La hija del tiempo, de Josephine Tey: la mejor novela policíaca de todos los tiempos

La hija del tiempo, de Josephine Tey. Reseña de cicutadry

La hija del tiempo fue la cuarta novela protagonizada por Alan Grant, el inspector de Scotland Yard imaginado por Josephine Tey. La escritora escocesa, cuyo verdadero nombre era Elizabeth Mackintosh, fue una autora de novelas policíacas y de misterio en la línea abierta por Agatha Christie, aunque con un elemento diferenciador: las novelas de Josephine Tey eran, además, obras muy inteligentes. La hija del tiempo fue elegida como la número uno en la lista de las 100 mejores novelas policiales de todos los tiempos según la británica Crime Writers’ Association. Y posiblemente lo sea.

El carácter por el aspecto

El planteamiento del que parte La hija del tiempo es sumamente ingenioso: el inspector Alan Grant convalece en la cama de un hospital. Para combatir las largas horas de tedio, una amiga le lleva una colección de retratos. Es una buena amiga, sabe de sus gustos: Alan Grant ha aprendido con la experiencia que el aspecto, la apariencia, puede mostrar la personalidad de un individuo.

Y uno de los retratos que su buena amiga le ha llevado lo atrae especialmente:

Era el retrato de un hombre vestido con un sombrero de terciopelo y un jubón de malla típicos de finales del siglo XV. Tendría unos treinta y cinco o treinta seis años, delgado y bien afeitado. Llevaba un suntuoso collar de piedras preciosas y estaba poniéndose un anillo en el dedo meñique de la mano derecha. Pero no miraba al anillo, sino al infinito.

La hija del tiempo, de Josephine Tey. Reseña de cicutadry
Retrato de Ricardo III. National Portrait Gallery

Es cierto que ese rostro no deja indiferente. La escocesa Josephine Tey sabe cómo atraer al lector, cómo hacer creíble la historia, una historia en principio inverosímil:

Tenía esa mirada indescriptible que deja el sufrimiento durante la infancia, menos clara que la mirada de un lisiado, pero igual de ineludible (…) La leve hinchazón del párpado inferior, como un niño que ha dormido demasiado, la textura de la piel, la mirada de un anciano en un rostro joven.

El rey asesino

Decimos que el planteamiento de La hija del tiempo es inverosímil porque rebate la Historia, con mayúsculas. Y es que el retrato en el que se fija el inspector Alan Grant es el de Ricardo III. El rey asesino, el jorobado, el monstruo de los cuentos infantiles, el destructor de la inocencia, el gran sinónimo de la vileza.

Shakespeare lo hizo besar el suelo, en su última batalla, cambiando su reino por un caballo. Los libros de historia lo señalan como el asesino de sus dos jovenes sobrinos, en la Torre de Londres, cuando muere su hermano, con el fin de hacerse con la corona de Inglaterra. Quizá no haya en la historia del Reino Unido un monarca más odiado, más vil.

Sin embargo, el inspector Alan Grant encuentra en su rostro algo entre el dolor y la inocencia. La habilidad de Josephine Tey es asombrosa: extrae al rey Ricardo III de la historia a ojos del lector, nos hace mirar una y otra vez ese rostro sufriente, en el que no hay una sola sombra de maldad. El asesinato de dos niños puede esperar. Es más, el tiempo será el mejor aliado del inspector. Como señala el proverbio con que Josephine Tey encabeza la novela: “La verdad es la hija del tiempo”.

Las fuentes poco fiables

Estamos, por tanto, ante una novela de asesinatos protagonizada por un inspector de policía. Pero es que La hija del tiempo es mucho más: el asesinato se cometió en 1483 y todos los ingleses, desde entonces, creen en la culpabilidad de Ricardo III.

Como decíamos será el tiempo –cuya hija es la verdad- el gran aliado del inspector Alan Grant. En su obligado reposo no solo tiene todo el tiempo del mundo para encontrar una grieta en la creencia histórica y popular acerca de aquellos asesinatos, sino también tiene 500 años a su favor. Y es que alguien tuvo que escribir la crónica de aquella villanía.

De nuevo, la habilidad de Josephine Tey es extraordinaria para hacer encajar todas las piezas de esta asombrosa novela. La primera fuente histórica fue escrita -nada más y nada menos- que por Santo Tomás Moro. ¿Cómo descreer de un hombre tan íntegro? La hija del tiempo posee dentro de sí varias bombas de efecto retardado, que explotan en el momento exacto. La alusión a Santo Tomás Moro es una de ellas: ser una persona íntegra no está reñido con ser una persona crédula. Y es que Tomás Moro era un crío cuando ocurrieron los terribles hechos. El hombre que acusó a Ricardo III de matar a dos niños no conoció nunca a Ricardo III.

La duda histórica

Será el momento en que Josephine Tey despliegue toda su inteligencia: convierte La hija del tiempo en la reescritura de una historia. Una reescritura, por lo demás, apasionante. El lector, naturalmente desconocedor de la verdadera fuente histórica, debe creer a la escritora escocesa. ¿Era Josephine Tey una mentirosa? Es difícil saberlo. Y esto convierte la novela es un texto aún más apasionante.

No olvidemos que La hija del tiempo es una obra de ficción. Que Josephine Tey fue una escritora, no una historiadora. Que el inspector Alan Grant nunca existió. Y sin embargo, es indudable que Ricardo III, y Tomás Moro, y todos los personajes que desfilan por esta obra existieron realmente. ¿O no fue exactamente así?

He aquí una nueva vuelta de tuerca de Josephine Tey: ¿qué grado de verdad hay en lo que sabemos de los personajes históricos? La hija del tiempo no es solo una novela policíaca: es una novela de indagación histórica, y también una novela que pone patas arriba las creencias populares. En definitiva, una obra policíaca que hace dudar al lector acerca de algo que nunca se había planteado: las creencias populares no siempre se basan en hechos contrastados.

El problema del móvil

Es el momento en el que Josephine Tey introduce una cuestión muy moderna: todo asesinato tiene un móvil. O al menos, los asesinatos que aparecen en las novelas. Si alguien –nada menos que un rey- se expone públicamente al escarnio por haber asesinado a sus sobrinos, debía tener un motivo muy poderoso.

En principio, la creencia popular parece muy evidente: obtener el trono. Pero el inspector Grant, simplemente estudiando los hechos incuestionables que ocurrieron en aquella época, llega a la conclusión a la que no se quiere llegar nunca en este tipo de novelas: el asesino no ganaba absolutamente nada asesinando.

De nuevo, La hija del tiempo trastoca la lógica y la historia. Y es que esta prodigiosa novela ofrece un catálogo de continuas sorpresas. Decíamos al comienzo de esta reseña que Josephine Tey era una escritora muy inteligente: La hija del tiempo hace también más inteligentes a sus lectores. Y más cultos. Y también más descreídos. La autora introduce al lector en una época histórica con la mentalidad de una persona de otra época, la actual.

Por eso podemos asegurar que La hija del tiempo es una obra muy actual, a pesar de que fuera publicada en 1951: introduce la duda –rasgo puro del siglo XX- en la ecuación narrativa. Tal vez por eso no es extraño que Winston Churchill, el empedernido conservador, nunca quiso saber de esta obra aduciendo que una simple novela no podía acabar con 500 años de historia.

La hija del tiempo. Josephine Tey. Editorial Hoja de Lata.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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