«Nunca olvidaré el fin de semana en que Laura murió». Así comienza una de las obras cumbre del cine negro. Una joya del séptimo arte, fascinante y extraña porque aun siguiendo los cánones del Film Noir: voz en off, flashback, asesinatos y acciones detectivescas, subyace la sensación a lo largo del metraje de ser mucho más que una película de género por la perturbadora historia de amor que desencadenará la evocación del recuerdo de Laura, que la diferenciará y la elevará a la categoría de obra maestra más allá de cualquier encasillamiento.
En una obra tan perfecta y en la que no existe un solo resquicio que no haya alcanzado la excelencia, es difícil creer que fuese el resultado de circunstancias tan adversas y de tantas improvisaciones porque su destino, cuando empezó a fraguarse, era el de la serie B. Solo el empecinamiento de Preminger que hacía por entonces tareas de producción para la Fox y que creía en las posibilidades del guión, hizo que el todopoderoso y despótico Darryl F. Zanuck admitiese que podía producirse como serie A.
Zanuck había jurado que mientras mandase en la Fox, Preminger no dirigiría ninguna película allí. Así que contrató como director de Laura a Mamouliam después de que muchos directores rechazasen el encargo. No obstante terminó aceptando el casting que Preminger proponía recayendo en la incomparablemente hermosa y magnífica actriz Gene Tierney el papel protagonista que aportaba plenamente la belleza, la calidez y el magnetismo que requería el personaje. E igual de acertado fueron las elecciones de Dana Andrews como el detective Mark McPherson y la de Cliffton Webb para el personaje de Waldo Lydecker, el pigmalión de Laura, sin cuya extraordinaria composición del personaje, la película no sería la misma.
A las tres semanas de rodaje Zanuck despidió a Mamouliam tras ver la escasa calidad de lo rodado e inexplicablemente se la entregó a Preminger que pasó así a tener el control absoluto de la película.
Tras unos títulos de crédito contemplando el cuadro de una hermosa mujer, escuchamos la voz de Waldo Lydecker recordando el día en que murió Laura y recibiendo la visita del detective McPherson encargado del caso. Lydecker, crítico de profesión, es un hombre sarcástico que, como el mismo dice, escribe sus críticas mojando la pluma de ganso en veneno y que nada más comenzar a narrar a través de flashbacks como se convirtió en amigo y mentor de Laura, descubrimos, a la vez que el detective, lo profunda y posesivamente enamorado que estaba de ella.
Los sucesivos personajes que serán investigados como el prometido de Laura( Vincent Price), un tipo poco fiable, su tía (Judith Anderson) enamorada del prometido de Laura y su criada Bessie irán aportando información sobre su vida y la clase de mujer que era, al tiempo que irán descubriéndose las bajezas de carácter en algunos de ellos.
A pesar de todo será en el apartamento de Laura, el lugar en que fue asesinada, donde residirá la verdadera esencia de ella. Decorado con la exquisitez que parecía rodear toda su persona y con la omnipresencia del cuadro que le pintó un antiguo admirador, el detective comenzará a sentirse embriagado por su recuerdo. Lee toda su correspondencia, su diario, en un momento u otro todos han mencionado su delicadeza, su categoría, su bondad. Tiene frente a él la imagen de su arrebatadora belleza, pasea por sus habitaciones, toca sus prendas íntimas en los cajones, mira en sus armarios, huele su perfume, sabe que está irremediablemente enamorado de alguien que ya no existe, de un fantasma y en un sillón, siempre frente al cuadro de Laura, caerá abatido por la desesperación y el cansancio. Cuando despierta, necesita frotarse los ojos y dilucidar si continúa en el sueño o ha vuelto a la realidad…, dando así un giro total la investigación.
La fascinante exposición narrativa de la trama, indisolublemente unida a la proverbial fotografía de Joseph LaShelle y el evocador y maravilloso tema musical que David Raksin compuso, así como la perfecta interpretación de los actores, protagonistas y secundarios, convirtió a Laura desde el primer momento en un clásico que después de casi setenta años, nos continúa atrapando , nos subyuga mucho más allá del tiempo que dura su visión y hace envidiar a todos aquellos que por primera vez puedan verla, pues es una sensación única que nunca se olvida.