César Vallejo (1892-1938). Perú
César Vallejo está considerado como una de las más grandes figuras de la literatura hispanoamericana y el más importante poeta peruano. Comenzó los estudios universitarios de Filosofía y Letras y de Derecho, que abandonó por falta de recursos económicos, y más tarde le sucedió lo mismo cuando inició los estudios de Medicina.
Sus orígenes como poeta bebieron del modernismo, en especial de su admirado Rubén Darío. Los heraldos negros, su primer poemario, al que pertenece el poema que hemos seleccionado para esta entrada, tiene cierta influencia modernista, si bien el poeta terminó por adherirse a movimientos más vanguardistas y encontró una voz propia y muy personal que hacen que sus versos tengan un carácter propio y sean reconocibles por su estilo único.
La religión se haya muy presente en sus poemas, no en vano, en opinión del crítico Thomas Merton lo califica como «el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal», pero también marca el fondo de sus obras el tema del dolor y una suerte de solidaridad existencial con el ser humano que sufre. Intelectual comprometido nos dejó entre otras muchas una frase que apunto aquí para reflexionar: «los intelectuales son rebeldes, pero no revolucionarios».
En 1923 se embarcó rumbo a Europa y ya jamás regresó a su país. En París, donde vivió hasta su muerte, conoció a importantes figuras de la vanguardia artística como Pablo Neruda, Vicente Huidobro o Tristan Tzara. En París ejerció como periodista, traductor y docente. Además de poesía, publicó obras de teatro y narrativa. En 1939, de forma póstuma, se publicó la que posiblemente sea su obra cumbre: Poemas humanos. De nuevo el sufrimiento, la solidaridad, la conciencia social, están presentes en esta obra escrita con un lenguaje audaz, como toda su poesía, lleno de matices, con un estilo sin duda innovador y original que ha dejado una profunda huella en la literatura universal.
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como el odio de Dios, como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma.. ¡Yo no sé!
Son pocos pero son…. Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas,
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino Blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada,
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Los heraldos negros o la genialidad poética, llamaría yo a este poema.
Aquí Cesar Vallejo es capaz de expresar, en diecisiete versos, toda la banalidad del mal, todo el implacable despellejarse del hombre a través del dolor, quizá como una lección existencial de aprendizaje. Recordemos que Sófocles mantenía que quien no es despellejado no aprende verdaderamente.
Quince alejandrinos perfectos, o si se quiere, treinta heptasílabos dobles, sumados a dos endecasílabos en los versos tercero y cuarto, que consiguen plasmar la hondura del dolor y el sufrimiento más profundo, confluyendo azarosamente en la sincronía del espacio y el tiempo.
Obsérvese que cada verso aislado es en sí mismo una sentencia trágica, una expresión completa de sentido. Golpes como el odio de Dios, dice el poeta. ¡Absolutamente terrorífico! No se puede expresar más escozor en la herida del dolor, no se pueden contraponer fuerzas más opuestas o antagónicas.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma, dice Vallejo. No hay más dolor, más derrota, más abatimiento, que las mismas caídas del Cristo, pues él representa la elevación y la grandiosidad del todo atravesado por la miseria. Y por si fuese poco lo anterior, la coronación de la genialidad viene de la mano de cuatro preposiciones propias en un verso espectacular, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada… Absolutamente fascinante y genial.
Habría que decir en un discurso lorquiano, que tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un poeta como Cesar Vallejo. Hay poetas en la vida, tan fuertes….. ¡Yo no sé!
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