Hay novelas que aspiran a contar una historia y otras que se proponen algo más ambicioso: capturar la esencia de una época, de un país, de una generación. Paralelo 42 pertenece a esta última categoría. Primera entrega de la trilogía USA, la novela de John Dos Passos no se contenta con narrar la vida de unos cuantos personajes, sino que se lanza a la tarea de pintar un mural colosal sobre los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX. En sus páginas no hay un protagonista central, sino un mosaico de voces, de destinos que se cruzan o se ignoran, de individuos que avanzan como pueden en un mundo que los arrastra sin contemplaciones.
A través de Mac, el periodista frustrado; de Janey, la secretaria atrapada en la burocracia; de Joe, el marinero errante; y de otros personajes, Dos Passos construye una especie de caleidoscopio social en el que cada vida refleja una faceta distinta del sueño americano. Pero este no es el sueño optimista y triunfalista de la propaganda, sino uno mucho más turbio, marcado por la desigualdad, la explotación y la sensación de que el individuo es una pieza desechable dentro de una maquinaria que no se detiene. La novela nos lleva de la costa este a la oeste, de las fábricas a los periódicos, de los buques mercantes a las oficinas de gobierno, en un recorrido que, más que un relato, es un diagnóstico de la sociedad estadounidense.
La estructura de Paralelo 42 es lo que la hace única. Dos Passos no solo cuenta historias individuales, sino que las inserta en un contexto más amplio, utilizando técnicas narrativas que entonces resultaban radicales. Las secciones de Newsreel recopilan fragmentos de titulares de periódicos, discursos políticos, letras de canciones y anuncios publicitarios, creando una sensación de saturación informativa, de un mundo en el que la realidad se consume a través de titulares impactantes pero vacíos. En El ojo de la cámara, el autor introduce una voz más personal y poética, en un monólogo interior que se aleja de la objetividad periodística para sumergirse en la percepción subjetiva de los acontecimientos. Y entre las historias ficticias de los protagonistas, aparecen las biografías de figuras históricas como Henry Ford y J.P. Morgan, que Dos Passos retrata sin la veneración habitual, mostrando los engranajes del poder y la economía sin adornos ni eufemismos.
El estilo de Dos Passos es seco, afilado, casi telegráfico en algunos momentos. Su prosa no busca el lirismo ni la introspección psicológica, sino el impacto directo, la velocidad con la que avanza la historia como un tren que no se detiene. Hay en su escritura un ritmo que recuerda al cine de montaje, a la yuxtaposición de imágenes en rápida sucesión que terminan por construir un significado mayor que la suma de sus partes. No es casual que su técnica haya influenciado a escritores como Jean-Paul Sartre y Norman Mailer, ni que se le haya comparado con el stream of consciousness de Joyce, aunque Dos Passos opta por una fragmentación más social que individual.
Más que una novela, Paralelo 42 es un testimonio, una radiografía del sistema en el que sus personajes intentan sobrevivir. Lo que emerge de sus páginas es una América sin ilusiones, donde el progreso tecnológico no se traduce en bienestar para todos y donde el dinero dicta las reglas de la existencia. Sus protagonistas no son héroes ni villanos, sino hombres y mujeres atrapados en fuerzas que los superan, enfrentados a un destino que parece escrito de antemano.
Leer Paralelo 42 hoy es descubrir que muchas de sus preocupaciones siguen vigentes. La alienación en el trabajo, la manipulación mediática, la desigualdad estructural y la sensación de que el individuo es un engranaje más en una maquinaria incontrolable son temas que no han perdido relevancia. Dos Passos no ofrece respuestas ni moralejas, solo nos coloca frente al caos de una sociedad que avanza a golpes de ambición y desesperanza. Su novela no es amable ni reconfortante, pero sí imprescindible para entender cómo el siglo XX moldeó la vida moderna. En su retrato brutal y fragmentado de la América industrial, hay una verdad que aún resuena con fuerza: el progreso no es una promesa cumplida para todos.
Paralelo 42. John Dos Passos. Debolsillo.