Si La novia gitana nos introdujo en un mundo de crímenes atroces y La red púrpura llevó la violencia un paso más allá, La nena —tercera entrega de la serie de la inspectora Elena Blanco— confirma que la brutalidad extrema es la esencia misma del universo de Carmen Mola. Publicada en 2020, esta novela vuelve a sumergirnos en un thriller de ritmo implacable, donde cada giro es más perturbador que el anterior y donde la crueldad no es un elemento accidental, sino el motor mismo de la historia.
Pero esta vez, la gran diferencia es que la inspectora Blanco ha desaparecido. Tras los eventos de La red púrpura, decidió abandonar la Brigada de Análisis de Casos (BAC) y ha intentado rehacer su vida lejos de la violencia. Sin embargo, la tranquilidad no dura mucho: su compañero y antiguo subordinado, el subinspector Ángel Zárate, la busca desesperadamente porque su amiga y colega, la policía Chesca, ha desaparecido sin dejar rastro. Lo que en un principio parece un misterio más se transforma rápidamente en una pesadilla, cuando la investigación revela que Chesca no solo ha sido secuestrada, sino que se encuentra atrapada en un mundo de aberraciones difícil de imaginar.
Elena Blanco, pese a su retiro, no puede evitar verse arrastrada de nuevo a la oscuridad. Y lo que encuentra es una historia que se adentra en los rincones más sórdidos del crimen organizado, con una red de secuestros, violencia extrema y esclavitud donde las víctimas no tienen nombre ni salida. La investigación se convierte en una cuenta atrás donde cada paso que dan los protagonistas los acerca más a un horror inimaginable, con la angustia de no saber si llegarán a tiempo para salvar a Chesca.
La estructura de La nena mantiene la fórmula que Carmen Mola ha desarrollado en los libros anteriores: capítulos cortos, narración sin pausas, descripciones crudas que buscan el impacto inmediato y un ritmo vertiginoso que convierte la lectura en un ejercicio de resistencia emocional. No hay concesiones al descanso ni espacio para la reflexión pausada; la historia avanza con la brutalidad de un golpe seco, atrapando al lector en una espiral de tensión que no deja respiro.
Sin embargo, si hay algo que diferencia a La nena de sus predecesoras es su nivel de crudeza. La violencia aquí no solo es física, sino psicológica, con escenas que rozan los límites de lo tolerable y que obligan al lector a preguntarse hasta dónde está dispuesto a seguir. La brutalidad ya no es solo un elemento de la trama, sino una presencia asfixiante que define cada giro de la historia.
El personaje de Chesca, que en los libros anteriores había permanecido en un segundo plano, se convierte en el eje central de la novela. Su lucha por la supervivencia, su resistencia ante lo inhumano y su transformación a lo largo de la historia son algunos de los aspectos más potentes del libro. En paralelo, Elena Blanco, aunque marcada por sus decisiones pasadas, se ve obligada a enfrentarse nuevamente a la violencia de la que intentó escapar, en una trama que la empuja al límite una vez más.
Pero más allá de la acción trepidante y del nivel de impacto que la historia genera, La nena vuelve a plantear el gran dilema que sobrevuela toda la saga: ¿hasta qué punto es necesario mostrar el horror con tanto detalle? ¿Es la crudeza una herramienta narrativa o un fin en sí mismo? La novela no ofrece respuestas a estas preguntas, pero deja claro que la intención de Carmen Mola no es suavizar la realidad ni hacer concesiones a la sensibilidad del lector.
Para quienes han seguido la saga desde La novia gitana, esta tercera entrega es una evolución lógica: más intensa, más brutal y con una historia aún más perturbadora. Para quienes buscan un thriller que empuje los límites de la narración criminal, La nena es una lectura absorbente, cargada de adrenalina y de momentos que se graban en la memoria. Pero no es un libro para los débiles de corazón ni para quienes esperan encontrar un respiro en medio del horror.
En el universo de Carmen Mola, la violencia no es una posibilidad, sino una certeza. Y La nena es la prueba definitiva de que, una vez que entras en su mundo, no hay forma de salir ileso.
La nena. Carmen Mola. Alfaguara.