Algunos de los temas recurrentes en la obra de Yukio Mishima son el patriotismo, la identidad cultural, la belleza y la muerte. Todos esos temas resultan fácilmente identificables en una de sus novelas más conocidas: El Pabellón de Oro. En cuanto a los dos primeros están presentes porque la acción de esta novela transcurre durante la Segunda Guerra Mundial y, en ese sentido, Yukio Mishima, así como otros muchos compatriotas suyos, interpretaron el final de aquella guerra como un hecho humillante y vergonzoso que marcaría para siempre sus vidas y que, temían, acabaría destruyendo la tradición ancestral propia de su legado cultural y, por tanto, sus señas de identidad. Y en ese sentido el Pabellón de Oro se erige como un símbolo de la nación que hay que proteger a toda costa de los bombarderos enemigos. Pero si hay un tema central en El Pabellón de Oro ese es, sin lugar a dudas, la belleza.
La belleza como leitmotiv
Lo que Yukio Mishima plantea en esta novela guarda cierta relación con el conocido síndrome de Stendhal: la belleza puede llegar a resultar dañina, enfermiza, insoportable. Y para acentuar esa premisa, Yukio Mishima recurre al contraste, en este caso anteponiendo la majestuosa belleza del Pabellón de Oro con la fealdad de su personaje principal, Mizoguchi.
Mizoguchi es un joven tartamudo que carece de cualquier atractivo físico y que arrastra un enorme complejo de inferioridad desde su más tierna infancia. La soledad se ha convertido en la única y auténtica compañera durante la existencia de este personaje que, definido como taciturno, solo alimenta una ilusión: ansía poder conocer algún día el templo Kinkakuji o Pabellón de Oro de Kioto.
Su fascinación por esta construcción dotada de gran belleza, una de las más famosas que se erigen en todo Japón, tiene su origen en la historias que a menudo le ha oído relatar a su padre, monje budista de un templo remoto. Las descripciones que su padre acostumbraba s a realizar sobre este icono de la arquitectura de carácter religioso han hecho que Mizoguchi llegue a obsesionarse con él.
Tal es esa obsesión que el padre de Mizoguchi, gravemente enfermo, contacta con Tamaya Dosen, el prior del monasterio de Rokuonji, para que interceda en favor de su hijo y pueda ser acogido como un monje.
Otros personajes importantes en esta novela son la joven Tsurukawa, de quien Mizoguchi está enamorado, y su amigo Kashiwagi. Todos ellos influirán de forma decisiva en el destino de Mizoguchi.
La vida de Mizoguchi da un giro de 180 grados cuando se precipitan una serie de acontecimientos tan inesperados como indeseados. Tras descubrir que su madre comete adulterio, recibe el duro golpe de perder a su padre. Al mismo tiempo, sufre un desengaño sentimental que le rompe el corazón. Ya nada parece tener sentido para él, nada salvo una cosa que acapara su atención.
Estos hechos serán el desencadenante que le llevará a refugiarse aún más en su obsesión por Kinkakuji, hasta el punto de tomar la decisión de convertirse en novicio con el fin de poder habitar entre sus muros. Con la ayuda de Tamaya Dosen cumplirá este deseo y se ordenará como monje bonzo. De este modo es como Mizoguchi se recluirá en un lugar que se ha dedicado a idealizar durante años y que le llevará a aislarse, aún más, de cuanto le rodea.
El prior toma tal afecto por el muchacho que incluso se ofrece a costearle los estudios en la Universidad de Kioto, ofreciendo a Mizoguchi unas expectativas que jamás hubiese soñado. Mizoguchi se vuelve un ser cada vez más sombrío y ambicioso y aspira a suceder en el cargo de prior a Tamaya Donsen. Mizoguchi llega a ser consciente de esa desviación cada vez más patente hacia la oscuridad y tratará de luchar internamente contra sus propios demonios. Pero, poco a poco, ese espíritu de lucha irá cediendo hasta dejar en su mente una única idea con la que cree que podrá salir victorioso y acabar con todas las desgracias que le han sucedido por culpa de su complejo de inferioridad y de su fealdad.
Un debate filosófico envuelve su trama
Al igual que el resto de títulos firmados por Yukio Mishima a lo largo de su trayectoria, también en El Pabellón de Oro se reflejan aspectos que se convirtieron en una constante y, al mismo tiempo, en la auténtica seña de identidad de su producción literaria.
Más allá de su trama, lo que verdaderamente importa en esta novela no es tanto lo que se cuenta, sino la forma en que Yukio Mishima envuelve al lector presentando a unos personajes icónicos. Asimismo El Pabellón de Oro se perfila como un debate filosófico, que llevará al lector a reflexionar durante su lectura sobre aspectos contrapuestos, como la vida y la muerte, la belleza y la fealdad, la pureza y corrupción, así como los diferentes claroscuros que conforman la existencia. Yukio Mishima recurre continuamente la simbología en sus obras, incluso a referencias filosóficas de la cultura occidental, que vienen a reforzar la contraposición a la cultura japonesa y la pérdida, por consiguiente, del legado ancestral.
El Pabellón de Oro es un libro en el que, con su estilo característico, Yukio Mishima nos presenta la evolución del personaje central hasta que nos lleva a un final que no nos dejará indiferentes. La novela merece una lectura pausada y serena. En mi opinión, El Pabellón de Oro es una opción excelente para empezar a leer a Yukio Mishima por ser una de las obras más representativas de este autor con las que animamos a los lectores que no conozcan su obra a disfrutar de la prosa de uno de los grandes escritores del siglo XX.
El Pabellón de Oro. Yukio Mishima. Alianza Editorial.