Absalón, Absalón. William Faulkner: La corrosiva sangre familiar

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El pasado puede ser como un tumor maligno cuya única curación sea la palabra. Así lo entiende la vieja Rosa Coldfield, que le habla al joven Quentin Compton en una novela de tintes bíblicos, casi apocalípticos, Absalón, Absalón (1936), y su voz resuena en la pequeña habitación como si fuera una iluminada la que está contando una historia truculenta que, sin embargo, es su propia historia. Asistimos a una de las novelas de William Faulkner (1897-1962) más enrevesadas, y eso es mucho decir.

No son fáciles las novelas de Faulkner: necesitan de una gran dosis de concentración por parte del lector, pero muchas veces, ni siquiera con esa concentración es capaz de percibir todos los detalles de la trama, sencillamente, porque el propio autor se los va escamoteando.

Algo así pasa en Absalón, Absalón: por un lado, posee una complejidad excesiva que oscurece el texto hasta hacerlo por momentos incomprensible; sin embargo, esa propia complejidad es la que sostiene el relato, de manera que en este caso la forma es tan importante o más que el fondo, que lo que se cuenta propiamente dicho. Es más: uno sospecha que Faulkner oscureció adrede la historia para hacerla más ominosa, más escabrosa de lo que es, o simplemente, para que una historia de este calibre fuera creíble. Ahí quizás se encuentre el genio del escritor, saber cuál es la manera más eficaz de contar una historia, cuál es la forma que debe tener un episodio concreto, dejar claro que hay muchas formas de contar pero sólo hay una que es la perfecta.

En esta novela, Faulkner utiliza la voz de varios narradores para contar una historia que se desarrolla desde una mañana de junio de 1833 hasta el año 1909. Podríamos decir que se trata de la historia de una familia, pero sería demasiado esquemático. Es la historia del odio y la venganza familiar, de la sangre en la familia, no sólo de esa que corre por las venas comunes, sino de la otra, de la que puede caer sobre la tierra por el dolor, el sufrimiento o el asesinato.

Rosa cuenta la historia de un demonio, que fue su cuñado y después su marido, Thomas Sutpen, un héroe de la guerra civil americano, un hombre temido y terrible, un mal padre y un mal marido, un hombre inteligente y hecho a sí mismo. El Coronel Sutpen, que llegó en 1833 a Jefferson no se sabe de dónde y sin anunciarse con una banda de negros extraños y levantó una plantación con un dinero del que no se sabía su procedencia. Y que más tarde, para obtener la respetabilidad que el dinero no podía darle, se casó con Ellen Coldfield, hija de un pastor presbiteriano, y engendró con ella un hijo y una hija sin cariño.

Ellos, que debían ser su orgullo, se aniquilaron entre sí, y ellos aniquilaron al padre, y murieron, como todos los demás murieron, porque esta historia es contada en 1909, cuando ya han ocurrido todos esos hechos y muchos más, cuando la tierra vio destaparse la violencia de la guerra y también la violencia de ese padre y señor que engendró a un diablo que dejó viuda a su hermana antes de que ésta se casara con un hombre que tal vez fuera su hermano, porque de Sutpen no se sabía nada, pero él si sabía los hijos que había ido engendrando a lo largo del camino, antes de que conociera a Ellen, y también cuando la conoció y yació con una esclava negra que le dio una hija, que ahora, en 1909, es la única que aún vive en el caserón familiar, agarrada a sus recuerdos, siendo como siempre la otra hija, con la que nadie cuenta, porque es negra y el color negro es detestado en la familia de Sutpen aunque de ese color está teñida la estirpe.

Ésta es una historia de violencia y de incesto, los dos hermanos enamorados entre sí, y los dos enamorados de un hombre que aparece de repente en sus vidas y del que tampoco se sabe su procedencia, sólo que Sutpen sí la conoce, pero la calla.

Es Absalón, Absalón una historia llena de trampas, las mismas trampas que Faulkner va tendiendo al lector conforme avanza en la lectura de la novela: cuando cree saber un episodio, el escritor se lo escatima, o éste habla de algo suponiendo que el lector ya sabe lo que no es posible que sepa. Es como un puzzle que hay que ir formando, y de ese puzzle surge un rostro horripilante, el rostro familiar de Sutpen, cuyos actos tienen siempre consecuencias dramáticas, sus actos y los de su familia. No es que la familia degenere con los años: es que ya llevaba dentro de sí, desde el principio, la ponzoña de la destrucción, y nada nos puede hacer suponer que Sutpen vaya a morir tranquilamente en su cama, porque alguien ha de pagar el error de su existencia.

Absalón, Absalón es una pesadilla que se lee como una pesadilla. No hay una palabra que sobre, porque es tan intensa la historia que cualquier frase que se pierda puede ser crucial para descentrarse de la trama. Pocas veces se ha exigido más de un lector, pero merece la pena el esfuerzo, porque cuando las piezas se van uniendo surge una historia cruda pero llena de poesía que convierte a esta novela en una obra maestra, una más del talento prodigioso de William Faulkner.

Absalón, Absalón. William Faulkner. Alianza Editorial.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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