Una letra femenina azul pálido. Franz Werfel: La conciencia del ambicioso

Franz Werfel fue uno de esos escritores de la primera mitad del siglo XX cuya importancia, con el tiempo, se vio eclipsada por la fama de sus amigos, en particular de Franz Kafka, con quien compartió tertulias y camaradería. Checo de nacimiento, ha pasado la historia fuera de su país más por la crónica rosa que por sus méritos literarios, ya que fue el tercer marido de Alma Mahler. Como tantos judíos de su época, tuvo que huir de Europa en 1938 y terminó muriendo en Beverly Hills con 55 años.

Su producción literaria fue amplia: novelas, cuentos, poesía y teatro. Por desgracia, en el ámbito de la lengua castellana ha sido un autor poco traducido y aún menos leído. Sus textos poseen una fuerza poderosa, una intensidad, que lo asemeja a Stefan Zweig, mucho más seguido fuera de las fronteras austríacas, y precisamente por eso hemos elegido Una letra femenina azul pálido como obra de referencia para adentrarnos en el complejo mundo de Franz Werfel.

La nube irreal del Imperio austrohúngaro

Esta breve novela nos sitúa en la Austria de entreguerras, en esa época que tan bien han sabido reflejar los escritores centroeuropeos así como los artistas plásticos y los cineastas, que parece que hubieran sido los únicos que se percataron de la tragedia que se cernía sobre Europa, dada la ceguera de los políticos de entonces que, a posteriori, han resultado ser los auténticos tontos del siglo.

La diferencia que presenta Una letra femenina azul pálido frente a otras obras coetáneas es la perspectiva desde la que está escrita; aparte del consabido Kafka, en estas páginas hemos hablado de Los mutilados, de Hermann Ungar, Los sonámbulos de Hermann Broch o Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin, como ejemplos del desencanto vivido por los centroeuropeos ante el ambiente cargado de violencia que se respiraba en sus respectivos países. Sin embargo, Franz Werfel decidió en esta novela enfocar la atención en esas capas de la sociedad que aún vivían en la nube irreal heredada del Imperio Austrohúngaro, igual que en Alemania se mantenía y agitaba la opresora nostalgia por la desaparecida Prusia imperial.

Un magistral MacGuffin

Franz Werfel fue un inteligente escritor que, salvo en alguna novela, no quiso incidir directamente en la herida que estaba sangrando en aquellos momentos en Austria sino que revestía sus obras de otro tipo de argumentos que le servían para colocar subrepticiamente sus preocupaciones políticas e intelectuales entre el público lector. En Una letra femenina azul pálido introduce un elemento narrativo muy habitual en los escritores de la época, el MacGuffin (después difundido por Alfred Hitchcock en el cine) para espolear la trama; en este caso se trata de un frac, un frac heredado por el protagonista, Leónidas, de un compañero de estudios judío que se suicida en la habitación contigua.

Este frac le servirá al muy ario Leónidas, estudiante humilde sin perspectivas de futuro, para acudir a los numerosos bailes que se celebraban en Viena -los almibarados valses que aún en la década de los treinta del siglo XX eran bailados por la sociedad austríaca-, y dadas sus dotes de perfecto bailarín y su impecable elegancia, enamorar a la hija de una de las familias más potentadas del país, Amelie Paradini. Desde ese momento, la vida de Leónidas cambia radicalmente y pasa a ser jefe de sección en el Ministerio de Cultura austríaco, un cargo que si bien no le ofrece apenas compensación económica (los funcionarios, en cualquier país y en cualquier época nunca han sido ricos), le otorga sin embargo poder, un extraordinario poder, que unido a su fortuna adquirida por matrimonio, le dan lo que podríamos denominar la plena felicidad. De hecho, así presenta acertadamente Franz Werfel a su protagonista recién despierto, en el primer capítulo de la novela:

Como muchos hombres que ya han alcanzado una elevada en la vida, individuos sanos, bien proporcionados y hasta hermosos, Leónidas solía sentirse particularmente contento en las primeras horas de la mañana y aprobar sin reservas la tortuosa marcha del mundo. Era como salir en cierto modo de la nada nocturna y, cruzando el puente de un asombro ligero y diariamente renovado, entrar en la conciencia total del propio éxito en la vida.

Esta acomodada conciencia del hombre de cincuenta años que no tiene que preocuparse por nada cada mañana, ni siquiera de los graves acontecimientos que están sucediendo en su país y que él mismo debería conocer dada su posición de privilegio en la política nacional, queda ensombrecida un día en el que recibe, de manos de su querida esposa, un puñado de cartas entre las que se encuentra un sobre escrito con una letra femenina azul pálido.

El regreso del pasado

Leónidas reconoce de inmediato esa letra y se apresura a meter la carta en el bolsillo de su chaqueta antes de que su esposa se percate de su existencia; esa letra pertenece a una mujer de la que nada sabe desde hace 17 años, con la que mantuvo un breve e intenso romance de seis semanas cuando él llevaba casado poco más de un año con la millonaria Amelie.

La última vez que vio esa letra fue en un sobre como éste, tres años después de que él hubiera dejado a Vera Womnser en un tren, entre promesas de futuro y amor eterno que fueron traicionadas nada más salir de la estación, puesto que Vera en esos momentos era un estudiante de filosofía, judía, que había conocido anteriormente en su época de hambre y miseria puesto que fue profesor particular del hermano de Vera.

En aquella ocasión, cuando recibió el sorprendente sobre que resucitaba a la amante tres años después de que fuera engañada, rompió la carta sin leerla porque su cobardía le impulsó a negar aquel idilio y a aquella mujer que podía poner en peligro su feliz ascenso social.

Sin embargo, esta vez un inesperado prurito en su conciencia lo lleva a abrir el sobre, o tal vez es curiosidad; el escritor Franz Werfel lo deja en el aire, porque de un hombre maduro que nada tiene que temer de la vida puede esperarse cualquier cosa. El contenido de la carta es magistral, ya que el texto servirá de núcleo central alrededor del cual va a girar toda la historia que cuenta la novela:

Distinguido señor jefe de sección:

Me veo obligada a dirigirme hoy a usted con una petición. No se trata de mí, sino de un talentoso joven que, por razones de todos conocidas, no puede proseguir sus estudios secundarios en Alemania y quisiera completarlos en Viena. Según he oído, autorizar y facilitar este traspaso es, distinguido señor, incumbencia de la Sección que usted dirige. Dado que ya no conozco a nadie en mi ciudad natal, considero un deber recurrir a usted en este caso para mí extremadamente importante. Si estuviera usted dispuesto a atender mi petición, bastará con que me lo haga saber a través de su oficina. El joven le hará en ese caso una visita de cortesía cuando usted lo disponga y le dará la información necesaria. Agradeciéndole de antemano su atención, le saluda muy atentamente: Vera W.

Un texto dentro de otro texto

La frialdad con que está escrita la carta, además de la ignorada identidad del joven, hace temblar los cimientos morales del poderoso Leónidas. En este caso cabe destacar la importancia de un texto dentro de otro texto, como ocurre en esta novela. Esta breve carta, impecable en su redacción, es lo suficientemente ambigua dentro de su pasmosa claridad como para provocar una reacción en cadena dentro de la mente de Leónidas.

Si Stefan Zweig, en su célebre novela Carta de una desconocida, subvertía la memoria de un maduro escritor, Franz Werfel hace lo propio con esta carta de una conocida, magistral ejemplo de lo que puede conseguir un escritor con unas breves líneas. En pocas ocasiones tenemos los lectores la fortuna de adentrarnos en la conciencia de un trepa, además en un momento tan agitado de la historia.

Una letra femenina azul pálido es un prodigio de concisión, de exactitud, una novela que encierra en su brevedad mucho más de lo que expone y que hace ver al lector actual -que no solo conoce los hechos que acaecieron en Austria a finales de los años treinta sino también la realidad de tantos ambiciosos que nos rodean- el peligro de los que miran hacia otro lado y que provocan, por omisión, acaso tanto daño como los que cometen esos hechos catastróficos que, tanto en el ámbito doméstico como en el público, son el pan nuestro de cada día.

Una letra femenina azul pálido. Franz Werfel. Anagrama.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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