Justine, de Lawrence Durrell: Una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes

Portada de Justine-Lawrence Durrell

Constituida como la primera obra del llamado Cuarteto de Alejandría, Justine fue publicada en 1957. El Cuarteto, en general, trata al escenario de desarrollo de la trama, Alejandría, como si fuese un personaje más, debido a la complejidad de sus caracterizaciones.

Escrita con una belleza y una sensibilidad difícil de encontrar en toda la historia de la literatura, la prosa de Justine deslumbrará al lector y provocará una fascinación como pocas veces haya conocido.

Justine no ha perdido ni un ápice de su frescura con el paso del tiempo. No en vano, está incluida entre las cien mejores obras en lengua inglesa del siglo XX, de acuerdo con la Modern Library. Henry Miller, que no era un escritor muy dado a las alabanzas escribió: «No creo que se pueda escribir una prosa más lúcida en inglés».

Justine como el inicio de El Cuarteto de Alejandría

Primera parte de una tetralogía monumental, Justine es, sin lugar a dudas, la novela que más fascina de las cuatro. La propuesta de Lawrence Durrell parte de la afirmación de que hay tantas verdades como seres humanos que las viven y cuentan: todo es relativo, y todo, absolutamente todo, está teñido de subjetividad.

El Cuarteto de Alejandría oscila en unos escenarios y tiempos comunes, con los mismos personajes, pero contados desde perspectivas muy diferentes. La perspectiva de Justine nos la dará el punto de vista de Darley,; en Balthazar, será este médico quien nos relate su visión de los acontecimientos; en Mountolive, Durrell recurrirá a la tercera persona omnisciente; finalmente, en Clea, Durrell usará la perspectiva del tiempo para cerrar de manera prodigiosa una de las mayores cumbres escritas en lengua inglesa.

En lo que respecta a Justine, Lawrence Durrell construye a ese personaje como un símbolo sexual en el sentido más amplio del término. Justine es la mujer sexual por excelencia. En este volumen está vista desde el punto de vista Darley, un personaje deslumbrado por una mujer a quien él considera la más atractiva de Alejandría. El texto que produce el narrador tiene el tono del deslumbramiento: él, que ha tenido la suerte de ser admitido como amante de tan fantástica mujer, no se lo cree del todo, cree no merecerla, y lo que narra es lo que vio en ella, lo que aprendió y lo que disfrutó. Un testimonio que es un canto a los sentidos.

El argumento de Justine

En Justine asistimos a un viaje en donde se exploran los vaivenes del pasado reciente de un aspirante a escritor, de profesión docente, cuyo nombre se revela en los libros posteriores. Este hombre, a quien reconoceremos como Darley, ha partido en compañía de la hija de su antigua amante ya fallecida, de Alejandría hacia una isla griega en el Mar Egeo durante los años treinta del siglo XX.

Al comienzo, Darley se nos muestra como un personaje apático, sin ganas de vivir:

Este último año he llegado a un punto muerto. Me falta la voluntad necesaria para hacer algo de mi vida, para mejorar mi situación trabajando intensamente o escribiendo, incluso para hacer el amor. No sé qué me ocurre. Es la primera vez que me falta verdaderamente el deseo de sobrevivir.

Pero cuando conoce primero a Melissa y más tarde a Justine su visión de la vida cambia radicalmente:

Una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes.

Pero ese amor que Darley siente hacia Justine no es gratuito. Si algo nos ha enseñado la Literatura es que para amar hay que sufrir. Tal y como se dice en un momento de la novela:

Con una mujer solo se pueden hacer tres cosas […] Quererla, sufrir o hacer literatura.

​Darley aplica estas tres reglas con Justine.

No obstante, la historia no versa sobre este profesor, la hija de su amante o los personajes con quienes convive en su nuevo domicilio, sino sobre Justine, quien, siendo amante de este profesor irlandés, se despliega ante nosotros a partir de lo que él dice, cuenta, recuerda y narra. Es él quien nos abre la puerta de la habitación de ella, justo en el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial.

En medio de un juego de atracción y pasiones, la llegada a esta isla griega supone para el maestro un cambio de horizontes y miras. El recuerdo y la actualidad se funden para dar cuenta de la historia detrás de su cambio de vida. De Alejandría veremos a Pombal, funcionario del consulado francés, a Mnemjian, el barbero de la localidad y a Balthazar, médico amigo suyo con quien constantemente conversará.

A ellos se sumarán una bailarina griega llamada Melissa, con quien sostendrá una prohibida relación amorosa. Finalmente aparecerá Justine, con quien también entablará una relación pasional. Este último y peligroso vínculo desembocará en un intento de homicidio que motivará el cambio de residencia, la huida, el reencuentro forzado y la constante lucha interior y exterior en todos los casos, acentuando las complejidades no solo de las relaciones sentimentales, sino de las relaciones sociales en su totalidad, tanto en el nivel micro como en el amplio sentido del término.

El estilo de Justine

Debido a las constantes visitas al pasado, configuradas en medio de retrospectivas descriptivas, analíticas y sintéticas, llenas de entornos y sentimientos, es posible recrear cronológicamente los acontecimientos ocurridos en su totalidad, aunque la obra no los plantea de esa forma en sí. De acuerdo con algunos críticos, esto hace que la obra sea considerada como experimental.

Esta forma de contar la historia, por otra parte, se puede convertir en un asunto de especial atención, pues el narrador no se guía por las orientaciones espacio-temporales habituales y se concentra en sus memorias, dejando fluir el recuerdo como sucede, cuando sucede y en la manera en que sucede. De ahí que cada fragmento pueda contener uno o varios episodios, uno o varios personajes y transitar por el tiempo sin mayores ataduras que las propias de las imágenes grabadas en la memoria.

Es gracias a este estilo heterodoxo, no lineal, que la misma ciudad de Alejandría, telón y fondo de las vicisitudes de los personajes, se convierte en uno más, en uno de los seres, sea construidos o recreados por los personajes, que vive y siente lo que ellos viven y sienten. La variedad de personas, historias, religiones, culturas, formas, etnias, usos y costumbres alejandrinos nos hacen pensar en qué Alejandría se describe, en qué momento se estructura o qué tipo de sitio es, si es que podemos considerarlo como un sitio y no como un acontecer que acompaña, empuja o detiene al profesor y a su círculo de seres mediatos e inmediatos.

Justine. Lawrence Durrell. Edhasa.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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