Seis personajes en busca de un autor. Luigi Pirandello

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Hay ciertas obras de teatro que han conseguido perdurar y mantener su vigencia a lo largo del tiempo. Algunas obras clásicas de muy diferentes épocas, desde Eurípides, el teatro de Calderón, de Shakespeare o de Ibsen hasta nuestros días, siguen manteniendo el interés del espectador porque en su tiempo tuvieron el acierto de tratar temas universales que han trascendido en todas las épocas. Citando a Pirandello: “El teatro no puede morir. Forma parte de la vida misma; todos somos sus actores. Y aunque fueran abolidos y abandonados los teatros, el teatro seguiría en la vida, insuprimible”.

El caso de Pirandello es un tanto extraño pues creo que para apreciarlo en toda su plenitud uno se tiene que retrotraer a la época y al contexto histórico en el que se atrevió a representar sus obras. Y uso el verbo atrever con toda la intención, porque una obra como Seis personajes en busca de un autor, con toda su complejidad, fue llevada a los escenarios en 1921, hace ya casi un siglo, y cabe imaginarse la reacción del público, la perplejidad que causaría ver una puesta en escena semejante, una auténtica revolución para su época.

Digo esto porque, además, muy recientemente he tenido la suerte de poder asistir a una representación que es una versión muy libre de Miguel del Arco y Aitor Tejada de esta magnífica pieza de Pirandello. La obra en cuestión se llama «La función por hacer«, y está magníficamente interpretada por Israel Elejalde, Teresa Hurtado de Ory, Bárbara Lennie, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez.

La acción comienza con una pareja que entra al escenario. Son una pareja de actores interpretando un drama. Él le enseña un cuadro, un retrato de ella que le disgusta, pues no se reconoce. Ambos discuten el concepto del arte y, en medio de la discusión, fuera del escenario, parecen cuatro personajes que interrumpen la función y le piden a la pareja que les permitan subir al escenario y explicar su drama. Ellos aseguran ser cuatro personajes a los que su autor ha abandonado, y necesitan un escenario en donde expresar su propio drama. La pareja al principio se opone rotundamente, sobre todo la actriz, pero el actor comienza a entusiasmarse con la posibilidad de aprovechar el drama de aquellos cuatro personajes en su beneficio propio, convirtiéndose él al mismo tiempo en el autor que ellos necesitan, actor que interpretará el drama y director escénico. La actriz también ve posibilidades interpretativas y se entusiasma con uno de los papeles. Entonces los actores comienzan a interpretar los roles de los personajes, pero entran en conflicto permanente con ellos, puesto que no se encuentran fielmente reflejados y prefieren ser ellos mismos los que continúen el drama.

Básicamente el drama de los cuatro personajes es el de dos parejas. La primera, un matrimonio con un hijo que ha muerto hace poco. La pérdida del hijo ha sumido a la madre en un estado depresivo próximo a la locura. El hombre lucha por superarlo sin demasiado éxito. Por otra parte, la segunda pareja está compuesta por el hermano menor del hombre y su mujer. Ellos tienen dificultades económicas y la primera pareja los acoge en su casa para ayudarles. Pero el hermano mayor se enamora de su cuñada, y tiene una relación con ella, hasta el punto de que la deja embarazada y tiene un hijo suyo, que da a luz al poco de haber muerto su propio hijo. La mujer descubre la infidelidad de su marido y el hombre intenta arreglar la situación pidiéndole a su cuñada que se vaya con su hermano y que le dejen al hijo, al que no pueden sostener con sus recursos.

La obra de Pirandello, como se verá, no responde exactamente a este esquema, aunque guarda bastantes similitudes. Seis personajes en busca de un autor comienza también con la puesta en escena de una obra titulada “El juego de los papeles”; en el escenario del teatro comienzan a aparecer los actores y actrices de una compañía así como el director dispuestos a ensayar. Al poco de comenzar el ensayo irrumpe en el teatro por el patio de butacas un grupo de personajes (el Padre, la Madre, la Hijastra, el Hijo, el Muchacho y la Niña) guiados por el portero del teatro que les lleva hacía el Director.

Sorprendido el director de la obra por la interrupción escucha la explicación de boca del padre: ellos vienen en busca de un cualquiera que quiera darles realidad en su obra ya que su problema radica en que todos ellos proceden de la fantasía de un escritor quien, después de concebirlos en su imaginación, no los pasó al papel, ni los inscribió en una obra, sino que los dejo abandonados, huérfanos.

Y por eso están allí, para poder consumar su existencia y revelar el destino para el que fueron creados. Dado que en el teatro no hay ningún autor, los personajes insisten en que sea el director de la compañía quien los ayude a dar forma a su drama.

De esta forma, cada uno comienza el relato de su papel en la historia, que cada cual percibe según su propia perspectiva, anulando o compadeciéndose de la verdad que cada cual describe. Así, sabemos que el Padre y la Madre habían procreado en el matrimonio a su Hijo, pero tiempo después había surgido un romance entre la Madre y el Secretario del Padre, por lo que el esposo los había dejado libres. En esta segunda relación, la madre tendría tres hijos con el secretario, pero una vez fallecido éste, la madre hubo de retomar a la ciudad en busca de trabajo.

El director de la obra comienza a interesarse por la historia y accede a convertirse en el autor que ellos buscan.

Poco a poco vamos conociendo el resto de las historias. Así, la Hijastra, la primera habida con el secretario, obligada por la necesidad, trabajaba con Madame Paz, que era dueña de una casa de citas y de la que el Padre era cliente por su asidua visita. En estas circunstancias, por esas casualidades de la vida y sorpresivamente, la Madre encuentra al Padre y a la Hijastra en el dormitorio en plenas relaciones.

El Director muestra su intención de representar el drama con sus propios actores y no con los personajes, lo cual indigna a éstos, que defienden que no hay nadie mejor ellos para representar el drama que forma parte de sus vidas, y para el que han sido creados. Cuando los actores asumen sus papeles de los personajes y representan la misma escena narrada por ellos el Padre y la Hijastra muestran su disconformidad e interrumpen el ensayo para representar ellos mismos la escena del dormitorio para provocar así la impresión del Director y que les dejase interpretar la obra.

A raíz de ese episodio, avergonzado y con sentimiento de culpa, el Padre decide acoger en su casa a toda la familia. Allí el Hijo mayor se muestra distante y trata al resto de la familia con indiferencia, como a intrusos, por lo que la Madre suplica que frene su hostilidad. El director de la obra y el Padre mantienen constantes discusiones sobre la realidad de los actores frente a la realidad de los personajes.

El final hacia el que se precipita esta obra, que no voy a desvelar, juega con el concepto de realidad entre la historia que están viviendo los personajes y la que se está representando. De esta forma, el final trágico que espera a los personajes para ellos es completamente real, mientras que para el director de la obra, no deja de ser más que parte de la representación. Todo un conflicto existencial cuya puesta en escena debió escandalizar en su época. Estamos ante una de esas obras cuyas cualidades literarias y escénicas, ya han hecho de ella una obra perdurable y, sin duda, imprescindible.

Seis personajes en busca de un autor. Luigi Pirandello. Clasicos Universales

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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2 Comentarios

  1. Hace unos meses disfruté también de «La función por hacer», con el mismo montaje y el mismo reparto, en el Teatro de La Abadía de Madrid.
    La obra es absolutamente emocionante y sobrecogedora. Tuve la suerte de estar en primera fila por lo que, dada la especial disposición de las butacas de este teatro, estuve literalmente dentro de la obra. Hubo momentos en los que alguno de los personajes incluso se sentó a mi lado.
    La acción es vibrante y frenética. El personaje del hermano menor es tan real, que mi mujer y yo tuvimos un temor genuino de que nos pudiera llegar a pegar.

    • Estoy de acuerdo contigo. Lo de meter al público en el escenario fue una idea revolucionaria que Pirandello innovó en el teatro, y al igual que hay estupendas obras conematográficas de «cine dentro del cine», Pirandello «inventó» el «teatro dentro del teatro», introduciendo al público en sus obras, no ya sólo en la puesta en escena, como el caso que comentas, sino en otras obras como «Esta noche se improvisa» o «Cada cual a su manera» en las que Pirandello da una vuelta de tuerca a ese concepto de «metateatro» confundiendo o tratando de confundir lo que es real y lo que es una representación.

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