La promesa. Friedrich Dürrenmatt: la espera infinita de la justicia

La-promesa-DurrenmattHace pocos días tuve ocasión de ver una película titulada “El cebo”, de Ladislao Vadja, una coproducción hispano-suiza que me llamó la atención por varias razones. La primera, que la película estaba basada en un novela de Friedrich Dürrenmatt, un escritor suizo que comencé a leer muy joven y por quien no he perdido ni un ápice de admiración desde entonces; no en vano, Dürrenmatt es uno de los muchos escritores que hubiesen merecido, a mi juicio, el Premio Nobel de Literatura. El segundo motivo que llamó mi atención de esta película es que su guión fue un encargo que le ofrecieron al propio Dürrenmatt, algo que él aceptó después de meditarlo, dando como resultado una historia policial excepcional que, por supuesto, les recomiendo que vean si tienen ocasión. La trama es sumamente cruel: comienza con el descubrimiento del cadáver de una niña en un bosque de Suiza, la casi inmediata inculpación del crimen a un pobre desgraciado  del que todos sospechan inmediatamente, la aparente resolución que cierra el caso y, por último, la posterior investigación del crimen que en la versión fílmica queda felizmente resuelto, descubriendo al verdadero culpable del crimen. Sin quitarle mérito a esta magnífica película, la novela que Dürrenmatt es, desde mi punto de vista, mucho más compleja, rica en matices e interesante.

La promesa es, en palabras del propio autor, un “réquiem por la novela policial”. El narrador de la historia, un policía, le recrimina a un escritor la lógica perfecta que tienen los casos de las novelas cuando en la vida real, le explica, las cosas no siempre suceden de ese modo. Así lo expresa el narrador al comienzo de la novela:

Por desgracia, en todas esas historias de crímenes subyace aún un fraude mayor. Y con esto ni siquiera aludo al hecho de que en ellas los criminales encuentran su castigo. Pues esos hermosos cuentos han de ser moralistas a la fuerza. Pertenecen al tipo de las mentiras necesarias para mantener el orden social, casi como un refrán piadoso: el crimen no vale la pena. […] todo eso puedo dejarlo pasar […] No, me irrita mucho más la cuestión del argumento en sus novelas. Aquí el fraude es enorme y descarado. Ustedes construyen sus argumentos sobre la base de la lógica, como en el ajedrez: aquí el criminal, aquí la víctima, aquí el confidente, las reglas y revise la partida, y ya tiene cazado al criminal y ha logrado que triunfe la justicia. […] La realidad se las arregla con la lógica sólo a medias. […] pero los factores disonantes que entran en juego son tan frecuentes que muy a menudo es la pura suerte o el azar lo que decide nuestra partida a favor. O en contra nuestra. […] También lo azaroso, lo incalculable, lo inconmensurable, juegan un papel, y un papel demasiado grande.

Escena de la película "El cebo"
Escena de la película «El cebo»

Dicho lo cual, el narrador comienza a contar uno de esos casos que quedan fuera de toda lógica. Al igual que en la película, el arranque de la trama es la aparición del cadáver de una niña, Gritli Moser, brutalmente asesinada con una navaja, y la inculpación casi inmediata del primer sospechoso que la policía encuentra quien, para corroborar la tesis de culpabilidad, se suicida en prisión el mismo día que es detenido. Como lectores, nos quedamos perplejos: en unas pocas páginas, se diría que el argumento policial se ha resuelto de un plumazo. Pero la prosa de Dürrenmatt tiene muchas aristas y si a algo he aprendido de este autor suizo es que siempre guarda cartas en la manga con las que sorprendernos continuamente. El detective que llevaba la investigación, el comisario Mattäi, está a punto de dejar su cargo como policía, pues le han ofrecido un empleo bastante lucrativo. Pero, sin embargo, hay algo que lo retiene y es que, cuando aún no habían detenido a un sospechoso le promete solemnemente a la madre de la niña muerta que dará con el culpable del crimen. Y es esa promesa la que nos rebela el verdadero sentido de esta novela. Cuando está a punto de abandonar el país, en el mismo aeropuerto, comienza a hacer cábalas. Hay algo que no le cuadra en la investigación precedente y comienza a sospechar que, pese a que el caso está cerrado y aparentemente resuelto, la verdad oculta es muy distinta. Sin ninguna ayuda y sin que nadie en el departamento de policía imagine siquiera que está a punto de reanudar una investigación por su cuenta y riesgo, el expolicía monta un puesto de observación en una gasolinera cercana al lugar del crimen y utiliza a una niña, hija de una madre soltera, como cebo para atraer a su presa: aquel a quien considera el verdadero asesino, que se oculta en algún lugar.

La promesa es la novela de una espera paciente, infinita, la historia de una obsesión por hacer justicia. El protagonista se marca la obligación de redimir a un inocente por un crimen que no ha cometido, y no tiene ningún reparo moral en usar a una niña como trampa para atrapar a un maniaco. Al contrario de la película, la novela no tiene un final tan perfecto. La espera del policía no terminará nunca, pero sin embargo él jamás se dará por vencido. Incluso cuando el propio narrador, que conoce al policía, descubre la verdad, el policía se mantiene inalterable, en su surtidor de gasolina, esperando que un día pase el coche que conduce el asesino. Así lo narra Dürrenmatt:

-Hasta otra –dijo el jefe como despedida, y otra vez me sorprendió su aire de apuro, pero el viejo tampoco respondió nada esta vez, sino que se volvió a sentar en su poyo, mirando al vacío, aturdido, apagado. Sin embargo, cuando habíamos llegado al Opel Kapitan y nos volvíamos a mirar otra vez, el viejo apretó los puños, los sacudió y murmuró, lanzando las palabras como a empujones, y con el rostro iluminado por una inmensa fe:

-Espero, espero, vendrá, vendrá.

Con estas palabras sabemos, nada más comenzar la novela, que Mattäi ha fracasado, pero eso no nos importa, ni tampoco a este personaje, que persistirá en su empeño pues se siente atado a una promesa que ha de cumplir; como el propio Dürrenmatt nos advierte con su irónico subtítulo, estamos ante una contranovela policial en la que lo importante es el análisis moral de los personajes que llegan marcados por un cierto nihilismo pero, al mismo tiempo, movidos por el afán de justicia, por la venganza o, en último término, por la violencia.

La promesa. Friedich Dürrenmatt. Navona

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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