Como ha ocurrido con otros escritores, el talento de P. G. Wodehouse ha sido menospreciado por la crítica por el solo hecho de que este fino escritor británico dedicó su carrera a un género injustamente denostado como menor, esto es, la comedia. Sin embargo, pese a ese menosprecio por parte de la crítica “seria” de su época, Wodehouse fue extremadamente popular y un escritor de notable éxito, y algunos autores compatriotas suyos tan reputados como Kipling o Evelyn Waugh se rindieron sin ambages a su maestría tanto en la construcción de tramas y personajes como en el uso preciso e impecable de la lengua inglesa. Escrita en 1934 ¡Gracias, Jeeves! fue la primera novela dedicada a este singular personaje, si bien Wodehouse ya había escrito bastantes relatos en los que este sutil y agudo ayuda de cámara del no menos singular aristócrata Bertie Wooster había hecho gala de su finísima inteligencia.
Las historias de Jeeves y Wooster son, sin lugar a dudas, las que otorgaron una mayor popularidad a Wodehouse, aunque también merece la pena mencionar que Wodehouse, además de relatos y novelas, fue autor y letrista de numerosas comedias musicales, en algunas de las cuales colaboró con músicos de la talla de Cole Porter, Irving Berlin o George Gershwin.
La pareja cómica formada por Bertie Wooster y Jeeves nos remonta a una imagen que hoy en día puede parecernos tópica y estereotipada de una aristocracia inglesa ociosa y estirada que tenía a su servicio mayordomos, doncellas o, como es este caso, un valet o ayuda de cámara. La relación entre sirviente y aristócrata exprime al máximo, en este caso, la versión más caricaturesca y exagerada de un señorito rico, ocioso e indolente así como la del asistente servicial y extremadamente leal, con ideas brillantes, y dispuesto a sacar a su señor de cualquier atolladero.
Y es que el personaje de Bertie Wooster, pese a tener la vida totalmente resuelta y poder vivir cómodamente de las rentas sin tener que dedicarse a trabajar para ganarse el sustento, tiene una extraordinaria capacidad para meterse en los líos más extraordinarios y descacharrantes que puedan concebirse y, de un modo u otro, la figura de Jeeves siempre está presente, como su sombra, para ayudarle a resolverlos con extremada elegancia. Todo ello se traduce en lo que hoy denominaríamos una “comedia de situación” en donde el humor está presente con el más puro estilo “british” y llevado a cabo por la genial pluma de Wodehouse con una elegancia y fineza fuera de serie.
Lo que primero sorprende de Jeeves es que, pese a ser un sirviente, es un tipo extremadamente culto y refinado, capaz de citar a Shakespeare, mencionar una frase lapidaria apropiada para cada momento y con un sentido de la sensatez y la pertinencia que resultan asombrosos. Pese a que se intuye que proviene de una clase media-baja, Jeeves goza de una educación excelente, se comporta siempre con elegancia, y sirve de un modo impecable a Bertie, no ya solo como ayuda de cámara, sino como consejero personal actuando con total discreción, sin arrogancia ni presunción. En cierto modo, Jeeves es un perfecto gentleman sin llegar a ser un caballero en el sentido aristocrático.
Bertie Wooster viene a ser un rico ingenuo, sin maldad alguna, incapaz de hacer daño a nadie incluso cuando la persona que tiene enfrente sea su enemigo declarado que lo insulta o menosprecia sin pudor. Bertie se ve a sí mismo como una persona impecable y a menudo sus reacciones son las de alma candorosa, con la clásica flema inglesa que lo hacen capaz de resistir a las situaciones más incómodas que el lector pueda imaginarse.
Este contraste entre señor y sirviente dan una comicidad extraordinaria a ¡Gracias, Jeeves! hasta el punto de que Jeeves se permite manejar a su antojo a Bertie, imponiendo su criterio de una forma tan discreta que ni el mismo Bertie se da cuenta de que está siendo manipulado, salvo en rarísimas excepciones en las que Wooster, debido a su indulgencia extrema, se deja llevar cual alma cándida, ya que, al final, de un modo u otro, es consciente de que Jeeves hace lo que hace solo para conseguir lo mejor para su señor.
En el caso de ¡Gracias, Jeeves! este singular valet llega a dar un ultimátum a Bertie nada más comenzar la novela. A Bertie le ha dado por tocar el banjo y sus vecinos se quejan continuamente de la insufrible tortura a que son sometidos obligados como están a escuchar las desafinadas melodías del ocioso aristócrata y lo fuerzan a abandonar el apartamento en el que vive si no deja de persistir en su empeño por rasgar con tanto desatino el instrumento. El mismo Jeeves le pide a su señor que abandone el instrumento o él mismo dejará de servirle. Herido en su orgullo, Bertie deja el apartamento y se va a vivir a una casa de campo, sin Jeeves, que termina por despedirse. Un amigo suyo, Lord Chuffnel (Chuffie), no solo es quien le alquila la casa, sino que contrata al recién despedido Jeeves. Laa trama se complica con la aparición de Pauline Stoker, una antigua novia y su temible padre Sir Roderick, quien tiene de Bertie una opinión muy negativa. Chuffie está enamorado de Pauline y le pide ayuda a Bertie para que los una. Lo que Chuffie no sabe es que Pauline también está secretamente enamorada de él y que si este no se le ha declarado es porque no quiere que lo consideren un cazador de dotes.
El buen corazón de Bertie hace que este interceda y trate de arreglar la situación, pero, cada vez que intenta poner en práctica una estrategia para unirlos, sus continuas torpezas hacen que la trama se enrede de un modo absolutamente hilarante que arrancará al lector más de una carcajada y lo mantendrá en todas sus páginas con una sonrisa continua.
Otro personaje importante es Brinkley, el nuevo ayudante de cámara que toma Bertie a su servicio, resulta ser un joven desquiciado y desequilibrado, que añadirá, si cabe, más leña al fuego en una farsa divertidísima. Pese a que Jeeves ya no está al servicio de Bertie, muy sutilmente tratará de ayudarlo en los innumerables atolladeros en los que se termina por meter Bertie, de forma inopinada y afrontando su azaroso destino con una indolencia tan chocante como cómica.
¡Gracias, Jeeves! podría definirse como una comedia de costumbres amable y optimista en donde no hay un solo instante de aburrimiento, sino que continuamente están aconteciendo sucesos a cual más disparatado que tienden a complicarse hasta el infinito y que proporciona al lector un placentero momento, pues su lectura es ágil y muy gratificante. El ingenio y el talento de Wodehouse queda demostrado de forma patente trayéndonos a unos personajes inolvidables y arrancándonos un instante de alegría y humor, algo tan infravalorado y, sin embargo, tan necesario.
Gracias, Jeeves. P. G. Wodehouse. Versal.