La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes: la muerte de la vida

Portada de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes

Como muchas de las obras que se consideran fundamentales en la narrativa hispanoamericana, La muerte de Artemio Cruz destaca por su carácter innovador en cuanto a la forma de contar una historia que, en el fondo, es muy sencilla y que el título ya nos adelanta con claridad diáfana. Pero si por algo destacan muchas de las grandes obras de la Literatura Universal es justamente por eso: por haber elegido un modo especial de contar una historia, aunque algunos críticos estimen que se trata de un mero ejercicio para demostrar el talento en el dominio de la técnica, esto es, la maestría y, en contadas ocasiones, la genialidad. La muerte de Artemio Cruz, del mexicano Carlos Fuentes es sin lugar a dudas una pieza magistral cuya trama conjuga una parte biográfica de su personaje central y otra parte histórica, pues el autor hace una radiografía completa de México desde sus años de la Revolución hasta, aproximadamente los años cincuenta del siglo XX.

La obra data de 1962 y se enmarca por tanto en el conocido como boom de la literatura hispanoamericana. Con esta novela, Carlos Fuentes se enfrenta directamente por un lado a la historia de su tierra natal, México, y por otro aborda con originalidad estilística un tema tan universal en la literatura y el arte como la muerte, logrando construir una novela compleja que bebe directamente de la idiosincrasia mexicana y sorprende por su compleja arquitectura.

La trama, como ya dije al comienzo, es aparentemente sencilla: Artemio Cruz se encuentra en su lecho de muerte, y desde él repasa sus largos años de vida  mientras rechaza la extremaunción y se encarga de que sus negocios pasen a buenas manos una vez fallezca. Descubriremos que la vida de Artemio Cruz ha estado llena de complicaciones y sinsabores, y cada uno de los pasos que ha dado están profundamente relacionados con la historia de México, el país que le vio nacer y que le verá morir.

Entre sus rememoraciones, descubriremos que Artemio Cruz participó en la Revolución mexicana; por aquel entonces, el protagonista se nos muestra como una persona cargada de valores que poco a poco irá perdiendo al tiempo que, de forma paralela, va logrando un ascenso social marcado, eso sí, por una ambición desmedida en donde la traición puede convertirse en un simple medio para lograr su fin. Así se nos desvela cómo Artemio Cruz se enriqueció a costa de los demás y como aprovechó su posición privilegiada de empresario para medrar también y lanzarse a hacer la carrera política, donde pudo dar rienda suelta a la corrupción y la codicia que llegan a caracterizar su personalidad. Carlos Fuentes aprovecha las páginas de la obra para hacer un retrato de los males de México, personificados en el millonario Artemio Cruz.

Con el paso de los años, Artemio Cruz amasa una inmensa fortuna y posee, entre otras cosas, una mansión inigualable. Sin embargo, entre todas sus posesiones, nunca pudo lograr el amor de su mujer, de quien él estuvo verdaderamente enamorado, y ni siquiera logró el cariño de su hija, que lo desprecia sin disimulo. En su lecho de muerte, Artemio Cruz observa con desgarro cómo el único interés que muestran su mujer y su hija se centra en encontrar el testamento que él ha dejado, contagiadas de su avaricia y movidas por un rencor insano.

Si bien la historia decadente de Artemio Cruz puede parecer sencilla contada en esas breves líneas, nada más lejos de la realidad: la obra tiene preparada una sorpresa, una confesión que se remonta a los mismísimos orígenes del viejo rico y corrupto, para mostrar una vez más que no todo es lo que parece. Además del lado más deshumanizado del personaje, centrado en su ambición política y económica, la novela nos muestra también la otra cara de Artemio Cruz. De este modo, Carlos Fuentes propone un enfoque que tiene algo de existencialista, en el sentido de que nos muestra lo complejas que pueden llegar a ser las relaciones humanas.

La proeza técnica con que nos sorprende Carlos Fuentes en esta novela es su estructura experimental y fragmentaria. La narración está contada desde tres puntos de vista diferentes: primera persona, segunda persona y tercera persona, y en tiempos diferentes: presente, pasado, futuro. Cada uno de esos capítulos comienzan con el pronombre personal “yo”, “tú” o “él” que en cada caso van ordenando en la mente del lector la enmarañada serie de recuerdos de un Artemio Cruz moribundo, que combina el recuerdo y la narración más clásica, con el presente y la conversación consigo mismo.

Esta superposición de tiempos, espacios e incluso niveles de conciencia del pensamiento, conforman el hilo conductor de la identidad de Artemio Cruz, que se fragmenta con saltos temporales, cambios de personas y estilos diferentes que complican la narración para tratar de hacer un retrato más fiel y más verdadero del ser humano: los remordimientos mezclados con el orgullo, el recuerdo nostálgico y el absoluto terror ante la muerte inminente componen a Artemio Cruz, sin duda un personaje lleno de aristas.

La muerte de Artemio Cruz. Carlos Fuentes. Biblioteca Básica Salvat

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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