Matar a un ruiseñor. Harper Lee: la honestidad como un desafío

Tenía una deuda con esta novela que siempre me he resistido a leer, y si no lo he hecho hasta ahora es porque le tenía tanto aprecio a la película magistralmente interpretada por Gregory Peck, que albergaba cierto reparo a encontrar una obra que me gustase menos que la película, o viceversa, a encontrar una novela que devaluara por su calidad a la película. Felizmente no ha sucedido así en ninguno de los sentidos, y puedo afirmar que la novela es maravillosa, como lo es la adaptación cinematográfica que, dos años después de la publicación de la novela, en 1960, dirigió Robert Mulligan.

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Matar a un ruiseñor. Harper Lee: la honestidad como un desafío

Creo que uno de los puntos fuertes de esta historia está en su contextualización: publicada en 1960, la historia aborda el tema del conflicto racial en Estados Unidos cuando dicho conflicto se encontraba todavía a flor de piel, y aunque la época en la que se desarrolla la historia es durante los años 30 ó 40, queda perfectamente patente la problemática y el fondo de la historia, de rabiosa actualidad en el momento de la publicación. A pesar de la época en que se publicó, o precisamente debido a ello, Matar a un ruiseñor obtuvo un éxito fulgurante en los Estados Unidos: su autora, Harper Lee, fue premiada con el Pulitzer y el libro se convirtió en un superventas. Sin embargo, no le faltó polémica, pues Matar a un ruiseñor es una historia valiente escrita en una época en la que no resultaba fácil vivir en ciertos estados norteamericanos y posicionarse abiertamente a favor de los derechos civiles de los negros.

Para que se hagan una idea de lo que les estoy diciendo, estamos hablando de una época en la que comenzaron a salir a la calle personas de raza negra, abanderados por hombres de la talla de Martin Luther King, con el sencillo propósito de manifestarse por sus derechos, y no estamos hablando de derechos nimios: lo que se reclamaba, por ejemplo, era poder votar, o que los niños negros pudieran ir a la escuela con los niños blancos, o el acceso a la universidad, o poder acceder a los empleos en igualdad de condiciones y, en definitiva, no ser marginados y ser tratados como ciudadanos iguales. Una curiosidad, también para que se hagan una idea de la polémica que suscitó esta historia: el papel de Atticus Finch para la película inicialmente se lo ofrecieron a James Stewart, pero este lo rechazó porque el argumento le parecía demasiado polémico y temió que su reputación como actor y su futuro profesional pudiesen quedar afectados. En parte fue una suerte, porque a pesar de la admiración que siento por James Stewart, no concibo a ningún otro actor que no sea Gregory Peck interpretando este papel que, lejos de dañar su reputación, le valió un merecidísimo Oscar.

La historia está narrada en primera persona por Scout Finch, quien nos cuenta sus recuerdos de infancia en un pueblo llamado Maycomb, en Alabama, un pueblo aburrido donde “Un día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. No había prisa, pues no había ningún sitio donde ir, nada que comprar ni dinero con que comprarlo, nada que ver fuera de los límites del Condado de Maycomb.” En ese lugar Scout vive con su hermano mayor, Jem, con su padre Atticus, de estado viudo que trata de educar a sus hijos de lo mejor que sabe, dando ejemplo con su conducta y actuando siempre de forma honesta tan recta y educadamente como lo hace con sus vecinos. También está Calpurnia, la criada negra de la casa que, a veces, juega el papel de madre y reprende y hasta castiga a los niños cuando no se han portado bien. La justificación del título proviene de una bonita escena en la que Jem quiere usar la escopeta para aprender a disparar. Atticus le da permiso, pero no sin advertirle:

Prefiero que dispares a las latas vacías en el patio trasero, pero sé que irás tras los pájaros. Dispara a todos los pájaros azules que quieras, si es que les puedes acertar, pero recuerda que es un pecado matar un ruiseñor.

-Ese fue el único momento que escuché a Atticus decir que era un pecado hacer algo, y le pregunté a la señorita Maudie al respecto.

-Tu padre tiene razón-, me dijo ella. Los ruiseñores no hacen otra cosa que crear música para que la disfrutemos. No se comen los jardines de la gente, no hacen nidos en los graneros, no hacen otra cosa que cantar su corazón para nosotros. Es por eso que es un pecado matar a un ruiseñor.

Atticus lleva pequeños casos sin importancia en un pueblo en donde nunca pasa nada. Hasta que un día le asignan un caso que solo una persona como él estaría dispuesto a aceptar: se trata de defender a Tom Robinson, un hombre negro al que acusan de haber violado a una joven blanca. Aceptar ese caso no le genera más que problemas y rechazo a Atticus, quien sin embargo se hace respetar. Cuando los compañeros del colegio insultan a Jem y a Scout porque su padre es un “defiende negros”, los niños no terminan de comprender qué hay de malo en ello. Hay un personaje que les aclara la conducta de su padre a los niños:

Hay hombres en este mundo que han nacido para cargar con las tareas desagradables de los demás, tu padre es uno de ellos.

Pese a las críticas, Atticus les pide a los niños que no se peleen con sus compañeros y que eviten las discusiones, lo que genera aún más confusión en los críos:

Mantén tu cabeza en alto y baja tus puños. No importa lo que te diga cualquier persona, no dejes que te provoque. Intenta pelear, pero con la cabeza, por un cambio.

Cuando en un ataque de ira, Jem destroza el jardín de la señora Dubose, una anciana que ha insultado a su padre, éste no solo le obliga a pedirle disculpas, sino que le exige que le arregle el jardín y le lea algunos libros, para compensar su conducta errónea. Las cosas nunca son tan malas como parecen, le dice a sus hijos, y para justificar la actitud de la señora Dubose, dice:

Uno no entiende a los demás hasta que no considera las cosas desde su punto de vista; hasta que no se mete bajo su piel y camina con ella por la vida.

Es más, cuando la anciana muere, pese a todos los insultos que le ha dedicado, Atticus le explica a su hijo Jem:

Quería que vieras lo que es realmente el valor, en lugar de tener la idea de que el valor es un hombre con un arma en su mano. El verdadero valor es cuando sabes que tienes todas las de perder, pero emprendes la acción y la llevas a cabo a pesar de todo. Raramente ganas, pero algunas veces lo logras. La señora Dubose murió sin deberle a nada ni a nadie. Era la persona más valiente que he conocido.

Cuando llega el juicio, los niños ya han aprendido varias lecciones importantes de su padre. A su modo, han crecido mucho en muy poco tiempo aunque todavía no sean adultos. Su asistencia al juicio, a escondidas de Atticus, termina de formarlos como personas, cuando ven a su padre en acción, defendiendo un caso que, casi todo el mundo lo sabía, estaba perdido de antemano.

Este libro plantea la vida como un desafío en donde la tolerancia, la honestidad, la rectitud, deben ser pilares incorruptibles. Atticus les enseña a sus hijos que cualquier aspecto de la vida, por insignificante que les parezca, puede suponer una lección que merece la pena aprender. Y también que, aunque todo esté perdido de antemano, hay que tener el arrojo y el orgullo necesarios para luchar con uñas y dientes por todo cuanto uno cree. Uno podrá perder muchas veces, pero lo importante es no rendirse jamás.

Todo un clásico de la literatura, una obra maestra. Si no lo conocen, no dejen de leerlo y, si pueden, vean la magnífica película y contemplen a Gregory Peck, tan imponente desde su altura, pero sin jactarse de sí mismo, diciendo cosas como esta:

Siempre di la verdad, no hagas daño a otros, y no creas que eres el ser más importante sobre la tierra. Rico o pobre, puedes mirar a cualquiera a los ojos y decir: Puede que nos sea mejor que tú, pero soy tu igual.

Matar a un ruiseñor. Harper Lee. Zeta Bolsillo

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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