Si La novia gitana fue un torbellino de violencia y suspense, La red púrpura, la segunda entrega de la saga de la inspectora Elena Blanco, no se queda atrás. Más bien, da un paso adelante en su inmersión en lo macabro, en lo prohibido, en la perversión humana llevada al límite. Publicada en 2019, esta novela de Carmen Mola sigue explotando los recursos del thriller extremo, con una trama que lleva a la protagonista a enfrentarse a un horror que va más allá del crimen común: una red oculta de abuso, tortura y espectáculos de muerte transmitidos en la oscuridad de la web.
En La red púrpura, la inspectora Blanco ya no es solo la jefa de la Brigada de Análisis de Casos (BAC), el equipo de élite que se encarga de los crímenes más complejos, sino una mujer obsesionada con su propia búsqueda personal. Lo que comenzó como un trabajo de investigación se convierte en algo mucho más íntimo cuando descubre que su hijo, desaparecido hace años, podría estar involucrado en la siniestra organización que da título a la novela. La red púrpura no es solo un grupo criminal, sino un sistema clandestino donde la violencia se convierte en espectáculo, donde las torturas y asesinatos se transmiten a quienes están dispuestos a pagar por ellos.
La investigación que emprende Blanco la lleva a recorrer los rincones más oscuros del crimen organizado, con pistas que la conducen a personajes cada vez más retorcidos y a un submundo donde el límite entre víctimas y verdugos es borroso. La trama avanza con un ritmo vertiginoso, encadenando escenas impactantes, revelaciones y giros inesperados que mantienen al lector atrapado en una espiral de horror. El suspense no da tregua, y la sensación de peligro es constante, no solo para los personajes, sino para el propio lector, que debe decidir hasta qué punto está dispuesto a seguir adentrándose en esta historia.
Elena Blanco sigue siendo el eje central de la serie, y en esta segunda entrega su vulnerabilidad se hace aún más evidente. Su coraza de mujer dura comienza a resquebrajarse a medida que su vida personal se entrelaza con la investigación. Su obsesión por encontrar a su hijo la empuja a cruzar límites que ni siquiera ella pensaba traspasar, y en ese dilema entre la ley y la justicia personal se encuentra uno de los pocos momentos de profundidad emocional en una novela dominada por la crudeza.
El estilo de Carmen Mola sigue fiel a su fórmula: una prosa directa, sin concesiones, donde la violencia no es un elemento accidental, sino el centro mismo del relato. No hay largas descripciones ni pausas para la reflexión; todo está contado con la urgencia de una historia que no da respiro, que avanza como un golpe tras otro. La estructura es la de un thriller de alto voltaje, con capítulos cortos y escenas diseñadas para impactar, para mantener al lector en vilo, para obligarlo a seguir leyendo aunque lo que tiene ante sus ojos sea incómodo, perturbador o francamente insoportable.
Lo que diferencia a La red púrpura de su predecesora no es solo el nivel de violencia, sino la exploración del lado más oscuro de la tecnología y su capacidad para amplificar lo peor del ser humano. En esta novela, internet no es un simple recurso de investigación policial, sino un escenario donde el horror se multiplica, donde las aberraciones pueden ser consumidas como entretenimiento por una audiencia invisible. La novela juega con el miedo real a la existencia de estos espacios, con la idea de que el mal puede esconderse en cualquier parte, al alcance de un clic.
Es una historia que no da tregua y que, como toda la saga de Carmen Mola, genera un dilema en el lector: ¿hasta qué punto es necesario mostrar tanta violencia para contar una historia de crimen y suspense? ¿Dónde está el límite entre la denuncia y el morbo? La red púrpura se adentra en estos terrenos sin responder a esas preguntas, pero sin duda las deja flotando en el aire.
Para quienes disfrutaron de La novia gitana, esta segunda parte es un viaje aún más intenso y perturbador. Para quienes busquen un thriller de lectura ágil, con una trama absorbente y un alto nivel de impacto, La red púrpura cumple con creces su cometido. Pero también es una novela que no deja indiferente, que obliga a cuestionarse hasta qué punto estamos dispuestos a tolerar la brutalidad como parte del entretenimiento literario. Porque si algo está claro en el universo de Carmen Mola es que la violencia no es solo un elemento narrativo: es el verdadero motor de la historia.
La red púrpura. Carmen Mola. Alfaguara.