Memorias de una cantante alemana. Wilhelmine Schöeder-Devrient

Reseña de Las Memorias de una cantante alemana, novela erótica, en CicutadryLas Memorias de una cantante alemana fueron publicadas en dos tomos en los años 1862 y 1870. De autor en principio desconocido, fueron atribuidas a Wilhelmine Schöeder-Devrient, una famosa cantante de ópera relacionada estrechamente con Wagner (se entiende que de forma profesional). Sin duda es uno de los mejores libros eróticos que se han escrito básicamente por dos motivos: trata de la iniciación y posterior desarrollo sexual de una mujer liberal de su tiempo y, más importante aún, están escritas realmente por una mujer, al menos en su mayor parte, como comentaremos más adelante.

La principal característica de estas Memorias es la elegancia y la naturalidad con que están narradas. El lector exigente de buena literatura no se verá defraudado, y al mismo tiempo, hará las delicias del erotómano que se acerca a este tipo de libros con la intención de leerlos con una sola mano. Ya adelanto que tienen un fuerte contenido sexual, muy explícito, pero sin caer jamás en lo vulgar ni en lo obsceno.

Esto ocurre gracias al punto de partida del libro: está escrito en forma de una larga carta de la cantante a un médico que se entiende que la ha ayudado en un momento reciente de su vida –nunca se explica el motivo de tal ayuda- y en quien confía la artista ya que ha sido el único hombre que no ha intentado seducirla de cuantos ha conocido.

La carga femenina del relato dota a la historia de un interés extraordinario. En la actualidad, lo común es que sean mujeres las que escriban novelas eróticas –o pseudoeróticas, para ser más preciso- pero hasta bien entrado el siglo XX eran los hombres lo que escribían este tipo de libros haciéndose pasar, en muchas ocasiones, por confesiones de mujeres. Una lectura atenta de tales obras descubría la evidente óptica masculina del sexo.

En estas Memorias, sin embargo, se aprecia una especial sensibilidad a la hora de abordar la actividad sexual. En primer lugar, hay siempre un por qué para cada escena descrita, un descubrimiento de las prácticas amatorias, una manera peculiar de relacionarse con los demás o con los propios órganos sexuales. En segundo lugar, hay una encantadora sinceridad en la forma con que la autora va adentrándose en los goces del cuerpo, no movida por una pasión desenfrenada, sino por la natural búsqueda del placer. Y por último, hay una envidiable capacidad de profundización en las relaciones entre hombres y mujeres en el terreno sexual vistas desde la perspectiva de una mujer independiente y con las ideas muy claras; o dicho con otras palabras: ¿por qué algo tan natural como el sexo solo podía ser cosa de hombres?

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La soprano Wilhelmine Schöeder-Devrient, que protagonizó los estrenos de algunas óperas de Richard Wagner

Acostumbrados como estamos a pazguatas protagonistas de novelas eróticas que caen rendidas ante el presunto atractivo de un macho dominador con físico envidiable, Wilhelmine Schöeder-Devrient nos presenta a una mujer segura de su naturaleza y de sus proyectos profesionales, sabia conocedora de la impulsividad sexual de los hombres y sus a menudo nefastas consecuencias, indagadora de las posibilidades de su propio cuerpo y siempre dispuesta a ser educada en cuestiones de alcoba por manos expertas, sean masculinas o femeninas.

Llama la atención la naturalidad con que habla de cuestiones aún poco conocidas como la eyaculación femenina o squirting, prácticas sexuales mucho más placenteras para las mujeres que la penetración, la bisexualidad o los métodos anticonceptivos como forma de liberación femenina. La autora viene a decirnos durante todo el relato de su vida que las mujeres pueden tomar las riendas de su propio placer al margen de las exigencias masculinas, más fugaces y perentorias. Y todo ello sin aburridos discursos reivindicativos…

Esto no quiere decir que descuide el aspecto sentimental de la actividad sexual; solo que no quiere dejarse arrastrar por él cuando lo que está en juego es la supremacía de un sexo frente al otro. Quede claro que la escritora no presenta a ningún hombre zafio que va simplemente a meterla; ya se guarda ella de no tener encuentros con semejantes especímenes. Los hombres que tuvieron relaciones con Wilhelmine Schöeder-Devrient eran personas elegantes, cultas y de una exquisita educación… pero hombres al fin y al cabo, que por su naturaleza no van a quedar presos de un embarazo, de la crianza de unos hijos o de la interrupción de una carrera profesional por culpa de un polvo.

En este sentido, la autora mantiene en todo momento que su cuerpo es suyo y que hace con él lo que quiere siempre que no haga daño a los demás. Y les puedo asegurar que hace de todo. Esta exploración de las profundidades del erotismo es otro de los atractivos del libro. Absténganse de leerlo almas cándidas que crean que el sexo se circunscribe a las cuatro cosas consabidas.

Da gusto leer la facilidad con que Wilhelmine se adentra en placeres nada convencionales, indicando con pelos y señales los que le gusta y lo que no, lo que practica y lo que se limita a ver practicar a los demás porque a ella no la excita pero respeta. Durante todo el relato se respira una libertad y un entusiasmo que causa sana envidia. Por supuesto, para llegar a esto la artista rehuyó el matrimonio o cualquier otra forma de posesión sentimental que le impidiera su desarrollo sexual sin caer en la infidelidad: ella era leal a sí misma.

Decía al principio que no cabe duda de la autoría femenina del primer tomo publicado en 1862. No puedo decir lo mismo de la segunda parte –editada 8 años después-, mucho más corta, que se acerca más al libelo pornográfico, con fuertes influencias de escritores anteriores como el Marqués de Sade, escenas protagonizadas por prostitutas y orgías de todo tipo que narran una escena sexual detrás de otra, a cuál más fuerte.

En esta parte del libro, Wilhelmine Schöeder-Devrient aparece más como voyeur que como protagonista, y si bien al erotómano estas páginas le parecerán las más excitantes, para otro tipo de lector el interés decae al apartarse de las consideraciones culturales y psicológicas de las que se puede disfrutar en el primer tomo. Como bien sabemos, los relatos eróticos escritos por hombres se mueven más por el terreno de la mecánica del placer y los ejercicios gimnásticos consiguientes, privándonos –como ocurre en esta parte del libro- de la experiencia espiritual que conlleva el sexo bien practicado, cuyo mejor ejemplo es esta obra cumbre de la literatura erótica alemana.

Memorias de una cantante alemana. Wilhelmine Schöeder-Devrient. Tusquets.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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