Te golpearé sin cólera, de Antonio Muñoz Molina: un mundo con colores más intensos

BIBLIOGRAFÍA COMPLETA DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA, 2

Te golpearé sin cólera, de Antonio Muñoz Molina. Cicutadry. Edición de la revista Olvidos de Granada

Te golpearé sin cólera fue el primer relato publicado por Antonio Muñoz Molina, en abril de 1983. El texto iba incluido en el catálogo de la exposición “Iré a Santiago” del pintor Juan Vida, y hace un recorrido por los cuadros incluidos en la muestra. Más que un cuento al uso, se trata de una divertida celebración de la amistad entre ambos, puesto que tanto el escritor como el pintor aparecen como personajes.

Un encuentro afortunado

No era su primer cuento. Sabemos que en 1980 escribió en Úbeda un relato titulado Valdelobo, que ahora se encuentra en los archivos personales de Antonio Muñoz Molina en la Biblioteca Nacional. Como él mismo ha confesado alguna vez, por aquellas fechas se había presentado a varios concursos de relatos cortos, pero nunca ganó ninguno. Recuerda sin rencor que envió un cuento al Premio Hucha de Oro, que entonces era el concurso más prestigioso en España: ni siquiera tuvo el privilegio de constar entre los 30 seleccionados para el premio.

Al pintor Juan Vida lo conoció en 1982. Acababa de ganar el premio de pintura Ciudad de Granada y un funcionario municipal le comunicó la noticia por teléfono. Ese mismo día por la tarde se conocieron, en la Plaza Nueva, y desde entonces desayunaban juntos casi todos los días. Aquel funcionario, Antonio Muñoz Molina, se incorporaría inmediatamente al grupo de amigos de Juan Vida, compartiendo copas y camaradería en las noches granadinas.

Todos querían conocer a ese autor secreto que escribía asombrosos artículos en el Diario de Granada, unas crónicas que lo envolvían en un halo de intelectual desterrado en una ciudad de provincias, casi en un personaje de ficción de ese Robinson urbano cuya capacidad de observación era una promesa de frescura y erudición.

Hicieron falta cinco minutos para hacernos amigos. Tal vez sea porque los dos tenemos el mismo sentido del humor y de la ironía”, recordaba muchos años después Juan Vida, que en esos momentos estaba pintando alguno de los cuadros que ilustran el catálogo que ahora tengo junto a mí, cuadrado y seductor, y que contiene el texto de Te golpearé sin cólera.

Te golpearé sin cólera, de Antonio Muñoz Molina. Cicutadry. Catálogo de la exposición Iré a Santiago, de Juan Vida
Portada del catálogo de la exposición «Iré a Santiago» de Juan Vida [Fotografía del autor de esta reseña]

Ante la poética de Juan Vida

Ignoro de quién fue la idea de escribir sobre esos cuadros. En 1983 Antonio Muñoz Molina se hallaba embriagado por las seductoras formas de la novela policiaca. Lo imagino mirando detenidamente, casi con insolencia, los cuadros de Juan Vida, sus paisajes cálidos, los desnudos negros, la pincelada vigorosa y desinhibida, como trazada al azar. El pintor le iría diciendo algunos títulos, no menos exóticos que las exuberantes imágenes que tenía ante sus ojos: “¡Oh, cintura caliente y gota de madera!”, ¡Oh Cuba, oh curva de suspiro y barro!”, “Calor blanco, fruta muerta”.

Un cuadro llama la atención del joven escritor, “Sus pasos en la escalera”. Se ve una mujer desnuda, acostada sobre una alfombra en la que también reposa una especie de frutero, echada sobre su costado derecho con el brazo flexionado y la mano apoyada en la cabeza. Está esperando a alguien, no se sabe a quién, pero en esa figura cuyos rasgos nos son vedados, hay una ansiedad de ilusiones recién nacidas, aún impermeables al desengaño y al tiempo.

Hay otro cuadro que le llama poderosamente la atención: se tutula “Apartamento diez cero uno” y en él vuelve aparecer la misma mujer, o quizás es otra, porque las figuras de Juan Vida son solo gesto, un cuerpo rosa impregnado de todos los matices del rosa, la misma espera, el mismo misterio habitando la soledad de una habitación.

Te golpearé sin cólera, de Antonio Muñoz Molina. Cicutadry. Cuadro de Juan Vida
Habitación diez cero uno, cuadro de Juan Vida para la exposición «Iré a Santiago»

Humor e ironía

Ese escritor intoxicado de novela policiaca, Antonio Muñoz Molina, que aún no ha publicado ninguna obra de ficción, imagina a quién espera esa mujer sin rostro, una joven que debe de ser como esas mujeres fatales de las películas de cine negro. Solo es concebible que esa chica esté esperando a un detective, pero no a uno cualquiera sino a él mismo, al joven Muñoz Molina, que en su imaginación está subiendo en esos instantes una escalera que le conduce al apartamento diez cero uno, una escalera muy parecida a la de un edificio de la Carrera del Genil por la que ha subido para ver el cuadro.

Pero Antonio Muñoz Molina todavía no se considera un escritor, y aun menos un detective de ficción. En esa historia que está concibiendo él sólo puede ser una parodia de detective: él sólo es el amigo del pintor al que va a regalar un texto que celebre la amistad y la camaradería, el humor y la ironía que los unen y que Juan Vida recordaría años después.

Así nace Te golpearé sin cólera: un cuento paródico, una caricatura de la literatura de detectives. Hay una destreza impensable en Muñoz Molina para el humor: apenas lo ha cultivado en sus obras y, sin embargo, pocas veces me he reído tanto como cuando he leído sus relatos humorísticos.

El provocador Jota Uve

Un tipo que firma como Jota Uve está provocando el caos en Granada. Sale de noche y pinta cosas obscenas en las paredes: palmeras y pájaros, arenas imposibles, playas del Caribe, mujeres desnudas color rosa. Alguien reparte ese tipo de estampas pornográficas por los buzones de la ciudad. Un hombre de gafas oscuras llama a su despacho a un detective cuyos rasgos intuimos que reproducen exactamente los de Antonio Muñoz Molina. En la habitación huele a pies sudados. En Te golpearé sin cólera huele continuamente a pies sudados. Un rastro impresentable para un asesino.

El hombre de gafas oscuras le encarga que encuentre a ese pervertido, Jota Uve, y entonces el detective, o el propio Antonio Muñoz Molina, dirige sus pasos hacia un lugar indeterminado de Granada que se llama Hell’s bar y que posee la propiedad de tener parroquianos ilustres y muertos: Bill Faulkner, Ray Chandler o Malcolm Lowry, perpetuos bebedores de bourbon y de gimlet que dan buenos consejos al sabueso: lo mejor que puede hacer es largarse de allí.

Una pista lo llevará a otro antro, el Mikerino’s. La descripción que hace el policía no puede ser más desalentadora:

Eran las dos de la mañana cuando entré en el whisky bar Mikerino’s. Lo encontré tan acogedor como el retrete de un expreso nocturno, y no mucho más amplio. Una camarera que en su lejana juventud debió posar para los almanaques de la Unión Española de Explosivos me dedicó un guiño.

El apartamento diez cero uno

Para que no falte de nada, con un ensañamiento en la caricatura y en la memoria del cine negro, se termina encontrando con la mujer fatal, con esa joven del cuadro de Juan Vida que espera, desnuda y rosa, en un apartamento de Granada. Ese apartamento existía en la realidad, no en Granada, sino en Málaga, en el edificio Maestranza, y lo habitaba Juan Vida y su novia.

Te golpearé sin cólera, de Antonio Muñoz Molina. Cicutadry. Ilustración de Juan Vida. Muñoz Molina
Ilustración de Juan Vida para la edición del cuento en la revista Olvidos de Granada. Aparecen el detective Antonio Muñoz Molina y el propio pintor.

Como una broma entre amigos, el detective Muñoz Molina va desvelando el misterio en las últimas páginas del precioso catálogo de una exposición, inalterable a la parodia que apenas esconden sus palabras, permitiéndose incluso bromas secretas que invocan a Apolodoro, uno de sus personajes en El Robinson urbano:

Una especie de erudito judío al que voy a visitar de vez en cuando me dijo en cierta ocasión que todo despertar es un destierro. Pero yo desperté en la cama del apartamento diez cero uno como si después de una larga navegación hubiera regresado inesperadamente a mi patria.

Leo el texto de Te golpearé sin cólera en el propio catálogo de la exposición y pienso en la noche que Antonio Muñoz Molina lo leyó a sus amigos, en el bar Avellano de la Calle de la Colcha, entre risas de sus amigos y música de jazz. Lo imagino serio, casi circunspecto, desviando ocasionalmente los ojos hacia aquellos rostros conocidos que lo escucharían con una mezcla de sorpresa y fervor, con la segura creencia de que estaban asistiendo a un momento creativo que ninguno de ellos, ni siquiera el autor, sospecharía que se prolongaría en el tiempo.

Un relato desaparecido

Poco tiempo después, Te golpearé sin cólera apareció como separata en la revista Olvidos de Granada. También tengo el brevísimo volumen en mis manos, ilustrado con dibujos de Juan Vida, en los que nos confirma, sin dudas, que aquel detective que un día lo buscó por las calles de Granada era el propio Antonio Muñoz Molina.

En 1988 la editorial Mondadori incluiría el relato en el primer volumen de cuentos publicado por el escritor, Las otras vidas, y el diario El Sol también lo editaría ese mismo año en su mítica colección Biblioteca de El Sol con el título Te golpearé sin cólera y otros relatos. Acababa de ganar el Premio de la crítica y el Premio Nacional de Literatura con El invierno en Lisboa, y los lectores de entonces tuvieron la oportunidad de leer este cuento que no se alejaba tanto de los ambientes nocturnos y alcohólicos de su novela, aunque fuera en un tono tan distinto.

Sin embargo, el tiempo ofrece a veces giros inesperados: en su última colección de cuentos completos, Nada del otro mundo, que apareció poco después, en 1993, ya no se encuentra recogido Te golpearé sin cólera. Muñoz Molina escribió que le traía muy buenos recuerdos pero creía que no valía la pena reeditarlo. Acaso el autor sabe mejor que nadie las creaciones suyas que merecen la posteridad. Pero acaso, también, Te golpearé sin cólera, detrás de su tono esperpéntico y su génesis atípica, oculta una invitación a la huida, tan necesaria en cualquier época, al alejamiento de las zonas más grises de la existencia, al encuentro con palmeras de colores chillones y lugares que solo existen en la imaginación.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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