¡Menudo reparto!, de Jonathan Coe: una sátira de pesadilla

¡Menudo reparto!, de Jonathan Coe. Reseña de Cicutadry

Jonathan Coe consiguió con su novela ¡Menudo reparto! la perfecta novela británica de finales del siglo XX. Ello se debe a tres aciertos fundamentales: una solvente argumentación, una férrea estructura narrativa y un ácido sentido del humor. A esto hay que añadirle una buena dosis de denuncia social, momentos reflexivos y una gran capacidad de sorpresa. Y, naturalmente, como buena novela inglesa, un ritmo endiablado.

Los distintos planos de la novela

Lo primero que sorprende en ¡Menudo reparto! es el oculto centro argumental de la historia. Hasta bien avanzada la novela no se tiene una idea cabal de lo que pretende narrar Jonathan Coe. Bien lejos de tratarse de un spoiler, queremos advertir al lector que ¡Menudo reparto! es una novela que se cuece lentamente, con una gran seguridad por parte del escritor pero con cierta perplejidad para el lector.

En realidad, en ¡Menudo reparto! hay varias novelas que se van integrando de forma magistral hasta –podemos asegurarlo- sus últimas páginas. En este sentido es encomiable la facilidad con que Jonathan Coe es capaz de dar giros narrativos inesperados hasta casi el final de la obra. Y no solo nos referimos a cambios argumentales: hablamos de cambios, incluso, en el género novelístico.

De esta manera, ¡Menudo reparto! opera por capas, por niveles. Hay una novela dentro de la novela, y una película dentro de la novela, así como hay también una novela dentro de una película. Hay una obra de actualidad, una novela de amor y una historia existencial. Hay una crónica familiar y a la vez la crónica de una nación. Todo ello, como decíamos, dificulta la localización de un centro de gravedad. Pero en cuanto Jonathan Coe decide hacerlo claramente visible, la novela alcanza todo sentido y su valor.

La película dentro de la novela

Para poner un poco de orden en esta reseña, así como para que el lector tenga una idea cabal de ¡Menudo reparto! hay que comenzar por un episodio que aparece como de pasada al principio de la obra. Un chico llamado Michael Owen celebra su noveno cumpleaños. Su familia lo lleva a un pueblo de la costa británica y, en un momento dado, entran todos en el cine para ver una película. Se trata de una de esas películas inglesas de serie Z de los años cincuenta, con un argumento supuestamente terrorífico que en realidad oculta una mediocre comedia macabra.

En un  momento dado, se produce una escena poco adecuada para que la contemple un niño de esa época. La actriz protagonista –que más tarde saldría como chica Bond solo vestida con un baño de oro líquido- se desnuda, de espaldas, ante uno de los actores y… En ese momento, la abuela de Michael salta de su butaca e impide a su nieto que siga viendo la película. Escandalizada, consigue que toda la familia deje la sala de proyección y, de esta forma, Michael se queda, durante años, sin conocer la reacción del protagonista masculino.

La película, de 1961, originalmente se llama What A Carve Up!, título que ha sido traducido para la novela como ¡Menudo reparto!, y que como sagazmente adivinará el lector, se convierte en el centro argumental, si bien, en principio, de una manera caprichosa por parte de Jonathan Coe hasta que comprendemos que, lo que estamos leyendo, se encuentra dentro de la película, o es una reproducción de la película, en otro nivel, en cualquier caso insospechado.

La novela dentro de la novela

Otra sorpresa. En ¡Menudo reparto! hay una crónica familiar que abarca más de medio siglo de la historia de Gran Bretaña. Y aludimos a este último hecho porque Jonathan Coe consigue encarnar en los miembros de este clan el estereotipo de la familia depredadora que, cada uno de ellos, en su egoísmo infinito, y amparados por una fortuna, se dedican a dañar sin misericordia a sus compatriotas. De estas familias hay ejemplos sobrados en todos los países. Por eso aludimos al estereotipo no de una manera peyorativa, sino como característica fundamental para comprender esta novela.

Y es que la familia Winshaw es un retrato muy logrado de quienes consiguen el poder y el dinero a costa de cualquier cosa. Thomas es un magnate del cine y voyeur, metido en esta industria con el exclusivo interés en ver a las actrices en las escenas en las que deben desnudarse. Dorothy es una concienzuda fabricante de comida basura, experta en maximizar la eficacia de los mataderos y exprimir los gustos alimentarios de los ingleses. Henry es un vergonzoso político chaquetero que, con un pequeño cambio de discurso, se arrima al partido que gobierna en cada momento. Hilary es una columnista absolutamente ignorante y tan capaz de cambiar de opinión como su hermano Henry. Y Mark es un traficante de armas, amigo de Sadam Husein.

Todos se ayudan a todos. Cada uno desde su posición, consiguen medrar en beneficio de los intereses familiares. Pero falta un último miembro de la familia, un clásico en las novelas inglesas: la hermana loca. Tabitha, declarada loca desde la muerte de su hermano en un avión del ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial, sospecha que uno de sus hermanos lo asesinó.

Cerrando el círculo

Y así volvemos a Michael Owen, el niño que se quedó traumatizado por la interrupción de una película de serie Z. Ahora es un escritor frustrado y Tabitha, la hermana loca, le paga para que nos cuente la historia de su deleznable familia. Y aquí comienza la sátira social.

A pesar de que parezca que hemos hablado hasta ahora de buena parte  de la novela, no hemos hecho sino poner en orden el punto de partida. Y es que, como decíamos, estamos ante una novela redonda que aprovecha cada uno de los hilos que abre –cada miembro de la familia Winshaw, la vida pasada y presente de Michael Owen, una hermosa historia sentimental, el asesinato pendiente de resolver- para enfrentar al lector ante otro plano que, a finales del siglo XX era casi inevitable en la literatura británica: la pura realidad, la vida cotidiana de los ingleses.

En este caso Jonathan Coe no entra a saco en la época de Margaret Thatcher, pero sí tiene la habilidad de hacer que, cada cosa que suceda, aluda de una forma indirecta a su recordada política privatizadora en contra de los intereses de los ciudadanos. Para ello, el punto de vista de la familia Winshaw es fundamental, porque poderosos como ellos fueron –y siguen siendo donde este tipo de políticas aún se practican- los únicos que salen ganando.

Denuncia social y Agatha Christie

De alguna manera la denuncia social impregna la novela, pero siempre desde una perspectiva ácida, muy cercana al humor negro. Y precisamente este hecho salva y eleva a la categoría de obra de arte a esta novela. La habilidad de Jonathan Coe por hacer una novela de altos valores literarios, apoyándose en la época que le ha tocado vivir, es encomiable. Y no era nada fácil. Lo sencillo era caer en tipismos, en hacer sangre, en caer en lo trillado.

Bien lejos de eso, ¡Menudo reparto! transcurre de forma callada pero segura hacia otro clásico de la novela inglesa: Agatha Christie. Al fi y al cabo, en las primeras páginas de la novela ya se plantea la posibilidad de un asesinato. Asesinato, además, en una casa aislada y entre miembros de una familia.

La última vuelta de tuerca de Jonathan Coe en esta novela es introducir ese reconocible sesgo policíaco en una película de serie Z, la ya conocida por el lector ¡Menudo reparto!, con una sex symbol de hace décadas quitándose el sujetador de espaldas mientras una poderosa familia oculta el asesinato de uno de sus miembros. Es decir, lograr la cuadratura del círculo de una novela redonda.

¡Menudo reparto! Jonathan Coe. Anagrama

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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