País de Nieve fue la primera novela que escribió Yasunari Kawabata y, como en toda su obra, hay un delicado equilibrio entre el lirismo casi poético de sus descripciones y la fuerza dramática de la narración, así como la marcada crueldad con que a veces actúan sus personajes. Aunque inicialmente Kawabata publicó País de Nieve por entregas en 1935, no dio la novela por concluida hasta 1947. En esos doce años de diferencia, la novela tuvo diversas ediciones en las que el autor fue modificando sucesivamente varios episodios, incluyendo el final, que tuvo varias versiones.
El protagonista de esta historia es Shimamura, un hombre rico que acostumbra a pasar largas temporadas lejos de sus casa y su familia. En el transcurso de la narración, Shimamura realizará, en un periodo de tres años, sendos viajes a un lugar conocido como País de Nieve, un refugio invernal donde logra aislarse del mundo. El primer viaje realmente sólo lo conocemos a través de algunas referencias y recuerdos del protagonista y realmente la novela comienza con su segundo viaje en tren. En dicho trayecto, Shimamura se siente atraído por una joven, Yoko, que viaja en su mismo vagón y que cuida a un hombre enfermo. Este hombre resulta ser el hijo de la dueña de la casa en la que vive Komako, una joven a la que Shimamura conoció durante su primera estancia en el año anterior en una estación termal, cuando Komako todavía era una aprendiz de geisha. En su segundo viaje Shimaura tiene la intención o el deseo de reencontrarse con ella y, cuando lo hace, no sólo descubre que ella ya se ha convertido en una geisha sino que, además, ella es una de las más solicitadas del lugar. La fascinación que Shimamura siente hacia Komako es casi tan intensa como la atracción que sintió en su viaje en tren hacia la joven Yoko, con quien también volverá a encontrarse, puesto que ambas mujeres (Komako y Yoko) se alojan en la misma casa, que pertenece a la madre de Yukio, que es como se llama el hombre enfermo. Las dos mujeres y Shimamura conformarán un triángulo con una relación un tanto perturbadora.
Shimamura se encontrará en este segundo viaje con Komako, con quien se bañará y compartirá lecho. Un día, al reunirse con ella en la casa en la que se hospeda, descubrirá que allí viven también Yoko, la mujer que acompañaba en el tren a Yukio, el hombre enfermo, y la maestra de música, madre de Yukio. Shimamura trata de indagar a través de Komako la identidad del hombre y la relación que guarda con Yoko, pero no recibe una respuesta clara. No será hasta después cuando Shimamura vaya atando cabos y descubra a partir de las confidencias de otros personajes que aquel hombre no es la pareja de Yoko, como él había sospechado, sino que era el prometido de Komako. Al parecer ésta se había iniciado en el oficio de geisha para poder sufragar la atención médica que la enfermedad de Yukio requería. Shimamura interpreta que, aunque Komako ya no ama a su prometido, se siente obligada hacia él y, sin embargo, está convencido de que ella está locamente enamorada de él, según infiere a través de la lectura casual de algunas páginas de su diario.
Una noche en la que Komako y Shimamura estaban juntos, Yoko irrumpe en la casa reclamando la presencia de su amiga: Yukio, su prometido, está a punto de morir. Sin embargo, Komako se niega a ir a la casa, pues no quiere ver cómo muere Yukio, pese a que tanto Yoko como Shimamura tratan de convencerla para que regresase a la casa.
La tercera parte de la novela comienza con el tercer viaje de Shimamura al País de Nieve, donde encuentra de nuevo a Komako ya establecida como una geisha profesional. Se entera de que Yoko se ha encerrado en sí misma y que su carácter se ha tornado triste y reservado desde la muerte de Yukio, cuya tumba visita a diario. En su reencuentro, Shimamura convence a Komako para que visiten la tumba de Yukio. Pese a su reticencia, Komako acepta y, en el transcurso de su visita se cruzan con Yoko, cuya belleza sigue causando admiración en Shimamura. Tras su breve encuentro Yoko le pedirá, casi como un ruego, a Shimamura que la lleve con él a la ciudad. Pese a sentirse halagado, Shimmamura se niega. Ese encuentro desencadena el final trágico e incendiario de la novela, en el que los tres personajes principales intervendrán, terminando de cerrar un triángulo amoroso confuso y perturbador, cargado de sentimientos y caracteres opuestos, en donde se contraponen la generosidad de Yoko, el carácter ególatra de Shimamura o el constante cambio que sufre la personalidad de Komako a lo largo de la novela. Los tres personajes son sumamente interesantes, pero creo que Kawabata presenta con mucho mayor acierto y profundidad a los dos personajes femeninos, mucho más ricos y complejos que Shimamura.
Al margen de la trágica historia de amor que enlaza a los tres personajes, hay que destacar la forma en que Kawabata exalta la belleza de la naturaleza en distintas fases estacionales, describiendo los cambios del paisaje con un lirismo sublime y como una metáfora de las propias transformaciones que se operan en los personajes. Kawabata tiene, además, el don de saber contar historias aparentemente sencillas extrayendo de ellas tantos matices de modo que una narración que en manos de cualquier otro escritor hubiese resultado anodina, Kawabata sabe convertirla en una obra de arte. Este libro, como todos los que he leído hasta la fecha de este autor, es una auténtica joya.
País de Nieve. Yasunari Kawabata. Emecé editores