Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin: ciencia ficción política.

Los desposeídos (1974) es una obra de ciencia ficción de Ursula K. Le Guin, que hoy se encuentra entre los clásicos de este género. Esta novela cuenta con una narrativa extraordinaria, algo que queda refrendado por haber recibido los tres premios de narrativa de ciencia ficción más importantes: el Nébula, el Locus y el Hugo.

Pero, al margen de los premios recibidos, Los desposeídos posee la originalidad del enfoque literario que hace su autora, pues se trata de una novela que podría catalogarse como ciencia ficción social, o política.

El contexto y su lectura política

En Los desposeídos se menciona la idea, presente en otras novelas de Ursula K. Le Guin, que se refiere a que un grupo de seres humanos conquistó varios planetas, entre los que se encuentra la Tierra. Este grupo es conocido como la civilización Hanita. Pues bien, a lo largo de la historia, Ursula K. Le Guin nos narra cómo se modificó genéticamente la especie para adaptarse a nuevos entornos, como ocurre con el planeta Urras y su satélite Anarres, focos de esta historia.  

En el caso de Anarres, la autora lo plantea como un satélite/planeta (a veces no queda clara esta diferenciación) que cuenta con pocos recursos naturales. La población es anarquista, pero trabajan en conjunto para poder sobrevivir. Urras, en cambio, cuenta con muchos recursos naturales, aunque son explotados por un sistema de corte capitalista. Hay una óptica política muy interesante por parte de la autora, pues la narrativa profundiza en la política de ciencia ficción.

Se nos cuenta que, en el pasado, ambas civilizaciones coexistieron en el planeta Urras. No obstante, después de una revolución anarquista, una parte de los anarquistas fueron deportados y otros se exiliaron voluntariamente a Anarres. Lo cierto es que, después de estos acontecimientos, los habitantes de Urras y Anarres dejaron de estar conectados entre sí.

Esto generó una enemistad jamás resuelta entre ambos pueblos, hasta el punto de que los habitantes de Urras no consideran un planeta al hogar de los contrarios, sino una “luna”. Este aspecto es retratado de forma maravillosa y resulta una clara analogía a la rivalidad entre países y tribus en todo el planeta Tierra.

La particularidad de la trama

En cuanto a la trama de Los desposeídos, Shevek es el protagonista principal. Se trata de un científico de Anarres que no tiene apoyo en su propio planeta para difundir sus investigaciones. Su idea es generar una forma de comunicarse con cualquier punto del universo mediante un dispositivo al que llaman ansible. Dicho dispositivo permitiría, hipotéticamente, la comunicación interestelar superando las limitaciones teóricas de la física relativista y la velocidad de la luz.

Al no tener el apoyo necesario para poner en práctica su investigación, Shevek decide viajar a Urras para que apoyen allí su investigación, aunque eso le suponga la imposibilidad de volver a Anarres, donde su marcha es considerada una especie de traición. Sin embargo, Shevek no renunciará jamás a su ideología, y, desde el primer momento que llega a Urras, mantendrá la posición de un espectador “crítico” de una nueva forma de vida.

Este mecanismo es utilizado por Ursula K. Le Guin para criticar el mundo en el que vivimos. Especialmente, se hacen analogías a la distinción entre comunismo y capitalismo en términos económicos, pero también hay una fuerte lectura feminista, pues en Urras hay un mundo patriarcal, mientras que en Anarres no hay distinciones.

Desde el principio de la historia, la autora se encarga de retratar, casi con crudeza, cómo pueden chocar dos civilizaciones. Los contrastes son grandes y también puede verse como una lectura de la situación de las mujeres en muchos territorios de Oriente Medio y lo que sucede con algunas de ellas en Occidente.

La autora, de orientación anarquista, no aprovecha su ideología para reforzar sus principios, sino más bien para criticarlos. Este libro intenta revelar que, pese a sus virtudes, estas ideologías también pueden traer defectos. Por lo tanto, presenta a Anarres como un mundo casi utópico, en contraste con lo que sucede con Urras.

La utopía en Los desposeídos

Ursula K. Le Guin construye un mundo utópico en el que el lenguaje tiene una importancia fundamental. Los habitantes de Anarres no usan los adjetivos posesivos. Algo que se puede explicar con este fragmento de la novela:

En právico, las formas singulares del posesivo eran empleadas principalmente para dar énfasis; el idioma común las evitaba. Los niños pequeños podían decir «mi madre», pero pronto aprendían a decir «la madre». (…); nadie decía en právico «esto es mío y aquello es tuyo»; decían «yo uso esto y tú usas aquello». La afirmación de Mitis, «Serás su hombre» le sonaba extraña. Shevek la miró, sin comprender.

Otra característica del lenguaje en Anarres es el nombre de sus habitantes. Cada ciudadano de Anarres tiene un nombre único de cinco o seis letras. Así por ejemplo, no hay ni ha habido en Anarres otra persona con el nombre del protagonista, Shevek. Dicho nombre no es elegido por los padres, sino que se asigna mediante un programa de ordenador. Además, el nombre no identifica un género, pues para los habitantes de Anarres, el género es irrelevante.

Este uso del lenguaje fomenta esa utopía de una sociedad completamente igualitaria en la que ni siquiera los vínculos familiares son relevantes. Aunque la naturaleza dicte que hay progenitores e hijos, todos los habitantes de Anarres son considerados «hermanos y hermanas».

Una de las diferencias más notables entre las sociedades de Anarres y Urras es que en la primera las mujeres y los hombres son considerados iguales en capacidad para cualquier tipo de trabajo, mientras que en Urras nos encontramos con una sociedad eminentemente patriarcal. Este contraste sorprende tanto a Shevek como a los habitantes de Urras, A Shevek le parece sorprendente no encontrar ni una sola mujer en las conferencias de ciencia a las que asiste, El siguiente fragmento con una conversación entre Shevek y unos habitantes de Urras lo refleja muy claramente:

—¿Encontró usted alguna mujer capaz de un trabajo intelectual original, doctor Shevek?
—Bueno, diré más bien que ellas me encontraron a mí. Mitis, en Poniente del Norte, fue mi maestra. También Gvarab, de ella han oído hablar, supongo.
—¿Gvarab era una mujer? —dijo Pae con genuina sorpresa, y se echó a reír. Oiie parecía escéptico y ofendido.
—Con los nombres de ustedes nunca se puede saber, por supuesto —dijo con frialdad—. Supongo que para ustedes es importante no hacer diferencias entre los sexos.
Shevek dijo con suavidad:
—Odo era una mujer.

Sin embargo, Ursula K. Le Guin también se muestra crítica con esa sociedad utópica de Anarres. Pese a dibujarla como una utopía, hay fisuras, ambigüedades y contradicciones. Esas fisuras son las que llevan a Shevek a dejar su mundo para ir a Urras. Por ejemplo, se menciona que en Anarres solo le permiten publicar su investigación si su nombre pasa al de un simple coautor, dando la mayor relevancia a un personaje un tanto gris que nos muestra los engranajes ocultos de la sociedad de Anarres. No todo lo que reluce es oro, aunque lo parezca.

Tampoco se trasluce un claro optimismo con que la investigación de Shevek vaya a servir para gran cosa. Su idea es conseguir una herramienta de comunicación universal y que no se vea afectada por la velocidad de la luz, algo que en principio nos puede parecer extraordinario. Y además Shevek no quiere nada a cambio, ofrece su invento de forma altruista. Sin embargo, su utilidad termina viéndose cuestionada por el propio Sehevek, como se aprecia en este fragmento:

—¡La simplicidad de los físicos! ¿Así que yo podría levantar el… ansible… y hablar con mi hijo en Deini? Y con mi nieta, que tenía cinco años cuando partí, y que vivió once años mientras yo viajaba de Terra a Urras a una velocidad cercana a la de la luz. (…) Y sería posible tomar decisiones en común y llegar a acuerdos, y compartir conocimientos. Y hablaría con los diplomáticos de Chiffewar, usted hablaría con los físicos de Hain, las ideas no tardarían una generación en llegar de un mundo a otro… Sabe, Shevek, yo creo que esa cosa de usted, tan simple, podría cambiar la vida de todos los miles de millones que habitan los Mundos Conocidos.
Shevek asintió en silencio.
Haría posible la existencia de una liga de mundos —continuó ella—. Una federación. Hemos estado distanciados por los años, los decenios que separan las partidas de las llegadas, las preguntas de las respuestas. ¡Es como si usted hubiera inventado el lenguaje! ¡Podremos hablar… al fin podremos hablar unos con otros!
—¿Y qué dirán?

En ese «¿Y qué dirán?» radica la clave del desencanto que orbita en toda la novela de Los desposeídos, que Ursula K. Le Guin construye de una forma maravillosa.

El desarrollo de los personajes

Con una gran narrativa, que pone el foco en la ambientación de los lugares, las características sociales y los problemas de la trama, se logra profundizar la motivación de los personajes. Básicamente, se logra una especie de “viaje” con respecto al protagonista, que tenía ciertos preconceptos sobre sus vecinos espaciales, aunque luego observa que todo es diferente.

Esto sirve para que los lectores conozcan las vivencias de ambos mundos y cómo casi nadie se cuestiona la realidad en la que vive. Justamente, Shevek aparece como un observador crítico, que no tiene reparos en evaluar lo que sucede con sus vecinos, hacia los que su propia sociedad le inculcó el “desprecio” por problemas del pasado.

En definitiva, Los desposeídos es una novela perfecta para aquellos que aman las críticas sociales y las visiones utópicas de la política.

Los desposeídos. Ursula K. Le Guin. Editorial Minotauro.

4/5 - (1 voto)

Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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