagonista sobre los dos hombres, ya que en un momento tanto el héroe como su suegro son sospechosos de haber matado a otras personas. Para ejemplificar lo que digo acerca de las categorías, debo citar mi primer libro, Extraños en un tren, que era solamente «una novela» cuando la escribí y sin embargo, cuando fue publicada, fue etiquetada de «novela de suspenso». Desde entonces, lo que fuera que escribiera fue colocado en la categoría de «suspenso», lo que significa tener a las novelas propias predestinadas, al menos al principio de mi carrera de escritora, a no más que reseñas de tres pulgadas en los periódicos, apretujadas entre buenas y mediocres novelas que obtienen el mismo escueto tratamiento (por novelas mediocres me refiero a aquellas de apresurados escritorzuelos).
El juego del escondite. Patricia Highsmith. Anagrama
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