El desencantado, de Budd Schulberg: los últimos días de Francis Scott Fitzgerald

El desencantado, de Budd Schulberg. Reseña de Cicutadry

El desencantado es una novela sobre el cine escrita por un gran guionista, Budd Schulberg. También es una novela sobre la ruina moral, sobre el pasado glorioso, sobre el fracaso. El desencantado es una novela brutal, una novela sobre los últimos días de Francis Scott Fitzgerald.

Una novela sobre el cine

Esos últimos días de Francis Scott Fitzgerald fueron vividos realmente por Budd Schulberg, aunque en la novela aquel último y devastador episodio del gran escritor norteamericano esté pasado por el filtro de la ficción.

En El desencantado, un joven llamado Shep es llamado por unos estudios de Hollywood para desarrollar su guion que ha sido escogido entre miles que llegan todos los días a la ciudad de las estrellas. En realidad se trata de un musical sin demasiadas pretensiones, algo liviano que el productor –uno de esos productores de los años treinta, grandes empresarios, hombres zafios- quiere incluir en su catálogo de películas por una oculta razón.

Esa razón es Manley Hallyday, un escritor venido a menos que fue inmensamente famoso en los años veinte. Por mediación de alguien que se lo dijo a alguien y que le recomendó alguien, necesita dinero rápido y fácil para saldar sus múltiples deudas, debido a su vida disipada. El productor busca aumentar el prestigio de sus estudios. El joven guionista sueña con ver su nombre junto a su ídolo literario del pasado. Manley Hallyday solo necesita dinero, exclusivamente dinero. La película es lo de menos.

Una reliquia fascinante

Pasemos a llamar a cada uno por su nombre. No disimula nada Budd Schulberg cuando quiere hablar de Francis Scott Fitzgerald. Es él en cada escena, en cada situación, en cada diálogo. El desencantado es una novela brutal porque es brutal hacer el retrato fidedigno de un hombre acabado. No olvidemos que Budd Schulberg fue el guionista de La ley del silencio o de Más dura será la caída, películas brutales.

El retrato que Budd Schulberg hace de Francis Scott Fitzgerald tiene la virtud del doble filo: cuanto más parece fascinarle el personaje, más patético lo retrata. Recordemos que Francis Scott Fitzgerald, a pesar de su renombre, apenas escribió cuatro novelas en su corta vida, tres de las cuales –todas ellas escritas en los años veinte- tuvieron un inmenso éxito. Y ahí paró Francis Scott Fitzgerald, en el mismo lugar en que pararon otros grandes de la literatura norteamericana: en el éxito.

Así lo retrata Budd Schulberg, escondido tras el joven guionista Shep:

No deja de ser curioso que la década que hizo de la irresponsabilidad virtud diera más artistas responsables que cualquier otra década de la historia de América (…)

La escena (Halliday defendiendo a sus ídolos, sus bellezas, sus canciones) resultaba dolorosa y desconcertante, pues suponía una aceptación tácita de la aritmética según la cual había dejado de vivir a partir de 1929. En realidad, en los treinta, Halliday había sido –y aún era- un hombre joven. Y, sin embargo, a él le parecía normal considerar los años treinta una época en la que él no era más que un intruso, por no decir un fantasma, un hombre que hablaba de sí mismo como si llevara diez años muerto.

La desesperante contradicción

Hemos dicho que El desencantado es una novela sobre cine, pero esto no es completamente cierto. El desencantado es la historia de una relación entre dos hombres que se encuentran en extremos opuestos. Por un lado, Budd Schulberg, oculto en el papel de joven guionista –que realmente lo era- es la ambición temprana, el admirador irredento de un escritor al que ha admirado desde siempre y al que quisiera emular. Budd Schulberg seguía siendo el alumno que quiere beber directamente de las fuentes del genio y ve que ha llegado su oportunidad.

Por otro lado, el transparente personaje de Halliday, un Francis Scott Fitzgerald decrépito y acabado, representa la luz mortecina de una brillante carrera que se ha acabado –y él sabe que se ha acabado- casi antes de que empezara. Encerrado en los esplendores de una década divertida y salvaje, el escritor norteamericano parece que hubiera caído justo el día de 1929 en que otras personas caían desde las ventanas de los rascacielos neoyorquinos.

Ese encuentro entre el éxito y el fracaso, entre el pasado y el futuro, está representado por Budd Schulberg de una manera magistral tomando a su joven personaje como cuidador, enfermero, casi padre de un escritor tan embotado por la bebida como por los recuerdos de un pasado glorioso que jamás volverá.

Una novela dentro de una novela

La sorpresa que Budd Schulberg le tiene reservada al lector es que dentro de El desencantado hay otra novela, diríamos que una gran novela, que creemos hubiera funcionado perfectamente de haberse publicado por separado. Se llama Asuntos pendientes, y estamos convencidos de que se trata del mayor homenaje que recordamos a Francis Scott Fitzgerald.

En Asuntos pendientes, los dos protagonistas casi exclusivos son Francis Scott Fitzgerald y su mujer, Zelda. No exageramos si decimos que estas páginas están a la altura de novelas como Suave es la noche o Hermosos y malditos. Con un estilo muy cercano al escritor protagonista, asistimos al encuentro, ascenso y caída de la pareja que ha quedado como modelo de la era del jazz.

Comparado con la dura realidad de los años treinta, la relación entre Francis y Zelda parece sacada de un cuento de hadas, o de un sueño del que nadie querría despertarse. Retratados de forma magistral, con sus locuras, sus excesos, sus niñerías, termina siendo –de nuevo- un retrato brutal: no se puede vivir en una fiesta de Nochevieja eternamente.

Estos capítulos titulados Asuntos pendientes son la expresión más acerada de hasta qué punto una pareja brillante, con un talento extraordinario, se puede autodestruir hasta llegar incluso a la locura. Entre oropeles y sedas, transparentándose en la fina tela, vemos al fondo el fracaso, la desdicha, la vacuidad. Pone los pelos de punta seguir paso a paso el descenso a los infiernos de aquella bellísima pareja.

La fuerza del pasado

Las chispeantes escenas de Asuntos pendientes, incluso en sus peores momentos, cuando Francis Scott Fitzgerald ve cómo su amada Zelda va cayendo en las manos de la esquizofrenia, son la plena justificación de la otra novela, El desencantado, la que en principio estamos leyendo. Porque una vida vivida de ese modo, un ascenso tan fulgurante, el dinero rápido, no es fácil de olvidar.

Durante toda la novela vemos al personaje de Francis Scott Fitzgerald sobrevivir entre efluvios de alcohol y un prestigio perdido, dentro de un mundo que ya no es el suyo. Un mundo que incluso le es hostil, porque él representa aquellos excesos que dieron lugar a la posterior miseria.

Y el escritor, aferrado a sus recuerdos, no es más que un pobre hombre que se agarra a lo único que tiene. El personaje creado por Budd Schulberg en El desencantado es de una belleza sublime: la belleza de la decadencia. Afortunadamente, Budd Schulberg mantiene una mirada compasiva sobre aquel escritor que fue como un cometa rutilante pero del que, un siglo después, aún seguimos hablando y admirando.

El desencantado. Budd Schulberg. El Acantilado

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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