Gog. Giovanni Papini: La insólita humanidad

gog Giovanni Papini

Hay escritores que encuentran en la literatura el vehículo idóneo para expresar su particular ingenio, del que están especialmente dotados. Basta recordar los insignes ejemplos de Oscar Wilde o Chesterton, en los que tal vez no encontramos nunca el auténtico brillo de la inteligencia en sus tramas a veces superficiales, pero que sin duda llaman la atención del lector preparado para disfrutar de los chispazos deliciosos de sus historias alambicadas y originales. Giovanni Papini (1881-1956) fue uno de esos escritores ingeniosos que depara a sus lectores momentos de extraordinario entretenimiento y que merecen un lugar en la historia de la literatura, aunque sea dentro de esa categoría apartada y extraña que es la de los bichos raros.

Y pocos de sus libros son más representativos de esa peculiar forma tan suya de abordar la literatura que Gog (1931), una obra inclasificable que no puede entenderse plenamente como una novela ni como un conjunto de relatos, sino como una sucesión de momentos memorables, escritos con una exquisita prosa, especialmente dedicados a lectores inteligentes que no se conforman con una historia convencional. Lógicamente, para que el libro adquiriera una forma unitaria, Papini imaginó un hilo conductor, que si bien puede resultar débil, sirve de amalgama suficiente para seguir su lectura sin especiales dificultades.

En este caso, el escritor italiano se limita a presentar a los lectores un manuscrito abandonado por un estrafalario millonario llamado Gog, al que conoce en un manicomio. ¿Está loco Gog? Esa será la pregunta que puede hacerse el lector a lo largo de las páginas del libro, aunque pronto advertirá que, si se trata de una locura, no es una locura normal, sino un interés inusitado por ese lado oscuro de la realidad, por los aledaños de la vida, tan difíciles de transitar por el común de los mortales. En Gog se dan tres condiciones para ser considerado un hombre inusual: un patrimonio sin fondo, la ociosidad del que todo lo ha conseguido y una curiosidad insaciable por lo extraordinario. Gog quiere, ante todo, saber; conocer lo que aún no se encuentra escrito en los libros, indagar en las ideas de los más eminentes hombres del siglo: por las páginas de esta obra aparecen conversaciones con Gandhi, Einstein, Freud, Lenin o George Bernard Shaw, conversaciones por lo demás inauditas, que dan una vuelta de tuerca a sus pensamientos. Por ejemplo, la conversación con Gandhi, que no tiene desperdicio, nos presenta al líder político como el más británico de los indios, o a Freud como un novelista frustrado que tiene que resignarse a redactar los casos clínicos que ha conocido como si fueran mitos, para su mejor comprensión por los legos.

No hay una sola conversación en el libro que no sea ingeniosa, que no busque el envés de la realidad. Papini pensó que un hombre estrafalario sólo podía atraer a otros hombres estrafalarios, y así conoceremos las ideas más disparatadas que se puedan dar sobre el progreso o la técnica, pero siempre con un fondo de verdad o de razón que impide considerar a esta obra como una sucesión de situaciones inverosímiles. Generalmente, donde hay ingenio hay humor, y el libro puede también ser leído como una larga y deliciosa humorada que mantendrá una permanente sonrisa en el lector, y cuyo mérito sólo debe defenderse, puesto que no es fácil mantener durante más de 300 páginas el interés sin decaer un momento. En particular, su lectura me ha recordado mucho las novelas estrambóticas de Ramón Gómez de la Serna, al que sospechosamente también entrevista Gog en el café Pombo.

De esta manera conoceremos a músicos consagrados a la importancia del silencio hasta el punto de hacer de éste una obra de arte; descubriremos la existencia de una isla donde sólo pueden habitar un número determinado de personas, de modo que el difícil equilibrio entre natalidad y mortalidad se salda con continuos y obligados suicidios anuales para mantener el fatídico número de supervivientes; una organización que se encarga de remediar el hambre del mundo mediante la hábil eliminación de aquellas personas que no son deseables: los enfermos incurables, los viejos, los inmorales y los delincuentes, es decir, la eliminación de lo superfluo y la purificación de la sociedad; un médium que no evoca a los muertos, sino a los vivos, de manera que uno pueda conversar con las personas más importantes de la actualidad desde su propia habitación; un sistema de prevención de la delincuencia y la inmoralidad, no mediante el procesamiento de los culpables (que se hace sobre un hecho ya irremediable) sino a través de infinitos procesos a inocentes, hombres que parecen inofensivos a primera vista y que poco más tarde se sospecha que serán asesinos despiadados.

La lista de hechos insólitos sería interminable. Uno tras otro, Papini desgrana la existencia de oscuros proyectos para hacer mejor el mundo o desenmascara de él a los farsantes que la hacen menos habitable. Lo extraordinario de este libro es que algunos de esos proyectos se han hecho realidad con el tiempo, a lo largo del siglo XX, lo que no deja de asombrar dada las características meramente lúdicas de esta curiosa obra.

Pero no debemos dejar engañar por ese manoseado adagio que dice que la realidad supera a veces la ficción: una de las lecciones que se puede extraer de este libro es que la humanidad está lo suficientemente loca como para abordar lo estúpido o lo imposible, siempre que se den las circunstancias idóneas, por ejemplo, que haya un loco que sea capaz de hacerlas posible. Giovanni Papini no vivió lo suficiente para verlas, pero sí alcanzó el mínimo grado de sabiduría para comprender, como su admirado Einstein, que la estupidez humana es infinita.

Gog. Giovanni Papini. Debolsillo.

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Actualmente, el italiano Giovanni Papini es un escritor casi olvidado, cuyas obras, muy populares en su momento, son difíciles de encontrar. Tal vez la heterodoxia de su labor literaria, que abarca desde la poesía al artículo periodístico, no haya ayudado a mantener la importancia que llego a tener como escritor. A este hecho hay que unirle, irremediablemente, esa tendencia tan extraña de ciertos humanos a ser inteligentes y plantearse el conocimiento, en toda su vastedad, como un reto y una meta, cuestión que no suele ser contagiosa. Baste leer estas palabras de Papini escritas en su primer libro: “En un mundo donde todos piensan únicamente en comer y en hacer cuartos, en divertirse y en mandar, es necesario que haya de cuando en cuando uno que refresque la visión de las cosas, que haga sentir lo extraordinario en las cosas ordinarias, el misterio en la vulgaridad, la belleza en la inmundicia”. En el siguiente enlace pueden leer un interesante acercamiento a este polémico escritor.  

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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